Por Marcos José Nuñez
En el lenguaje cotidiano se suele confundir el término Relaciones Internacionales con Geopolítica. Ambos evocan lo global, lo estratégico y lo diplomático; sin embargo, aunque se tocan, no son sinónimos.
Se trata más bien de dos prismas complementarios para mirar un mismo escenario: el mundo interconectado, conflictivo y diverso en el que vivimos.
Las Relaciones Internacionales (RRII) constituyen, en su acepción más amplia, el estudio y la práctica de los vínculos entre los actores que habitan el sistema internacional.
Son un mapa dinámico de interacciones que involucran a los Estados —los protagonistas tradicionales— pero también a organismos como las Naciones Unidas, la Unión Europea o la OEA; empresas transnacionales con capacidad de moldear economías; ONGs que cruzan fronteras; e incluso movimientos sociales que cuestionan y transforman.
Las RRII, como disciplina académica, beben de la ciencia política, el derecho, la economía, la historia, la antropología y la sociología para explicar un tejido complejo donde la cooperación, el conflicto y la interdependencia son las reglas del juego.
La Geopolítica, en cambio, es un lente más estrecho, pero igualmente poderoso. Surge del encuentro entre geografía y poder: cómo la ubicación, el control del territorio, los recursos naturales y las rutas estratégicas determinan la capacidad de influencia de un Estado.
Si las RRII estudian la “relación” en todas sus dimensiones, la geopolítica estudia la “posición”: quién está dónde, qué controla, qué ambiciona.
Es un enfoque que permite entender por qué Afganistán fue escenario de guerras interminables, por qué el Ártico despierta interés renovado, o por qué el estrecho de Malaca —una franja marítima entre Malasia y Sumatra— se convierte en el “cuello de botella” del comercio mundial.
Ambas miradas se entrelazan. Una negociación comercial entre China y Estados Unidos es, al mismo tiempo, un fenómeno de Relaciones Internacionales y una expresión geopolítica: en la mesa se discuten aranceles, tecnología y acceso a mercados (dimensión económica y diplomática), pero por debajo late la pugna territorial por hegemonía en Asia-Pacífico (dimensión geoestratégica).
La diferencia esencial está en la profundidad y el ángulo:
• Las RRII tienen un espectro amplio: cultura, diplomacia, cooperación, economía, seguridad.
• La geopolítica se concentra en el tablero de poder: territorios, recursos, fronteras, rutas y fuerzas armadas.
En palabras sencillas: si las Relaciones Internacionales son la conversación del mundo, la geopolítica es la tensión que subyace en el mapa.
Históricamente, el concepto de geopolítica ha tenido un camino polémico. En el siglo XX, figuras como Karl Haushofer la asociaron a los intereses expansionistas de Alemania, dotándola de un aura ideológica peligrosa.
Sin embargo, hoy la geopolítica se resignifica como un análisis indispensable en un planeta donde los recursos naturales se disputan cada vez con mayor intensidad y donde el cambio climático reconfigura fronteras invisibles.
Mientras tanto, las Relaciones Internacionales se diversifican: incluyen estudios de género en la política global, la diplomacia cultural como herramienta de “poder blando”, y la interdependencia económica que revela la fragilidad de las cadenas de suministro.
La pandemia de COVID-19, por ejemplo, mostró de manera contundente cómo un evento sanitario se convierte en un asunto de seguridad nacional, comercio internacional, diplomacia científica y estrategia geopolítica al mismo tiempo.
Así, el estudioso o ciudadano interesado en el mundo contemporáneo no puede limitarse a un solo enfoque.
Las RRII ofrecen el marco general; la geopolítica da el filo estratégico. Juntas permiten comprender que tras cada cumbre diplomática late una pugna por corredores energéticos, que tras cada tratado comercial existe un trasfondo de posicionamiento territorial, y que tras cada guerra también se juegan influencias culturales, ideológicas y económicas.
En la práctica, los gobiernos suelen oscilar entre ambos planos. Un canciller habla en términos de cooperación, mientras un ministro de defensa piensa en términos de fronteras.
Un economista calcula déficits y superávits, mientras un geógrafo político señala quién controla el paso de los barcos petroleros. La complejidad del mundo exige ese doble registro.
Reflexionar sobre la diferencia entre Relaciones Internacionales y Geopolítica es, en última instancia, una invitación a mirar el mundo con más matices.
En un tiempo donde los titulares reducen los conflictos a simples choques de voluntades, entender la intersección entre diplomacia y territorio nos permite ser observadores más críticos.
Porque, después de todo, comprender cómo se conectan los actores y cómo se mueven los mapas es comprender hacia dónde se dirige la historia.
El autor es abogado y articulista sobre temas políticos e internacionales.