Rafael L. Trujillo aprovechó la visita de Richard Nixon al país en 1955, para proyectarse en todos los órdenes. En la foto junto a su hermano Héctor Bienvenido (Negro), brinda con el entonces vicepresidente de los Estados Unidos durante una recepción en el Palacio Nacional. Figuran en la gráfica también, el embajador de los Estados Unidos, William Pfeifer y señora, Manuel de Moya Alonso y Patricia Nixon.
Por Lester McKenzie
Un reportero gráfico de El Caribe, en su afán por un mejor ángulo para una buena foto, pisó involuntariamente al entonces vicepresidente norteamericano Richard Nixon durante su visita al país en 1955 junto con su esposa, mientras asistía a una recepción que se le ofrecía en el Salón de Embajadores del Palacio Nacional.
Nixon, como buen diplomático sonrió al recibir el pisotón y con gesto amistoso disculpó al reportero Enriquillo Durán que estaba aterrado por su involuntaria acción.
La esposa de Nixon, Patricia, le dijo palabras de consuelo, “Mi vida, ¿te sientes mejor del pisotón? El señor Nixon sonrió y tomando a su esposa de gancho le dio palmaditas con la mano izquierda. Mientras tanto el fotógrafo estaba “hablando inglés” sin saberlo ninguno de los dos, con un alto militar, escolta y allegado del Jefe.
Enriquillo tartamudeaba más de lo que usualmente hacia y el militar, un general, como estaba en presencia de tantas personas solo usó la primera parte de su escaso vocabulario: “Mira, hijo de p … ¿pero tú tienes los ojos en el ……? ¿Tú no sabes que pisaste al segundo mandatario norteamericano? Si no fuera por esa gente te iba a tirar por el balcón”, amenazo el general.
“Pero general, yo, yo”, tartamudeaba el fotógrafo … “Cállese la boca carajo. Debía darte un revés para partirte la boca y escupas to’ los dientes”. Pero Alonso Rosario, fotógrafo de La Nación, quiso interceder a favor de su compañero, razonándole que todo había sido asunto involuntario, que Enriquillo era … “Que viene usted a meterse moño colorao” replicó el furibundo general, que en su rabia vio de ese color los cabellos arrubiados de Alonso. “A mí no me van a sugestionar con sus cuentos. Yo sé que ustedes fotógrafos y periodistas, son como los pavos, caen en grupo desde que le dicen cualquier cosa” dijo senteciosamente. “Pero yo voy a ponerle alambre a esa cerca”, continuó el general. “Voy a llamar al periódico para que te cancelen y en lo adelante te fijes donde pisas” … Mientras tanto Trujillo, Nixon y Manuel de Moya Alonso, sonriente traductor, conversaban animadamente.
Como la amenaza del militar estaba en pie, Alonso Rosario y dos o tres más buscaron el modo de enviar un mensaje al Gral. Héctor B. Trujillo, el paño de lágrimas para todos, exponiéndole el caso. El hermano menor del Jefe envió un emisario al director de El Caribe, German Emilio Ornes explicándole que Enriquillo no había cometido ningún delito.
Y fue Dios, porque después de la fiesta el general llamó por teléfono al director del diario y lo menos que le dijo fue que a ese fotógrafo había que tirarlo en un pozo con todo y cámara, o mandarlo unos días a La Victoria, y cuando el director le contesto con un desenfado, una frialdad y un coraje que agotaron sus fuerzas y su paciencia, tiro el teléfono y exclamo: “Estos carajos de los periódicos son el propio demonio y se tapan todos con la misma frisa”.
Enriquillo no volvió al Palacio Nacional por mucho tiempo y se fue del periódico cuando dejó el país y se fue a residir a Nueva York.