Redacción Exposición Mediática.- El 28 de octubre de 1886 marcó un antes y un después en la historia de los Estados Unidos y, de manera simbólica, en la historia del mundo.
Ese día, frente al bullicioso puerto de Nueva York, se alzó oficialmente la Estatua de la Libertad, un monumento que no solo sería un símbolo nacional, sino un emblema universal de libertad, democracia y esperanza.
Su inauguración no fue un simple acto ceremonial: representó la consolidación de ideales políticos, la expresión artística y la ingeniería de avanzada del siglo XIX, además de un mensaje de acogida hacia millones de inmigrantes que arribaban a tierras estadounidenses en busca de nuevas oportunidades.
Origen y concepción: un regalo entre naciones
La historia de la Estatua de la Libertad comienza en la relación histórica entre Francia y Estados Unidos. Tras la Revolución Americana y el establecimiento de los Estados Unidos como nación independiente, surgió la idea de conmemorar este hecho mediante un símbolo tangible de amistad y libertad. En 1875, el escultor francés Frédéric Auguste Bartholdi fue comisionado para crear esta obra.
Bartholdi diseñó una figura femenina que representa Libertas, la diosa romana de la libertad, con un manto fluido que sugiere movimiento, y una antorcha en alto que ilumina el horizonte.
La elección de una figura femenina tiene un propósito didáctico y simbólico: transmitir la noción de protección y guía, como si la libertad misma invitara a las generaciones futuras a aspirar a la dignidad y a los derechos fundamentales.
La estatua, de 46 metros de altura sin el pedestal y 93 metros contando la base, fue construida con cobre recubriendo una estructura interna de hierro, diseñada por Gustave Eiffel, famoso por la Torre Eiffel de París. Esta colaboración entre escultura y estructura de ingeniería permitió que la estatua soportara vientos de hasta 160 km/h, combinando arte y ciencia de manera ejemplar.
La ceremonia de inauguración
El día 28 de octubre de 1886, el entonces presidente estadounidense Grover Cleveland presidió la ceremonia oficial. Miles de personas, entre ciudadanos, diplomáticos franceses y estadounidenses, y periodistas de la época, se congregaron para presenciar un evento que trascendería generaciones.
Durante la ceremonia, la estatua se convirtió en un punto de encuentro cultural y educativo: se explicaron sus elementos simbólicos, se resaltó la labor conjunta de Francia y Estados Unidos, y se promovió el ideal de una sociedad libre y acogedora.
Para muchos inmigrantes que llegaban por el puerto de Nueva York, la visión de la estatua desde sus barcos representaba el fin de un largo viaje y el inicio de un futuro prometedor.

Uno de los aspectos más emblemáticos es el poema de Emma Lazarus, “The New Colossus”, inscrito en la base del pedestal en 1903, que reitera el papel de la estatua como puerta de entrada a los refugiados y a quienes buscan libertad:
“Dadme vuestros cansados, vuestros pobres,
vuestros amontonados a la deriva en los barcos…”
Esta frase, que puede leerse como una lección didáctica sobre la empatía y los derechos humanos, ha acompañado la estatua como un recordatorio de la importancia de la inclusión y la acogida.
Impacto histórico y cultural
Desde su inauguración, la Estatua de la Libertad ha tenido múltiples dimensiones de impacto:
• Política: Sirvió como símbolo de la democracia estadounidense y como recordatorio de los valores republicanos que Estados Unidos defendía frente a las monarquías europeas de la época.
• Social: Inspiró políticas de inmigración y movimientos sociales, siendo un punto de referencia para los derechos civiles y la integración de comunidades diversas.
• Educativa: Ha sido fuente de enseñanza sobre historia, arte, ingeniería y valores cívicos. Escuelas, museos y programas culturales han utilizado la estatua para transmitir conceptos de libertad y responsabilidad social.
• Artística: Su concepción y construcción reflejan la fusión entre arte y ciencia del siglo XIX, siendo ejemplo de cómo la ingeniería avanzada puede dar soporte a expresiones artísticas de gran escala.
La Estatua de la Libertad hoy
Hoy, más de 135 años después, la estatua sigue siendo un símbolo universal de esperanza. Su presencia en Liberty Island, frente a la ciudad de Nueva York, atrae millones de visitantes anualmente y continúa inspirando movimientos de derechos humanos, educación cívica y conciencia social.
Además, su imagen se ha incorporado en cine, literatura y cultura popular, reforzando su rol como referente global de libertad y oportunidad.
En un mundo que enfrenta desafíos de inclusión, migración y derechos humanos, la Estatua de la Libertad nos recuerda que la libertad no es solo un concepto abstracto, sino una acción diaria de acogida y respeto.
Su historia enseña que los símbolos tienen poder educativo: pueden inspirar valores, guiar decisiones y unir a personas de diferentes orígenes alrededor de ideales comunes.
Síntesis
La inauguración de la Estatua de la Libertad el 28 de octubre de 1886 no fue solo un acto ceremonial: fue un hito histórico y cultural, uniendo arte, ingeniería, política y educación.
Desde su concepción hasta su simbolismo actual, la estatua representa la luz de la libertad, iluminando el camino de quienes buscan justicia, igualdad y un futuro mejor.
Su legado permanece vivo, recordándonos que los valores que defendemos hoy son los cimientos de un mañana más inclusivo y esperanzador.
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