Por Daniel Santana danielpuerie@gmail.com
La noche del 11 de junio de 1964 quedó grabada en la memoria nacional como una de las más trágicas de la historia reciente de Santo Domingo. Pasadas las once de la noche, una serie de estruendos repetidos y explosiones en cadena sacudieron el polvorín del antiguo Campamento Militar “27 de Febrero”, en el sector de Villa Duarte, sembrando el terror en toda la ciudad.
El estallido inicial, seguido de varias detonaciones posteriores, fue de tal magnitud que provocó un estruendo sentido en diferentes barrios de la capital. Vidrieras reventadas, comercios destruidos y viviendas con daños estructurales dieron testimonio del alcance de la tragedia. El caos se extendió hasta zonas como la avenida Duarte, la Mella y la calle El Conde.
A ese panorama se sumó un episodio que incrementó el miedo colectivo: el ruido de los blindados militares huyendo y recorriendo las calles del Ensanche La Fe, trasladados apresuradamente hacia lugares más seguros ante el temor de que las llamas alcanzaran todo el arsenal. El retumbar de motores y cadenas metálicas en medio de la noche aumentó la sensación de que la capital estaba bajo una amenaza mayor.
Los reportes oficiales de la época hablaron de 8 muertos y 111 heridos, aunque versiones posteriores elevaron la cifra a 11 fallecidos y más de un centenar de lesionados, entre militares, bomberos y civiles que intentaban sofocar las llamas.
Más allá de las cifras, lo cierto es que el país quedó sacudido por la incertidumbre. Mientras algunos medios lo catalogaban como un accidente, en los pasillos del poder se manejaban teorías de sabotaje o acción criminal, nunca confirmadas. Hasta el día de hoy, el expediente oficial permanece con vacíos que alimentan la duda histórica.
La magnitud de los daños materiales y la falta de respuestas claras generaron un profundo malestar ciudadano. La gente se preguntaba cómo era posible que un arsenal de tanta importancia estuviera ubicado en plena ciudad y bajo condiciones tan vulnerables.
Contexto político: del derrocamiento de Bosch a la Revolución de Abril
La explosión del polvorín no puede entenderse fuera de su contexto. Apenas habían pasado nueve meses del golpe de Estado que derrocó al profesor Juan Bosch en septiembre de 1963, y el país vivía un ambiente cargado de tensión política y represión.
Menos de un año después, en abril de 1965, estallaría la Revolución de Abril, donde se reclamaba el retorno de Bosch y la vuelta a la Constitución de 1963. Vista en perspectiva, la tragedia de Villa Duarte fue uno de esos episodios que reflejaron el clima de inestabilidad y miedo que se respiraba en la República Dominicana de la época.
La explosión del polvorín no solo marcó la vida de las familias afectadas, sino que también tuvo consecuencias políticas. En medio de la conmoción, el gobierno de facto utilizó el hecho como argumento para intervenir la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) mediante la Ley 292, autorizando la entrada de fuerzas militares a sus terrenos.
Seis décadas después, la memoria del polvorín sigue viva. No solo por el dolor de quienes perdieron seres queridos, sino también porque simboliza la vulnerabilidad de una nación que transitaba de dictadura a democracia, atrapada entre la represión y la esperanza.
La República Dominicana aún debe a su pueblo la verdad completa sobre aquel suceso. Porque mientras el misterio siga intacto, la explosión del polvorín será recordada no solo como una tragedia militar, sino como un espejo del miedo, el silencio y la manipulación política que marcaron una época decisiva de nuestra historia.