Por Marcos Sanchez

La Romana, R.D.- No todos los días se cumplen 90 años. Alcanzar esa cifra, más que una estadística biográfica, es un testimonio de vida. Hoy, 19 de octubre, la familia Sánchez Martínez celebra con emoción, gratitud y reverencia los 90 años de don Martín Sánchez Cordero, conocido con cariño por generaciones como “Chicho”, patriarca de una estirpe laboriosa que ha sabido cultivar respeto, trabajo y dignidad.

Oriundo de la comunidad de Hato de Mana, perteneciente al municipio de Higüey, provincia La Altagracia, mi padre Martín irrumpió en el mundo un día como hoy en 1935, en un entorno rural donde la palabra empeñada y la solidaridad vecinal valían tanto como el oro. Su vida, forjada en el esfuerzo y en el amor por los suyos, ha sido una constante lección de humildad y tenacidad.

Un legado de valores, fe y sabiduría

Heredero del carácter férreo de mi abuelo, su padre, el recordado AbrahamCanoSánchez, don Chicho representa a esa generación que hizo del trabajo una forma de oración y del respeto su mejor lenguaje. Su temple y serenidad se combinan con una curiosidad intelectual poco común: amante de la lectura religiosa, histórica, geográfica y astronómica, ha sabido encontrar en los libros un refugio y una brújula moral.

No es casual que quienes le conocen lo describan como un hombre de pensamiento claro, amante de la naturaleza y de los pequeños silencios que sólo entienden los sabios. Su vida ha transcurrido entre la sencillez de lo cotidiano y la grandeza de quien no necesita alardes para inspirar respeto.

La edad como símbolo, no como cifra

Cumplir 90 años no es simplemente haber vivido nueve décadas: es haber contemplado los cambios del mundo desde la madurez del alma. Pocos alcanzan ese punto donde la memoria personal se convierte también en memoria colectiva.

Mi padre pertenece a esa generación que vio transformarse los caminos de tierra en autopistas, las cartas escritas a mano en mensajes digitales, y los sueños modestos en realidades alcanzables. Pero él sigue fiel a su esencia: valorar la palabra, honrar la familia y cuidar la tierra.

Esa coherencia vital es la que lo convierte hoy en un referente moral para sus hijos, nietos y hermanos, quienes celebran no solo su cumpleaños, sino el privilegio de tenerlo presente, lúcido, cariñoso y siempre atento.

Un mensaje de gratitud y reflexión

Desde estas líneas, su hijo, desde nuestra perspectiva comunicacional, expreso un profundo agradecimiento por la avalancha de felicitaciones recibidas de familiares, amigos, allegados y ciudadanos que se han unido al júbilo.

Ese sentimiento se extiende como un eco afectivo que atraviesa generaciones. En tiempos donde la prisa y la distracción dominan las relaciones humanas, detenerse a celebrar la vida de un padre que aún inspira, escucha y aconseja es un acto de profunda humanidad.

Los adultos mayores: memoria viva de la sociedad

El aniversario de mi padre también invita a una reflexión colectiva sobre la importancia de cuidar y valorar a los adultos mayores. Son ellos quienes, con sacrificio silencioso, han levantado hogares, comunidades y valores que hoy sostienen a la nación.

Cada abrazo, cada palabra de afecto hacia un anciano, es una manera de devolver el amor que un día nos fue dado sin medida. Recordemos que todos llegaremos a esa etapa, y que la manera en que tratemos hoy a nuestros mayores define la dignidad de nuestra propia vejez.

Un cumpleaños que trasciende la fecha

A los 90 años, mi papá no solo celebra tiempo vivido: celebra una historia. Una historia escrita con esfuerzo, familia y gratitud.

Su vida es, en esencia, un espejo donde muchos quisieran verse reflejados: la del hombre que labró su destino sin perder la fe, que amó sin condiciones y que enseñó, con su ejemplo, que la verdadera grandeza no está en el ruido, sino en la coherencia del alma.

Por eso, este cumpleaños número 90 no es solo motivo de celebración familiar, sino una oportunidad para rendir homenaje a una vida íntegra, a un padre ejemplar y a un dominicano que representa lo mejor de nuestras raíces.

¡Que la vida siga honrándote con salud, paz y el amor de los tuyos!

¡Felicidades, querido Padre!

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