Las Cosas de Mi Padre… (3)

 

Por Juan Julio Báez Contreras

Al recién graduarme de abogado, no había nadie que estuviera más orgulloso de ese título que mi padre.

En una ocasión llegando a la FM 107.5 Stereo, estación de radio donde yo comencé a trabajar a los 15 años, por echarle cosas a don Frank Micheli, el boss, sabiendo demás que yo estaba en la emisora, le preguntó al señor Micheli: “¿El Doctor Juan Julio Báez está por ahí? A lo que don Frank, para devolverle la indirecta, le respondió: “No sé pero déjame preguntarle al Lic. Francisco Micheli Pablo, a ver si me puede decir si el Dr. Juan Julio Báez está por ahí “.

Kiko y yo, que veníamos saliendo, sólo pudimos echarnos a reír, de las ocurrencias de nuestros respectivos padres, quienes sin lugar a dudas se sentían bastante satisfechos de que sus dos hijos, que hacía apenas unos años éramos unos mozalbetes, ya nos habíamos graduados de profesionales, Kiko en administración de empresas y yo como abogado.

En esos días, a mediados del año 1990, teníamos la Cadena Deportiva Oriental, que transmitía los juegos del béisbol de Grandes Ligas, a través de Radio Juventud 1250 AM.

Desde que tengo memoria, siempre soñé con hacer buenos negocios. Hoy a ese tipo de personas les suelen llamar emprendedores. De niño, cuando vivíamos en el Ensanche La Hoz, solía decirles a mis amiguitos, que cuando yo fuera grande iba a ser millonario, que tendría un carro grande, villa en Casa de Campo y que viajaría mucho en avión.

La mayoría de las veces, con justa razón, ellos me solían decir, el millonario de los fundillos rotos. En alusión al único pantalón corto de diario que tenía, que de tanto usarlo, se les habían gastados los fundillos y mi abuela había tenido que zurcirlo, razón por la cual se notaba la marca en la parte trasera del pantalón y como soñaba con ser millonario, en lo que los millones llegaban, tenía los fundillos del pantalón rotos. De ahí el bullying que me hacían al decirme el millonario de los fundillos rotos.

Para ganarnos el pan de cada día hicimos varios emprendimientos, desde traer mi padre corbatas desde fuera para venderlas, un colmado en la calle Dr. Ferry que se fue a quiebra. Con Felipe Hunt, Manuel De Jesús y Marcos Mañana, hacíamos el Super Matinée del Domingo en Disco Terrqza Taco, donde llegamos a presentar las orquestas más populares del país a unos precios realmente impresionantes, a 5 y 10 pesos la entrada.

En ese ínterin, tuvimos también una cafetería, donde una tarde al servirle una cerveza a uno que estaba medio borracho, me dijo en tono de burlas, que un abogado le estaba sirviendo una cerveza a un mecánico que ni a primero había llegado.

Que tenía que darme vergüenza por ello. Le respondí, que lo único en la vida que me daría mucho vergüenza era que me llevara la policía esposado preso por ladrón. Pero fuera de eso, trabajar no me avergonzaba.

Desde ese mismo lugar, solíamos transmitir los juegos de las Grandes Ligas. Esa cadena surgió de un atrevimiento mío, que con apenas 21 años, le propuse a don Frank Micheli, que fuéramos socios e hiciéramos una cadena para transmitir los juegos de grandes ligas.

Yo me encargaría de contratar al personal y de salir a vender publicidad a nivel de La Romana y don Frank haría lo propio en la capital y además pondría su emisora Radio Juventud 1250 AM, para transmitir los mismos.

Que luego de pagar los gastos iríamos como socios a un 50% cada uno. Me dijo que si yo estaba loco, que el me ofrecía un 30%, negociando con el señor Micheli, finalmente acordamos un 60% para el y un 40% para mi.

De inmediato comencé a contratar al personal, donde mi padre, se convirtió en mi primer empleado, como narrador. Luego llamé a San Pedro de Macorís, a don Leónidas Henríquez, quien para mí ha sido uno de los mejores narradores dominicanos de todos los tiempos y lo agregamos a la cadena.

Mi hermano Máximo Contreras y Manuel De Jesús como voces comerciales y a don Lucas Hidalgo Garo Samboy, en los comentarios. Ellos trabajaban y yo coordinaba.

La Cadena Deportiva Oriental, fue un éxito en todos los sentidos. Teníamos un personal de gran calidad y una enorme cantidad de patrocinadores, tanto locales, como nacionales.

El boss, llegaba a las 10:00 de la mañana a la cabina de transmisión, cuando el juego arrancaba a las 2:20 de la tarde. Comenzaron las fricciones, pues el quería que todo el personal tuviera a esa misma hora en la cabina, lo cual, debido a que todos teníamos otro tipo de ocupaciones no era posible.

Los muchachos, Máximo y Manuel, le hicieron una huelga y yo me sumé a la huelga. Al darse cuenta de mi actitud, imitando al gran emperador romano Julio César, me dijo: “¿Hasta tu Brutus? Cuando lo único que yo quiero es hacer que ese talento en bruto que tienen ustedes tres se refine y convertirlos en los mejores locutores de América Latina.

Le comuniqué eso a Manuel y a Máximo, lo entendieron y en estos días rememoramos esos momentos, llegando a la conclusión del ojo clínico que tuvo Juan Báez con nosotros, pues definitivamente nos hizo tremendos locutores deportivos.

Un día, en el cual a él, no le tocaba transmitir, sino que era a don Leónidas Henriquez, este a mitad de juego se despidió y dijo a partir de la próxima entrada estará con ustedes en la narración Juan Julio Báez.

El corazón se me aceleró a mil. No podía articular las palabras con mi boca. Así que tuve que sacar de donde no había y dejar mi rol de empresario en ciernes, para convertirme en narrador.

Como ustedes se imaginarán al no estar preparado mentalmente, cometí una serie de errores terribles y de manera inmisericorde un periodista de la capital, que lamentablemente para mí, andaba de paso por nuestra ciudad escuchando la transmisión, publicó un par de días después, en un artículo apócrifo, una columna donde decía más o menos lo siguiente: “Liquito estuvo escuchando al hijo de Juan Báez, a Juan Julio Báez narrando y ese muchacho no tiene la más remota idea de lo que es la narración, le recomendamos que se ponga a vender Jalao en una esquina, porque para narrador el no da”.

Mi padre al leer el artículo, se puso histérico, fue a la redacción del periódico y como no sabía cuál de los seis periodistas de deportes que trabajaban ahí era el que había escrito el artículo, lo desafió a pelear a todos, porque les decía, de mi pueden escribir lo que sea, pero el que se mete con mi hijo, me va a tener de frente siempre.

Años después de eso, cuando Los Azucareros Toros del Este, ganaron la corona y fueron a defender a República Dominicana, a la Serie del Caribe en Puerto Rico, me tocó narrar en uno de los partidos y oh, paradoja de la vida, el mismo Liquito, que cuatro o cinco años atrás había escrito, que me pusiera a vender Jalao, porque no daba para narrador, escribió en esa misma columna: “Con cuanta profesionalidad y excelente timbre de voz, suena Juan Julio Báez, narrando desde Puerto Rico en la Serie del Caribe “.

En ese entonces fue el hijo que aconsejó al padre, cuando le dije: «No debemos hacerles casos ni a los elogios, ni a los insultos, porque tú y yo sabemos la calidad del trabajo que hacemos, independientemente de lo que la gente opine». A lo que me respondió con una enorme carcajada, y con la falta de humildad que siempre lo caracterizaba, diciendo eso si es verdad, porque tú y yo, dónde se narre beisbol en español, no somos segundos de nadie.

Así era mi padre.

 

Nota: Este extracto corresponde a una serie anecdotaria publicada originalmente en Facebook, original de Juan Julio Báez Contreras en memoria de su fallecido padre. Esta reproducción de la misma en Exposición Mediática, cuenta con su aprobación.

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