Redacción Exposición Mediática.- El fenómeno mediático de Esmerlin Santiago Matías García Peralta, mejor conocido como Santiago Matías o simplemente Alofoke, ha generado en la República Dominicana una de las discusiones más intensas de los últimos años sobre la naturaleza del poder comunicacional en la era digital.
Con menos de cincuenta años, el empresario y creador de contenidos nacido en el populoso ensanche Capotillo no solo encarna la transición entre la vieja guardia mediática y los nuevos formatos digitales, sino que además se ha convertido en un símbolo de la polarización cultural: amado y defendido sin reservas por millones de seguidores, y al mismo tiempo cuestionado, desacreditado y hasta ridiculizado por un sector de la sociedad que observa en su estilo frontal e irreverente un signo de decadencia del debate público.
La paradoja se hace evidente en los foros digitales: muchos de sus más feroces críticos reconocen en privado que consumen su contenido con regularidad, fenómeno que en sí mismo habla de una doble moral cultural y de un nuevo tipo de relación con los medios en el país.
El relevo mediático: de Freddy Beras Goico a Alofoke
Comparar a Santiago Matías con Freddy Beras Goico parecería, en principio, un despropósito. Beras Goico representaba el rostro de la televisión dominicana clásica: humor, crítica social revestida de elegancia, y un aura de figura intocable que acompañó a varias generaciones durante décadas.
Sin embargo, el hecho de que muchos internautas —ya sea en tono de burla o con convicción— coloquen a Matías en paralelo con Beras Goico revela un punto más profundo: cada época construye a sus ídolos mediáticos en función del lenguaje dominante de comunicación.
Si los 70, 80 y 90 fueron el tiempo de la televisión y el periodismo tradicional con rostros como Yaqui Nuñez del Risco, Nuria Piera, Jochy Santos o Rafael Corporán de los Santos, la actualidad es el tiempo de YouTube, Instagram, TikTok y los podcasts. Y en ese territorio, Alofoke se mueve como pez en el agua, con un modelo de negocio que combina el entretenimiento, la entrevista irreverente, la provocación y la rentabilidad publicitaria.
El paralelismo con Beras Goico no es entonces literal en estilo ni en trayectoria, sino estructural en influencia: ambos lograron encarnar a su manera el espíritu mediático de su tiempo.
Cultura digital y polarización
El caso de Alofoke no es un fenómeno aislado. Basta mirar a Joe Rogan en Estados Unidos: un comediante que se convirtió en la voz más escuchada del podcasting mundial, con la misma mezcla de polémica, rechazo académico y fascinación masiva.
En México, el youtuber Luisito Comunica atraviesa procesos similares: su figura despierta simpatía y orgullo nacional en unos, mientras otros lo acusan de banalizar la cultura o de hacer espectáculo con la miseria.
En todos los casos, la clave es la misma: la polarización como motor de visibilidad. Y Santiago Matías ha comprendido esa dinámica con una astucia singular, construyendo un personaje mediático que parece alimentarse tanto de la aprobación como del repudio.
La antropología social explica este fenómeno a partir del ritual del escándalo: en sociedades donde la confianza en las instituciones tradicionales se erosiona, los individuos trasladan su atención a figuras que hablan sin filtro, que rompen lo establecido, aunque lo hagan de manera imperfecta o caótica.
El poder de YouTube en la República Dominicana
Si hay algo que distingue a Alofoke es su comprensión de que la televisión ya no es el centro de la conversación nacional. En la República Dominicana, como en buena parte de América Latina, los programas de entrevistas digitales han desplazado a la pantalla chica en relevancia cultural.
Hoy, un joven de 20 años probablemente no recuerde con nitidez programas icónicos de la televisión dominicana de los 90, pero sí consume a diario clips, entrevistas y debates desde YouTube, Instagram o TikTok.
El cambio no es solo tecnológico, sino cultural: la interacción digital rompe las jerarquías. En la televisión, el espectador era pasivo; en YouTube, los comentarios, los memes y las reacciones se vuelven parte del espectáculo. Santiago Matías construye allí un espacio donde los límites entre entrevistador y audiencia se difuminan.
Perspectiva antropológica: Alofoke como espejo
Desde la antropología cultural, Santiago Matías puede ser leído como un símbolo de la transformación social dominicana. Su origen en Capotillo —un barrio tradicionalmente asociado a la marginalidad— y su ascenso hasta convertirse en empresario mediático de primer nivel reflejan la movilidad social a través de lo digital.
Su éxito encarna un mensaje implícito: en la era digital, el acceso a la visibilidad no depende de apellidos, linajes ni respaldo institucional, sino de la capacidad de captar la atención y mantenerla.
Esa misma condición explica por qué genera tanto rechazo entre sectores que aún valoran los modelos tradicionales de prestigio: Alofoke desordena el tablero, rompe la lógica elitista del reconocimiento social y planta cara con un estilo que muchos consideran vulgar, pero que no deja de ser eficaz en términos de impacto.
Entre el mercado y la política
Un aspecto relevante en el análisis es que Alofoke no es solo un comunicador, sino también un actor con peso político indirecto. Sus espacios han servido como plataforma para artistas urbanos, políticos, empresarios y figuras públicas que buscan acercarse a la juventud dominicana.
La pregunta que se abre es si estamos ante un nuevo tipo de mediador social: alguien que no proviene de las estructuras políticas ni de los medios tradicionales, pero que tiene la capacidad de mover masas de opinión.
Esto no es un fenómeno menor: en un país donde la juventud constituye un segmento decisivo en el voto y en la cultura de consumo, figuras como Alofoke representan un puente —incómodo para algunos, útil para otros— entre los discursos institucionales y las nuevas generaciones.
¿Fenómeno pasajero o nuevo paradigma?
La pregunta de fondo es si Santiago Matías es simplemente un fenómeno pasajero de internet o si estamos ante la consolidación de un nuevo paradigma comunicacional en la República Dominicana.
La evidencia apunta a lo segundo. Alofoke no solo ha sobrevivido a múltiples controversias, sino que ha sabido diversificar su marca en radio, televisión digital, eventos en vivo y producción musical.
Su modelo se alimenta de la controversia, pero no depende únicamente de ella: también ofrece entretenimiento, acceso a figuras de interés y un espacio donde la juventud se siente representada, aunque sea de manera fragmentada y caótica.
Síntesis
En última instancia, Santiago Matías no es la causa, sino el síntoma. Su ascenso no explica la polarización cultural de la República Dominicana: la refleja.
Alofoke es un espejo que devuelve, con luces y sombras, las tensiones de un país que oscila entre la tradición y la modernidad, entre la solemnidad de la vieja televisión y la irreverencia de los nuevos medios digitales.
¿Es el Freddy Beras Goico de esta generación?
La comparación es, en parte, injusta y forzada. Pero sí es cierto que, al igual que Beras en su tiempo, Santiago Matías encarna la capacidad de dominar la conversación nacional desde el lenguaje de su época.
Quizá, en el fondo, esa sea la verdadera lección: las sociedades siempre encuentran un rostro que condense sus dilemas, sus contradicciones y sus aspiraciones.
En este inicio de siglo XXI, para bien o para mal, ese rostro tiene nombre y apellido: Santiago Matías, Alofoke.