Vista panorámica Estadio Quisqueya Juan Marichal en Santo Domingo, República Dominicana.
Redacción Exposición Mediática, La Romana, R.D.- Cada octubre, la República Dominicana revive una tradición que no se mide en estadísticas ni se explica con estrategias. Se siente. Se respira. Se celebra.
Es el regreso de la pelota, como cariñosamente la llama el pueblo dominicano, un fenómeno que trasciende lo deportivo para convertirse en un ritual de identidad nacional.
Hoy, 15 de octubre de 2025, inicia oficialmente la temporada número 72 de la Liga de Béisbol Profesional de la República Dominicana (LIDOM), dedicada este año a uno de los grandes inmortales del deporte: Juan Marichal, miembro del Salón de la Fama de Cooperstown y símbolo del talento dominicano elevado a la inmortalidad.
Más que un torneo, una herencia cultural
La LIDOM no es sólo la liga profesional más importante del país: es la memoria viva de una nación que encontró en el béisbol una forma de narrarse a sí misma. Desde sus primeros campeonatos hasta su estructura actual, compuesta por seis equipos —Tigres del Licey, Águilas Cibaeñas, Leones del Escogido, Estrellas Orientales, Gigantes del Cibao y Toros del Este—, el torneo invernal ha sido un espejo fiel de la pasión caribeña y de su capacidad para convertir la competencia en una fiesta colectiva.
En cada estadio, sea en la capital, en el este o el cibao, se reencuentran generaciones. Las familias se sientan en las gradas con la misma emoción que sus abuelos, los colmados se transforman en pequeñas cabinas de transmisión improvisadas, y los barrios enteros se iluminan con el bullicio de cada entrada. Porque la pelota, más que un juego, es un hilo invisible que une al país.
Una temporada de historia y devoción
El homenaje a Juan Marichal, el “Monstruo de Laguna Verde”, es un recordatorio del compromiso de la LIDOM con su historia. Marichal representa la excelencia, la disciplina y el respeto por el béisbol que marcó generaciones de peloteros dominicanos. Su nombre, ligado a la grandeza, encarna los valores que la liga promueve cada temporada: esfuerzo, orgullo y superación.
El torneo 2025-26 se desarrollará desde el 15 de octubre hasta el 23 de diciembre en su fase regular, un período en el que cada juego se convierte en una cita con la emoción. Más allá del marcador, lo que está en juego es el honor, la tradición y el legado que cada equipo defiende con fervor.
Un fenómeno que trasciende fronteras
El béisbol invernal dominicano tiene un peso propio en el continente. Reconocido como una de las ligas invernales más competitivas de América Latina, es también un espacio donde las estrellas del béisbol de Grandes Ligas regresan a sus raíces. Aquí, en estos estadios de atmósfera eléctrica, los peloteros vuelven a sentir el pulso original del juego: el contacto directo con su gente.
Para muchos jóvenes jugadores, la LIDOM es la oportunidad de demostrar su potencial ante los ojos de scouts y equipos internacionales. Para otros, es el escenario donde pulen habilidades y mantienen su ritmo competitivo durante el receso de la MLB. Pero para el público dominicano, es un espectáculo cultural de primer orden, una reafirmación de que el béisbol es más que una disciplina: es una forma de pertenencia.
Las pasiones que dividen… y unen
En República Dominicana, decir que alguien es del Licey o de las Águilas es casi una declaración de fe. Las rivalidades entre los equipos no sólo son parte del entretenimiento: son el combustible que mantiene viva la llama de la competencia.
El enfrentamiento entre Tigres del Licey y Águilas Cibaeñas, por ejemplo, es uno de los clásicos deportivos más intensos de toda la región del Caribe.
Sin embargo, esa misma pasión que separa por colores también une en identidad. Cada temporada, los dominicanos se convierten en comentaristas, analistas y técnicos espontáneos. La pelota genera discusiones en las oficinas, bromas en los colmados y titulares en los medios, pero, sobre todo, alimenta un sentido de orgullo nacional que trasciende los resultados.
El béisbol como espejo de la sociedad dominicana
El impacto del béisbol en la vida cotidiana del país es tan profundo que no puede entenderse fuera de su contexto cultural. El béisbol es narrativa social, es metáfora del esfuerzo y del triunfo personal. Muchos de los héroes deportivos dominicanos provienen de barrios humildes, y su ascenso al estrellato se percibe como una extensión del sueño colectivo: la posibilidad de que el talento, acompañado de disciplina, pueda cambiar el destino.
Cada jugador que surge de la LIDOM hacia las Grandes Ligas lleva consigo una parte del país. En su swing o en su lanzamiento se concentran la esperanza de los suyos, la memoria de los estadios locales y el eco de los narradores que hicieron del béisbol una epopeya popular.
Una tradición en constante evolución
Aunque los tiempos cambian, la LIDOM ha sabido adaptarse. Las nuevas tecnologías, las transmisiones digitales y las redes sociales han expandido el alcance del torneo mucho más allá de las gradas. Hoy, dominicanos residentes en Nueva York, Madrid o Miami pueden seguir los partidos en tiempo real, con la misma emoción que si estuvieran en el Estadio Quisqueya.
Esta globalización del béisbol invernal ha permitido que la LIDOM se consolide como una marca cultural del país. Más que una liga, es un fenómeno que muestra al mundo la capacidad dominicana para convertir la pasión en espectáculo y la tradición en innovación.
Entre el fervor y la esperanza
La temporada 2025-26 se abre con expectativas renovadas. Los fanáticos vuelven a las gradas, los equipos reafirman su compromiso competitivo y la nación entera se prepara para vivir nuevamente esa liturgia que mezcla ruido, emoción y orgullo. Cada batazo, cada ponche y cada jugada espectacular se convierten en parte de una historia mayor: la del país que aprendió a celebrar su identidad a través de un diamante de béisbol.
En una era donde las distracciones digitales parecen fragmentar la atención colectiva, el regreso de la pelota recuerda la fuerza de lo presencial, del encuentro real, de la comunidad que se forma alrededor de un estadio.
La memoria que no se apaga
Cada temporada de la LIDOM es una cita con la memoria nacional. Una reafirmación de que el espíritu dominicano —ese que no se rinde, que celebra, que compite y que sueña— sigue vivo en cada lanzamiento y en cada jugada.
Cuando la pelota vuelve a sonar, el país entero se detiene para mirar al campo. No importa quién gane o pierda.
Lo que importa es que el juego continúe, que la tradición se mantenga, y que en cada temporada, como en la vida, la esperanza siempre tenga otra oportunidad de batear.