Nota: El pasado 27 de agosto, 2025, el destacado narrador deportivo Juan Báez, falleció producto de un paro cardíaco tras complicaciones de salud. Su hijo, el también locutor y abogado, Juan Julio Báez Contreras, inició una serie anecdotaria sobre su progenitor en Facebook, la cual pensamos serviría de motivación a muchos, conforme la narrativa de la misma. Solicitamos formalmente el permiso y obtuvimos el visto bueno de Juan Julio para replicarlas en Exposición Mediática.
Por Juan Julio Báez Contreras
En una ocasión tenia un caso muy importante en la Corte de Apelación Civil del Departamento Este en San Pedro de Macorís; y se me ocurrió la brillante idea de invitar a mi padre, al boss, Juan Báez a que me acompañara a la Corte. Muy tarde entendí que era un craso error.
Llegamos temprano a la ciudad de San Pedro de Macorís, era un día soleado. El astro rey brillaba en todo su esplendor. Luego de estacionar mi vehículo, subimos lentamente las escaleras hasta el segundo piso.
Al revisar el rol de audiencia pude verificar que por suerte la nuestra era la número cuatro, de un total de 26 casos que se conocerían ese día. los dos primeros fueron dos reenvíos.
Pero la tercera duró algo más, porque ese día se instruyó hasta el fondo ese caso. Mi padre, estando a mi lado, de inmediato, como si fuera el magistrado Méndez Castro (a la sazón presidente de la Corte Civil); comenzó a buscarle las virtudes y los defectos que tenían los letrados en sus discursos forenses.
Llegando a la conclusión, que a uno de los abogados le faltaba pupitre, mientras que el otro tenía demasiado pupitre, razón por la cual entendió que el falta de pupitre, no tenía chance, pues según el si escribía como hablaba, su cliente no tenía ni una sola posibilidad de poder ganar ese caso.
Al ver los rostros parsimoniosos de los magistrados que llevaban el caso, aunque no se lo dije al boss, parecía que ellos estaban pensando lo mismo que mi padre, que de Derecho ese abogado no sabía ni la D.
La audiencia concluyó y de inmediato llamaron la nuestra.
Con mucho orgullo, sabiendo que mi padre estaba sentado en primera fila, escogí meticulosamente cada palabra que iba a mencionar, con una dicción impecable, di calidades en nombre mío y de los abogados que me acompañaban. Lo propio hicieron los colegas de la barra contraria.
Como es normal cada abogado expone con pasión y vehemencia lo que considera “la verdad de su caso”.
Al comenzar los debates, ellos mencionaron varias cosas que no fueron del agrado de mi padre. En el fragor de la lucha, los debates aumentaron de tono y poco faltó para que hubiera una lucha cuerpo a cuerpo en medio de la Corte.
Uno de los colegas, vociferando dijo: “El cree que con su gran retórica y buen verbo va a confundir a los magistrados “. Mi padre le dio una mirada tan fuerte, que si la mirada mataran, ese colega hace años estuviera muerto.
Salomónicamente el magistrado Méndez Castro, reenvió la audiencia para otra fecha.
Cómo es mi costumbre siempre que subo a Estrados, al bajar de audiencia saludé a los colegas de la barra contraria con afecto y distinción. Algo que no fue bien visto por el Boss. Quien elegantemente le dio la espalda, para no tener que saludar a quien según él, no merecía que yo lo saludara y mucho menos un saludo suyo.
Por algo que siempre solía decir mi abuela: “El que me ensucia, no me limpia “. Pero yo, como se que los casos se sufren y se pelean como propios, pero se pierden como ajenos, no hice caso a nada de lo que mencionaron.
Al entrar la toga en mi maletín y empezar a bajar las escaleras del tribunal, mi padre con esa sapiencia que le caracterizaba me dijo: “Definitivamente yo no podría ser abogado y hacer lo que tú acabas de hacer, durante más de 15 minutos esos abogados te insultaron a ti y a tus clientes y tú bajas y le das las manos como si nada? Eso yo nunca lo haría en mi vida”.
A lo que le comenté papi, un viejo profesor de la universidad, nos dijo una vez: “Tienen que defender los casos con todas las garras posibles, pero deben saber que su colega no es un enemigo, sino un adversario, que está haciendo un trabajo por su paga y que ustedes inmediatamente bajen de estrados, deben mostrar respeto y empatía por sus colegas”.
A lo que el me respondió eso está muy bien para ti, pero para mí no hay forma de que yo lo entienda, por suerte para mí no soy, ni seré abogado nunca.
¡Cuanto te extraño padre querido!