Enarbolemos la dominicanidad

Por Pbro. Felipe de Jesús Colón Padilla

Recientemente hubo una marcha para protestar por la presencia desordenada de haitianos en el Distrito municipal turístico de Verón, Provincia Nuestra Señora de la Altagracia, Higuey, concretamente en el Hoyo Friusa.

Buscaba además recordar que El Hoyo de Friusa es de los dominicanos y no de los haitianos.

No buscaba la expulsión de los ciudadanos haitianos que habitan allí y que trabajan en diferentes renglones de la economía nacional para sostener a su familia. Dicha marcha contó con el permiso otorgado por las autoridades del Ministerio de Interior y Policía.

Algunas voces sostienen que los haitianos no llegan a este país como simples inmigrantes, sino que están llegando para colonizar, tienen áreas sensibles del mercado laboral, prefieren nuestras camas de nuestros hospitales y están ocupando poco a poco nuestros barrios. Alzar la voz ante quienes deben cuidar y preservar la dominicanidad, es un grito patriótico.

La marcha no debe interpretarse como un menosprecio o discriminación al pueblo haitiano, sino una lucha legitima de preservar la dominicanidad.

Aquella marcha no fue del todo exitosa, pues se interpretó que la policía, que esta para cuidar el orden público, se prestó para agredir a los manifestantes con gases, agua y empujones. Según las redes sociales fue de mal gusto.

Se supone que el Mes de la Patria, nuestras fechas patrias como 26 de enero, 27 de febrero, 19 y 30 de marzo y 16 de agosto, son fecha que se celebran para fomentar el espíritu patriótico a la nueva generación de adolescentes y jóvenes que va surgiendo de manera indetenible.

Cada país tiene el legítimo derecho de proteger su territorio de cualquier invasión agresiva o pacífica. Es una actitud normal.

Y para cumplir cabalmente con una real protección, diseña políticas para conservar la pureza de sus nativos. Cada nación define el país que quiere para el presente y para el futuro.

Aquel yugo haitiano que dominó al país por veintidós años (1822-1844), aún queda en la memoria del noble y valiente pueblo dominicano. Juan Pablo Duarte junto a otros compatriotas lucharon por la soberanía que hoy tenemos. No lo defraudemos.

Ya lo expresó nuestro Padre de la Patria: “Nuestra Patria ha de ser libre e independiente de toda Potencia extranjera o se hunde la isla”.

Fueron palabras que emanaron de alguien que tenía en su corazón cada pedazo de esta tierra que nos vio nacer y crecer. Es que ciertamente “Vivir sin Patria, es lo mismo que vivir sin Honor”.

Toda manifestación patriótica debe ser siempre pacífica, evitando la violencia. Sin burla, ni humillación, respetando la dignidad de la persona humana. Ser patriota es amar y respetar nuestra tierra, nuestras raíces, nuestras leyes y nuestra cultura.

Y cada vez que se perciba una amenaza silente o frontal, que refleje que estamos perdiendo terreno, que allí no puede habitar un dominicano, o que la vida corre peligro, brotará del corazón del pueblo dominicano, como respuesta la bandera tricolor, que reza: Dios, Patria y Libertad.

El autor es Presbítero, Juez del Tribunal Eclesiástico y Párroco de la Parroquia Jesús Maestro perteneciente a la Arquidiócesis de Santiago de los Caballeros.

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