Por: Marcos José Núñez
Ante todo, quiero poner en contexto al lector: El peronismo también llamado justicialismo, es una tendencia y corriente política surgida en Argentina a mediados de la década de 1940 en torno de la figura de Juan Domingo Perón y las políticas laborales y previsionales que este llevó adelante desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, durante la Revolución del 43.
Imperativo señalar a Juan Domingo Perón: Fue un militar y político argentino que tuvo un gran apoyo popular porque promovió medidas estatales que mejoraron las condiciones de vida de la clase trabajadora.
Desde la Secretaría de Trabajo y Bienestar, llevó a cabo una política que transformó la legislación laboral a favor de los trabajadores.
Más tarde, ganó dos elecciones seguidas que lo mantuvieron en la presidencia entre 1945 y 1955, hasta que fue derrocado por un golpe de Estado y debió exiliarse durante casi dos décadas.
En 1973, retornó al país y volvió a asumir la presidencia hasta que murió en ejercicio de funciones en 1974.
Según el sitio web http://www.bnm.me.gov.ar/proyectos/ el peronismo significó un quiebre en la vida social, política y económica. Los trabajadores adquirieron derechos sociales y ocuparon el centro de la escena. Pero, además, el peronismo se presentó a sí mismo como un hito de la historia del país sólo comparable a la revolución de la independencia.
Política actual en Argentina
Con la increible victoria electoral del movimiento «La Libertad Avanza» en 2023 en medio de una gran crisis dijimos que el éxito de Milei dependería de como estuviese la economía política.
Los primeros dos años del primer gobierno alegadamente libertario en América, aunque algunos le ven como anarco-capitalista, ha sido de reformas económicas para reducir el gasto dispendioso y la inflación galopante que venia registrándose anteriormente.
No obstante el gran esfuerzo del nuevo gobierno se ha estrellado en las Primarias Abiertas y Simultáneas Obligatorias (PASO), al verificarse una votación masiva a favor de los pre-candidatos internos del justicialismo frente a los candidatos del oficialismo, aunque cabe destacar que la provincia de Buenos Aires en donde se concentra un 40% de población del pais, siempre ha sido un bastión del peronismo.
Desde el 1946, Argentina es un pais «Justicialista» hasta la médula y es dificil gobernar allí bajo otra lógica que no sea el populismo con el que lo hace esa corriente politica en sus distintas facetas.
Por eso soy de opinión que Milei va a ser al parecer, un presidente de transición que solo vino a reordenar y arreglar la casa para que el pupilo juvenil del kirchnerismo peronista y gobernador de Baires, Axel Kicillof, coseche los resultados de las reformas drásticas que han implementado los libertarios llegando incluso a recortar las pensiones, algo impensable hace unos años.
El peronismo y el justicialismo que es practicamente lo mismo, se ha metido debajo de la piel y en las venas de ese pueblo, ocupando el espacio de organización politica dominante que antes fue de los alicaidos Radicales (Partido Unión Cívica Radical) pero con la crisis financiera del 1929, el viejo orden de cosas se derrumbó en Argentina y el populismo militarista salvífico y con matices de socialismo cristiano del coronel Juan Domingo Perón, se impuso hasta hoy, con algunos interregnos de gobiernos ad hoc y golpes militares de derecha.
En definitiva, el peronismo moderno ha sido una corriente política con claro impacto positivo para amplios sectores de la población argentina: trabajadores, jubilados, sectores pobres, sindicatos. Ha ayudado a mantener una tradición de justicia social como parte central del contrato político argentino.
Pero también ha mostrado sus límites: su modelo no ha logrado evitar las crisis recurrentes, la inflación persistente ni una inestabilidad económica estructural.
Sus políticas sientan bases sólidas de solidaridad, pero a menudo sin complementar con reformas que permitan un desarrollo económico sostenido, equitativo y menos dependiente de subsidios o controles.
El legado del peronismo hoy es por lo tanto mixto: beneficios reales en lo social y lo simbólico, pero también costos económicos, distorsiones institucionales y desafíos que se repiten generación tras generación.
Si usted se pregunta ¿ha sido beneficioso? Sí, en muchas dimensiones de la vida argentina ha sido esencial.
Pero los argentinos que lo apoyan saben que los beneficios no son absolutos ni permanentes sin vigilancia y sin reformas, y quienes lo critican suelen reconocer (aunque lo nieguen) algunas de sus conquistas sociales como parte de la vida cotidiana.