Por Lester McKenzie
El martes 27 de abril de 1965, cerca de las ocho de la mañana, embarcaciones de guerra de la Marina comenzaron a disparar contra el Palacio Nacional que permanecía en manos de los soldados constitucionalistas y se hablaba de que ese cuerpo castrense estaba decidido a apoyar a los militares del Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (CEFA); aunque pareció que, desde el punto de vista militar, ya todo estaba consumado a favor de la vuelta de Juan Bosch a la presidencia sin elecciones.
Las tropas de San Isidro bajo mandato del coronel Elías Wessin y Wessin, a quien apodaban “el Chacal de Bayaguana”, estaban desmoralizadas y comenzaba la desbandada; se decía que los soldados de la Marina de Guerra conocidos como “los hombres rana”, dirigidos por Ramón Montes Arache y otros soldados leales a Caamaño, habían cruzado el río Ozama y se adentraban en los barrios periféricos de la zona este de la capital, especialmente por las inmediaciones de Villa Duarte.
Los soldados del CEFA, que se movían en los vehículos militares con las viseras de las gorras hacia atrás, para identificarse entre ellos llevaban dibujado sobre sus rostros el terror y el miedo; desertar se convirtió en consignas entre los militares de la base aérea y la indisciplina ganaba cuerpo en sus unidades militares.
Los “soldados reaccionarios”, como también se les llamaba, abandonaban sus armas y en cualquier recodo de un edificio se les veía quitarse la ropa verde olivo y vestirse de civil para evadir la rabia del pueblo.
El día antes, lunes 26 de abril de 1965, casi despuntando el día, los aviones P-51 y los famosos aviones “Vampiros” ametrallaban los campamentos rebeldes y dejaban caer sus bombas sobre las indefensas casas de los barrios populares y sobre Radio Televisión Dominicana.
Las ametralladores instaladas en los tanques de guerra y carros de asaltos del CEFA no cesaban de vomitar su fuego sobre la muchedumbre desarmada congregada en la parte occidental del puente, mientras los soldados del pueblo llamaban a la rebeldía armada y a colocar espejos sobre los techos de las viviendas para dificultar la visión de los aviadores de San Isidro.
Aquel lunes fue terriblemente ensangrentado para la ciudad de Santo Domingo, pero la situación no detenía la entrada continua de los seguidores de Juan Bosch, que ingresaban a la capital por las principales carreteras y provenientes de todas las provincias del país, dispuestos a apoyar la lucha de los militares rebeldes.
Desde ese día y por lo menos durante 72 horas, el Puente Duarte se tiñó de sangre sin que los blindados del CEFA pudieran penetrar y tomar el control de la ciudad sublevada.
Desde la Radio de las Fuerzas Armadas que luego fue conocida como Radio San Isidro, los enemigos de la constitucionalidad trataban de desinformar la población a la vez que intentaban elevar la moral de sus tropas derrotadas.
Una de la voces que se escuchaba por esa emisora era la del vegano Bolivar Abreu. La foto muestra la artillería de los constitucionalistas con sus baterías emplazadas a la entrada del Puente Duarte.
¡Hasta una próxima entrega!