Estados Unidos de América y el debate actual sobre su futuro planetario

 

Por: Marcos José Núñez

Recientemente discutí algunas ideas con un querido amigo, quien es dominicano pero reside en Washington D.C., en el corazón mismo y centro del poder del país hegemónico de occidente. Este contertulio, tiene una visión pesimista y crítica del actual estado de cosas en la unión americana.

De acuerdo a este confraterno, ver como el actual presidente Donald John Trump, parece estar en un proceso de reversión de algunas políticas públicas y lineamientos de Estado, luce al entender de este compatriota, como una especie de asalto o ataque a lo ya instituido hace décadas en los Estados Unidos de América.

A continuación, (cito entre comillas palabras más, palabras menos), lo que este estimado amigo nos planteó inicialmente al respecto de lo ya mencionado:

La institucionalidad democrática está bajo ataque en los Estados Unidos. Un presidente que no respeta la Constitución ni mucho menos la separación de poderes. Ese cambio de nombre del Departamento de Estado a Departamento de Guerra tiene que ser aprobado por el Congreso, y él (el presidente Trump) le pasa por encima a eso. Con la actitud imperial y autócrata de este individuo, los padres fundadores de esta nación deben estar revolcándose en sus tumbas.”

En ese tenor, quien escribe le respondió diciendo que, en esta época post-contemporánea, de lo que se trata es de que el grupo al frente del ejecutivo busca imponer decisiones en el eje interno-externo que beneficien más unilateralmente los intereses de E.E.U.U. y hacer más hegemónica en su área de influencia inmediata, su visión diría ecléctica, sobre el ejercicio del poder global en una época bastante compleja.

Y le agregué que esos cambios a ese nivel, traen escándalo, choque, contienda pero que los poderes que deciden entienden eso como consecuencias colaterales menores de cara a conseguir cambios importantes desde adentro y en su política exterior, máxime en áreas que revisten mucha importancia geoeconómica, geoestratégica y por tanto, geopolítica.

El compañero nos replicó diciendo que la sociedad estadounidense no funciona así y que eso aplica de manera más efectiva en países que han tenido o tienen una cultura autocrática.

Según él, los Estados Unidos no funcionan bajo esos códigos y han logrado ser una potencia sobre la base de la institucionalidad instaurada sin rasgos de fuerza desde el ejecutivo.

Agregó que todo lo demás son excusas para justificar esa ignominia.

Contra repliqué diciéndole que al parecer, hay un sector importante del poder político estadounidense que entiende que para corregir la ruta hay que actuar tomando decisiones y haciendo uso de poderes extraordinarios o imponiendo decisiones con fuerza de cara a obtener un mejor desempeño de sus objetivos a mediano plazo.

Desde el punto de vista de este íntimo, alega que lo sucedido es que un adefesio ideológico asaltó un partido político del sistema y de manera pretenciosa pretende hacer una especie de retrogresión autocrática que hiere, descompone y trae caos, desconcierto, pretendiendo frenar o deshacer un proceso evolutivo para esa potencia que es irreversible.

Frente a su argumento aduje que son ellos, los estadounidenses quienes más promovieron en el siglo XX, gobiernos de fuerza en nuestro continente.

Entienden por tanto, mucho mejor que nadie la utilidad que puede tener gobernar con rasgos autocráticos o de fuerza cuando hay muchas trabas, con miras a lograr objetivos importantes de desarrollo a mediano y largo plazo.

Le añadí que se procedió a promover autocracias y gobiernos de corte dictatorial (ya habían existido en el siglo XIX en Latinoamérica no promovidas por E.E.U.U.) pero en algunos casos con el propósito de desarrollar por la fuerza o por re-direccionamiento, el capitalismo que era tardío o poco desarrollado en una buena parte de nuestros países hermanos.

Y es que en el sector político que lidera el presidente Trump, hay la idea fija de que para mejorar la competencia con China, Rusia y ahora se agrega la India, hay que ser menos institucional respecto a los acostumbrados contrapesos y balances y más unilateral en la manera de gobernar para afianzar y relanzar el país de cara a un futuro más promisorio.

 

El autor es abogado y articulista sobre temas políticos e internacionales.

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