Por Mark Rumors

Los intensos y repetitivos rayos, emulaban una inquietante sinfonía celestial mientras un copioso aguacero caía en una noche marcada por desespero, engaño, sed de venganza y expropiación.

Las manos de la sensual mujer, temblaban sin control, en un frenético accionar por introducir las llaves de su deportivo europeo último modelo personalizado. El nerviosismo combinado con el frío de las punzantes gotas cayentes le impedía concentrarse, hasta que logró introducir la llave en la ranura de la puerta y rápidamente adentrarse en el vehículo.

Miró en ambos extremos al igual que en la parte trasera, como si sospechara que alguien habría de estar allí esperándola. Abrió con torpeza la guantera y tomó un teléfono desechable y la segunda llave de fábrica del potente deportivo. inmediatamente y apenas timbró cuando una voz masculina grave y precisa, respondió en el auricular: «Estoy justo en el lugar acordado», expresó.

En eso ella corresponde: «Estaré allí en unos minutos. Tal cual me precisaste, me desharé de este celular al colgar». Se escuchó a secas «Perfecto» del otro lado.

El motor del vehículo ruge sin crear escándalo como una oda mecánica que avisa la irrupción a una excitante travesía. Sale del parqueo a la intemperie y al incorporarse en la calle, lanza el móvil por la ventana del conductor, al momento de desplazarse con premura.

La lluvia arreciaba, pero la visibilidad frontal no presentaba inconvenientes. Miró el retrovisor al momento de sacar de un bolso de mano un lápiz labial de un rojo intenso que proyectaba sensualidad absoluta.

Transcurrieron unos minutos y llegaba ya al destino indicado: un concurrido bar de moda en el área. Los valet parking alzaron sus cejas al notar que el vehículo que llegaba era de alguien sumamente adinerado ya que no era común verlo en vivo, excepto en páginas satinadas de revistas o exiguos y elaborados comerciales televisivos, que por igual se distribuían en plataformas digitales.

Sin apuros le indican dónde estacionarse y uno de los ayudantes le asiste con un enorme paraguas a los fines de evitar que el agua estropee su sexy vestimenta.

Reintroduce sus manos en el bolso y saca un billete de USD$100 dólares y le indica al del paraguas que debe dividirlo con el parqueador, a lo que éste asiente mientras la dirige a la puerta principal de acceso al lugar.

Una vez dentro, la música estaba bien alta, el ambiente festivo por igual y una adecuada atmósfera climatizada. Los ojos fijos en ella estaban al unísono, pero objetó ese gesto ante ella y desde una mesa visualmente detrás del bartender, un saludo sin mucho esfuerzo le indicó hacia dónde dirigirse.

Era un hombre trigueño en sus cuarentas iniciados, con porte atlético. Vestía una chaqueta negra de piel y debajo una gruesa franela de cuello cerrado color grisácea. Pantalones tipo cargo y botas sólidas similares a las usadas en áreas de construcción, pero con diseño estético.

El hombre además, exhibía un corte parejo, llevaba puestas gafas semi oscuras y un candado con precisión de barbero dedicado, que contrastaba con una sonrisa millonaria, pero sin extenderla.

La fémina se sienta y expresa su agradecimiento por recibirla y es abordada por un mesero:

-«¿Desean subir al segundo nivel contiguo a las habitaciones o prefieren permanecer aquí?»

El hombre queda inerte y la mujer le dice que optarán por ir al segundo nivel, pero que de forma imperativa le repitiera el trago que tomaba su acompañante y le trajera uno a ella también.

-«Gracias, por la cortesía», exclamó el misterioso hombre y le pasa una tarjeta de presentación.

-«No es nada. De alguna forma su presencia me trae un poco de calma tras lo ocurrido… Perdón por mi indelicadeza (y mira la tarjeta) -¿Le puedo preguntar algo bastante curioso sobre su apellido…?»

-«Sé qué le motiva a hacerlo…»

-«Disculpa, no es mi intención ofenderle. Simplemente me resulta bastante singular…»

-«¿Qué le intriga? ¿El hecho de llevar un apellido inglés no siendo yo un hombre caucásico?»

-¡No, no! ¡Nada de eso! Es que ví que su documento de identificación dice: ‘Cane’ y nunca supe de un apellido así.»

-«Fue un error…»

-«¡Espera! ¿Se refiere a hablar de esto? ¡Lo lamento! ¡Me he comportado como una estúpida!»

-«Me refiero a mi apellido. Realmente es Caine. Al menos eso me dijo mi abuela materna…»

-«¿Caine como el actor inglés o Kane como el personaje de la película de Orson Welles?»

-«Caine como el actor inglés. Aparece Cane, que es «caña’ en inglés, porque la persona que llenaba el registro de nacimiento no logró identificar la «i» entre la «a» y «n» debido a un desgaste del documento al estar mucho tiempo archivado»

-¡Vaya! Entonces…»

-«…Me registró sin la «i» y desde entonces estoy buscando a una mujer que fue amiga de mi abuela para preguntarle cómo logro localizar el lugar de origen de mi padre, que nunca conocí, y resolver ese impasse»

-«¿Y esa persona reside en Inglaterra?»

-«No realmente. Según investigué vivió muchos años en una isla caribeña y trabajó en una casa donde mi mamá conoció a mi padre, una vez éste fue de visita. No sé de dónde provenía realmente, pero sé que era inglés»

-«Comprendo. Me disculpo realmente por mi imprudencia…»

-«No pasa nada. Noto que usted es muy observadora. Tanto Caine, el actor inglés, como Charles Foster Kane, el personaje de la película de Welles, suenan casi igual al «Cane» accidental mío»

-«Sí, pero me intrigó aún más todo lo que encierra su nombre al pronunciarlo corrido y el hecho de que ‘Cane’ curiosamente es «Caña», esa esencial planta de caña de azúcar que es tan común en el Caribe»

-«Es coincidencia realmente. Curiosa como bien cita, pero coincidencia»

-«…es realmente muy original en honor a la verdad…»

-«Bueno ya que hablamos del origen de mi apellido y la cultura popular domina este conversatorio: ¿Ha escuchado usted canciones del artista Howard Jones?»

En eso llega lo ordenado y la dama le pide al mesero que las siguientes órdenes serán realizadas desde una habitación.

-«La dinámica del lugar fuerza a que los clientes den rienda suelta a sus emociones. El ruido acá conjura en contra de nuestra conversación y realmente necesito un espacio más tranquilo. Hago un enorme esfuerzo en controlar mis nervios»

-«Estoy de acuerdo», dijo el hombre.

Una escalera de espiral daba acceso al segundo nivel, en donde había un área más reservada y con música tipo lounge, al momento que un pasillo revelaba en uno de los extremos una hilera de puertas de habitaciones con estilo discreto.

Optan por sentarse en un área de luz tenue. Debido a que llevaban en sus manos sus respectivas bebidas, el bartender del área, objetó abordarles.

Se sientan y ella retoma el diálogo:

-«Me va a disculpar por mi soberana ignorancia, pero no tengo idea de quién sea esa persona que citó al preguntarme. ¿Es artista, o sea cantante?. Me suena más a un nombre común que a un alias artístico…»

-«Jejeje está bien, no se angustie. Existe una canción de él contenida en su álbum «Dream into Action» de 1986 y otra de Alanis Morissette que se relaciona con lo que está pasándonos ahora»

-«Sigo en el limbo: Tampoco sé quién es ésa que mencionó. Son referencias muy inusuales para mí»

-«Está excusada. De todos modos, he notado que hay mucho en usted en la referencia de Jones y en lo que según he detectado, pasa en su vida…»

-«¿Ahora también es usted psicólogo o médium?»

-«Jajaja ¡No para nada! Es solo que percibo pasa por un proceso muy único en su vida y me recordó la canción de Jones: Miras al menú, pero no tienes dinero para comprar lo ofertado en él y sientes el confort de los cojines, pero no puedes sentarte»

-«Sí ya veo por dónde va…¿Se nota tanto?»

-«Le repito que sí. Metes un dedo en el agua de la piscina, pero no sabes nadar»

-«¿Y ahora serás mi terapeuta? ¿O mi verdugo?» (le hace señas al bar tender indicándole que les haga llegar dos tragos más)

-«Ninguno de ambos. Le permití preguntar y escuché. Pensé podía hacer lo mismo. No pretendo castigarle con lecciones de moralidad aún cuando sienta el castigo, a sabiendas que no pecarás…»

-«¡Sí que ha resultado ser una auténtica caja de sorpresa mi querido Dominic Caine, pero registrado en su acta de nacimiento Cane, que es caña en inglés!»

-«Todos tenemos algo que contar…»

-¡Sin duda! ¿Y cómo termina la canción del Jones…? ¿Podemos, si no le importa, ir a una de las habitaciones? Siento que nos miran y realmente necesito relajarme»

-«Howard…» dijo el hombre y luego accedió a ponerse de pie e ir a una de las habitaciones.

Al entrar, se quita los tacos y se sienta en una silla que era parte de un diminuto comedor dentro del lugar.

El hombre detrás de las gafas oscuras divisó la puerta del baño y notó que las ventanas eran de cristal corredizo, estando las cortinas separadas y se notaba el reflejo de los constantes truenos en esa noche de lluvia permanente.

Ella inspeccionó el lugar y le invitó a sentarse en la otra silla que hacía juego con el pequeño comedor.

-«Por favor siéntese. Continuemos nuestra charla. Ya me siento menos presionada y con estos tragos de escocés, diluyen mis nervios…»

El hombre procedió a sentarse. Ella rápidamente retomó la plática justo donde quedó:

-«Entonces la persona esa que citó, Jones, ¿cierto?, luego dijo Howard ¡Bueno como sea! ¿Y el enlace con la otra mujer que corroboró, se relacionan, según usted conmigo en..?»

-«Jajaja Si desea, podemos hablar de otro tema. La idea no es estropear este encuentro»

-«¡¿Estropearlo?! ¡No qué va! ¡No me iré de aquí sin que finalice su terapia y luego proceder con lo acordado obviamente»

-«Nadie tiene la culpa…»

-«¿Perdón? ¿De qué habla?»

-«Ése es el título de la canción…»

-«¡Ah! ¡Vaya título! ¿Y cómo termina la historia y ¿en qué realmente se relaciona conmigo?» (se termina su trago y le hace señas con la mano que espere y esta vez ordena una botella)

El sigilosamente la mira y le dice: «Bueno, cita una serie de situaciones que van desde tener los recursos para construir una mansión…»

-«¡A ver no me diga! ¡Y no hay forma de vivir en ella!»

-«¡Exacto!

-«Ya entiendo: el protagonista atraviesa una contradicción existencial que nunca acaba…»

-«…Y aún así nadie es culpable»

-«¿O sea que efectivamente termina inconclusa? ¿No refiere más y lo de la cantante?»

-«Habla de ser el corredor más rápido, pero no…»

-«…¡puedes correr!..»

-«Más bien ganar. No se le permite ser el victorioso. Hay otras referencias. Termina tal cual está usted ahora: Tiene la última pieza del rompecabezas, pero por alguna razón no encaja»

-«¿Tan patética es mi vida? No pensé se notara de esa manera. O al menos…o sea…¿sabe? Eres la única persona que me ha dicho estas cosas…»

En eso el servicio de cuarto llama a la puerta para entregar la botella ordenada. El hombre se pone de pie, la busca y al retornar se sirve mutuamente, y continúa:

-«Bueno dejé claro que no soy psicólogo. Tampoco adivino o terapeuta como en forma burlesca usted se expresó previamente. Noté esas cosas en usted y le referí lo de las canciones como una forma de ilustrar esta conversación»

-«¿Entonces el contexto de la otra canción de la artista que citó es básicamente la misma historia?», expresa ahora más pendiente del diálogo e ignora su trago.

-«Sí y ambas se relacionan con usted según lo que he podido constatar»

-«Sí como si te dieran un buen consejo y lo objetas…»

-«¡Así es! ¿Segura que no ha escuchado a esa artista? ¡Justo eso que acaba de decir, está en uno de los versos de esa canción»

-«¡¿No me diga?! Jajaja ¡ahora soy yo la terapeuta! No, en verdad. Solo dije eso porque es real y ese tipo de cosas pasan»

-«Sin duda…»

-«¿y también termina inconclusa esa otra canción?»

-«Así es…»

-«Bueno, no tengo una respuesta definitiva y sí, fíjese que hay puras coincidencias. No le diré esta vez u otra si es que volvemos a vernos, pero de que estoy inconclusa, lo estoy…»

-«Bueno, dicho eso, es como si llegara una orden firmada por un juez perdonando a un privado de libertad, quien fue ejecutado dos minutos antes…»

-«¡Qué dramático!», dice ella al momento de darse un extenso sorbo.

-«Jajaja ¿Yo? ¡No qué va! Es parte de un verso de la otra canción»

-«¿Entonces, realmente va a dejarme inconclusa con su encomienda…?»

-«Ésa, es una pregunta que sí tiene respuesta y no quedará sin concluirse»

-«¿Quiere decir que todo eso de las canciones fue una especie de bálsamo antes de proceder?»

-«Tenía tiempo y decidí invertirlo escuchando su versión, pero no existe tal cosa porque usted misma admitió estar en el limbo e inconclusa»

En eso, ella se le acercaba a quemarropa, asustada, estando de pie, mientras él la sujetaba contra la pared y le susurró al oído con voz entrecortada:

-«Sí…que…fu…iste..rrr..rápi…do…»

La sujetó dócilmente hasta dejarla en el suelo. De su vientre corría lentamente un sostenido flujo de sangre, que emanaba del orificio creado por el primero de tres proyectiles de su arma dotada de un silenciador.

Cerró por dentro la habitación. Abrió la ventana deslizante y por la cornisa se desplazó lentamente hasta llegar a un área de fácil salto al suelo.

Empapado entró al deportivo de ella y uno de los valet parking reaccionó al darse cuenta que la llave nunca la devolvió y que el conductor original era una mujer.

Apenas corrió hacia el vehículo, sin alcanzarlo con éxito, al resbalar producto del piso totalmente cubierto de agua por el copioso torrencial.

El deportivo reversaba con rapidez fuera del parqueo e incorporándose en la arteria vial sin rumbo desconocido…

©The Pop Killer, 2025 Marcos Sánchez. Todos los derechos reservados.

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