Independencia Dominicana: El proceso libertario más largo y complejo de América

 

Por: Marcos José Núñez

Cuando se toca el tema de los procesos independentistas de toda la américa hispana, esto es, las antiguas colonias americanas del viejo imperio español, muchos escritores tanto criollos como extranjeros tienden a ver como un proceso tardío lo que sucedió en lo que hoy es la República Dominicana.

Es un consenso casi total para escritores e historiadores locales que nuestro país logró su independencia a partir de la proclamación del 27 de febrero de 1844 (casi veinte años después que Bolivia, el último país de Sudamérica en lograrlo) y la consolidó durante los siguientes 12 años de batallas continuas contra los haitianos.

Sin embargo, somos de opinión que el proceso independentista dominicano está revestido de ciertas complejidades y particularidades que no surgen en 1844, sino que se remonta a décadas antes de lo que se considera tradicionalmente como la fecha patria por excelencia.

Para entender cabalmente de que se trata nuestro planteamiento, tenemos que remontarnos en el tiempo al siglo XVIII, específicamente al inicio de la guerra de independencia haitiana, el 22 de agosto de 1792.

Inspirados directamente en la guerra de independencia de las trece colonias británicas de Norteamérica y la revolución francesa, los negros esclavos de la colonia francesa de Saint Domingue, decidieron levantarse en armas en contra de sus crueles amos y propietarios para deshacer de una vez por todas, el régimen de abusos ilimitados del que eran objeto desde hacía casi dos siglos.

Basados en los principios de libertad, igualdad y fraternidad que enarboló la revolución francesa, la cual abolió por completo el gobierno de la realeza y los inmensos privilegios que ostentaban tanto el clero como la nobleza, los esclavos de Saint Domingue se organizaron para luchar por eliminar la esclavitud y al igual que la revolución norteamericana de 1776, proclamar una nación libre e independiente.

Cabe destacar que los negros esclavos y los mulatos de Saint Domingue eran conscientes al momento de iniciar la lucha de que eran una inmensa mayoría de la población y ciertamente, según relatos de la época, eran más de las 3/4 partes de la población residente en la colonia y por otro lado, menos de la 1/4 parte restante eran los franceses blancos propietarios de las plantaciones y dueños de los comercios.

Esa fuerza de trabajo esclava sublevada que era varias veces mayor que los poderosos dueños del capital y el trasiego de mercancías fue determinante para que la rebelión de los esclavos lograra debilitar el poder colonial francés y con ello lograr el propósito inicial de la lucha de 1792 con la proclamación de la independencia haitiana el 1 de enero de 1804.

Hay que decir que la guerra entre los franceses de la colonia y los esclavos negros ya había sido prácticamente ganada por los últimos en 1801, teniendo al frente de las fuerzas rebeldes al brillante estratega militar Toussaint Louverture pero, para los planes que estaba llevando a cabo el general Napoleón Bonaparte eso victoria parcial, resultaba muy inconveniente.

Napoleón, el Gran Corso, tenía planes de dominar toda Europa y parte del Asia construyendo algo parecido a lo que había sido el antiguo imperio romano y en ese sentido, estaba avanzando sobre el terreno al amanecer del siglo XIX. En América, también proyectaba extender la influencia directa de Francia hacia codiciados territorios en poder de otras potencias europeas.

En ese tenor hay que señalar que la Francia revolucionaria ya había recibido de parte de la corona española, la cesión de la parte hispánica de la isla de Santo Domingo con la firma del tratado de Basilea en 1795, luego que España le hubiese declarado la guerra a Francia, perdiendo dicho conflicto y viéndose en la necesidad de ceder lo que hoy es nuestra República Dominicana.

Al momento de estallar la revolución francesa el 14 de julio de 1789, tanto en Francia como en España gobernaban los Borbones, una familia real de origen francés y que pertenece a la longeva dinastía de los Capetos, una de las más antiguas de Europa.

Siendo parientes muy cercanos tanto el rey de España como de Francia, al producirse la caída del monarca francés Luis XVI, la corona española gobernada por su primo Carlos IV, decidió enfrentar el nuevo gobierno cívico-militar de los franceses, no solo para restaurar a los Borbones como casa real francesa en el gobierno sino para evitar que por extensión, una revolución parecida a la francesa llegase a tener lugar dentro de la propia nación Española.

El imperio español cedió lo que hoy es nuestro país a Francia desde 1795, quedando ambas colonias de Saint Domingue y Santo Domingo unidas jurídicamente pero cuando las fuerzas militares napoleónicas de Francia son derrotadas por los ejércitos de los esclavos para enero de 1804, la independencia de Haití lo fue a su vez de toda la isla por lo acordado en 1795.

De ahí es que surge la postura o doctrina que ha enarbolado el pueblo haitiano tradicionalmente de que la isla es una e indivisible, postura que fue proclamada poco después del tratado de Basilea por el propio Toussaint Louverture y materializada más adelante cuando aquel asumió como gobernador general de toda la colonia en 1801.

A pesar de lo anterior, una gran mayoría del pueblo en la colonia oriental de Santo Domingo, rechazó la cesión a Francia del tratado de Basilea primero, por la presencia de las fuerzas haitianas y luego, por los restos del ejército napoleónico que se apoderó del lado Este de la frontera insular, debido a las grandes diferencias culturales y sociales que existía entre los habitantes de ambos lados de la isla.

Aunque nuestro lado de la isla había sido libertado conjuntamente con la parte francesa rebautizada como «República de Haití» y los haitianos intentaron forzar la unificación total, la presencia del general Ferrand al frente de lo que quedaba de las tropas napoleónicas en la colonia oriental e hispánica de Santo Domingo, evitó que las incursiones de los haitianos tuvieran éxito en sus propósitos políticos de fusionar la isla.

Los haitianos recién independizados tuvieron que volcarse a reconstruir su país arruinado por más de una década de lucha continua y a tratar de consolidar su proceso independentista ante el riesgo de una nueva invasión francesa, máxime el hecho de que como hemos señalado, todavía quedaba en la parte oriental de la isla, presencia vital e importante del ejército francés de la reconquista napoleónica de 1802.

El malestar imperaba en gran parte de los habitantes de la colonia oriental de Santo Domingo que no aceptaban la presencia del invasor francés en su porción del territorio. La incompatibilidad de costumbres, leyes y las consecuencias de la gran agitación europea que estaban produciendo las guerras napoleónicas, provocó que se iniciara un movimiento interno de resistencia a la presencia colonial francesa.

La realidad es que España cedió con mucha facilidad el control de toda la isla a Francia, porque aunque perdió de plano, la guerra con ese país en 1795, la verdad es que tenía poco interés en retener una colonia tan pobre como era la nuestra en comparación con otras colonias como los virreinatos de la Nueva España (México), Nueva Granada (Colombia), Rio de la Plata (Argentina) y el Perú que dejaban grandes beneficios económicos a la corona.

A pesar del desinterés español por recuperar su parte de la isla de Santo Domingo y el proceso de independencia haitiana que había sido logrado para ambos lados de la frontera, la resistencia interna a los franceses tenía como principal objetivo luchar para que Santo Domingo hispánico volviera a ser parte integral de la colonia española con ciertos niveles de autonomía; solo un muy reducido sector de la población en general tenía en ese momento, simpatías genuinas por ser parte integral de la República de Haití.

Es en ese contexto especifico que surge la conspiración del hispanófilo Juan Sánchez Ramírez, quien estaba organizando y reuniendo discretamente un grupo de milicianos habitantes de la colonia hispánica de Santo Domingo para dar una especie de golpe de Estado y derrotar al gobernador Ferrand con su ejército de franchutes.

Sánchez Ramírez, un próspero hacendado y reconocido comerciante, nacido en lo que hoy es la ciudad de Cotuí en República Dominicana, era un fiel partidario de España que ante los acontecimientos que llevaron a Napoleón Bonaparte invadir la península ibérica en 1808 y deponer al rey Fernando VII, tomó la decisión de luchar valientemente para echar a los franceses de forma definitiva de nuestra isla e instaurar un gobierno completamente leal a la disminuida corona española.

Con la ayuda del gobernador general de Puerto Rico quien envió tropas que desembarcaron por el Este de la isla, más los milicianos que había logrado reclutar con su propio esfuerzo, Juan Sánchez Ramírez inició el proceso conocido como «La Reconquista» que culminó con una gran victoria en la célebre batalla de «Palo Hincado» el día 8 de noviembre de 1809, suceso que fue determinante para lograr el retorno (totalmente voluntario) de la colonia oriental de Santo Domingo a manos del reino ibérico en el exilio (el Rey Fernando VII está preso en la localidad de Bayona, Francia).

Éramos completamente independientes y no lo sabíamos; ya éramos libres pero no existía en la mentalidad de los soldados triunfantes de Santo Domingo, no había germinado en los vencedores de Palo Hincado, la idea de tener gobierno propio y proclamarnos como nación, lo cual veían como algo remoto e imposible de lograr, ni siquiera porque España estuviera invadida y debilitada por los propios franceses.

Pese a la contundente victoria de las fuerzas pro-hispánicas sobre el imperio francés en Santo Domingo, era tal el desinterés del Reino de España que apenas tenía tropas militares de puesto en Santo Domingo. Además, los gobernadores de la colonia eran designados desde La Habana, Cuba en vez de ser enviados directamente por una junta de gobierno o nombrados por el Rey.

En pocas palabras, volvimos en los hechos a ser parte del imperio español, como en efecto se formalizó en términos jurídicos más adelante, cuando en 1815 se firmó el segundo tratado de Paris que con la derrota absoluta del emperador Napoleón I, anuló los efectos jurídicos del anterior tratado de Basilea, entrando Santo Domingo hispánico formalmente a partir de ahí, en un periodo que es llamado acertadamente por los historiadores dominicanos como la «España Boba».

Habíamos logrado una «independencia» impracticable conjuntamente con el pueblo haitiano, existiendo grandes incompatibilidades (todavía existen) por un lado y por el otro, renegando de una independencia orgánica y para la que no estábamos preparados del lado oeste de la isla, decidimos por las armas volver a un status inconveniente de colonia de un reino que no mostraba voluntad de acogernos de vuelta, como lo prueba la profundización de la pobreza y abandono político durante ese periodo de alegada reconquista que perduró por 12 años más.

Por todo lo anterior y en el entendido de que las condiciones políticas y socio-económicas no podían ser peores, es que se inicia una segunda etapa de nuestro proceso independentista, esta vez totalmente al margen tanto de Haití como de España y que es conocido en nuestra historia nacional como la «Independencia Efímera».

José Núñez de Cáceres, quien había sido rector de la universidad, auditor del gobierno colonial, teniente de gobernador, intendente, asesor y periodista es quien se pone a la cabeza de una nueva conspiración para lograr liberación nacional y cambiar el estado de cosas reinante en la colonia hasta ese momento.

La primera fase de la conspiración inició en marzo de 1821 pero al ser parcialmente develada la trama, el gobernador Don Sebastián Kindelán actuó rápido sofocándola parcialmente; apresó a algunos involucrados pero no apresó al principal cabeza del movimiento, el Doctor Núñez de Cáceres, ya que su participación en dicha conspiración no fue confirmada por falta de evidencias.

Unos ocho meses después, el oficial Andrés Amarante, miembro del grupo conspirador de Núñez de Cáceres, se alzó en armas en la línea noroeste y pocos días después, el movimiento independentista que siguió creciendo y trabajando en la clandestinidad pese al fracaso inicial, tomó por sorpresa en la madrugada del treinta de noviembre al primero de diciembre de 1821, la fortaleza de Santo Domingo, apresando al nuevo gobernador, Don Pascual Real y proclamando con ello la independencia definitiva de la corona española.

Cabe destacar que no hubo batallas o enfrentamientos armados de importancia durante el breve proceso independentista liderado por José Núñez de Cáceres. Las pocas tropas españolas que había en toda la colonia oriental de Santo Domingo no lucharon para resistir la conjura y unos días después, se fueron en barco de vuelta hacia La Habana junto con el ex gobernador, Don Pascual Real, quien apenas estuvo seis meses en el cargo.

La independencia de España quedó sellada la mañana de ese 1ro de diciembre de 1821 y la colonia de Santo Domingo quedó rebautizada por iniciativa del propio José Núñez de Cáceres como «Estado Independiente de Haití Español», asumiendo aquel como presidente de la incipiente nación y declarando su voluntad de unirse como estado confederado a la Gran Colombia formada por el general Simón Bolívar.

Se procedió de inmediato a izar la bandera de la Gran Colombia en sustitución de la bandera española. Fue un error táctico muy grave de Núñez de Cáceres proclamar el «Estado de Haití Español» dado que fue una especie de reconocimiento indirecto de vínculos del oriente de la isla con la República de Haití en el lado occidental, usando el nombre de «Haití» como referencia para designar el nuevo país, en vez de proclamar el nacimiento de la República de «Santo Domingo», este último el nombre real que ostentaba la colonia oriental de habla hispana desde mediados del siglo XVI.

Además Núñez de Cáceres al parecer ignoraba que el gobierno haitiano del presidente Alexandre Petión había apoyado directamente con armas, soldados, barcos y dinero, el proceso independentista que llevaba a cabo en Sudamérica el general Simón Bolívar y que éste, en agradecimiento ante tal apoyo, estaba comprometido a respetar las decisiones del Estado haitiano, entre ellas, la vieja idea de dominar ambas partes de la isla de Santo Domingo.

Además debemos de resaltar que la proclamación de la independencia de la corona española que fue en efecto definitiva en 1821, cometió el error de no proclamar la abolición total de la esclavitud, lo que si habían hecho los haitianos en 1804 y el libertador Bolívar en Sudamérica, empujando con ello a amplios sectores de la población de la parte española, tanto esclavos como mulatos libres, sobretodo en la zona sur del país, a sentirse identificados con la República de Haití, dado que veían con mucho recelo las intenciones, las omisiones y las medidas del nuevo gobierno independentista.

Aunque la esclavitud en la colonia de Santo Domingo nunca fue tan abusiva y sangrienta como en la colonia francesa de Saint Domingue llamada posteriormente Haití, muchos negros esclavos, negros libertos y mulatos libres renegaron de apoyar la independencia del lado hispánico de la isla y buscaron un acercamiento definitivo con el gobierno haitiano presidido por el sucesor de Petión, el general Jean Pierre Boyer para producir la unificación de toda la isla.

La economía del nuevo país estaba prácticamente arruinada y solo dependía para su subsistencia de «El Situado» esto es, un envío de dinero procedente de lo que hoy son los Estados Unidos Mexicanos, para sostener los gastos administrativos y militares de la colonia, envío que quedaba ya finiquitado con la proclamación de la independencia del dominio español.

En cambio, la economía haitiana mostraba signos de fortaleza e independencia, atrayendo la atención de comerciantes de la colonia de Santo Domingo que inicialmente no se opusieron a la proclama de Núñez de Cáceres pero, comenzaron a ver con buenos ojos y para su beneficio, la unificación con la República de Haití.

Con las condiciones dadas para su intromisión, el presidente Boyer proclamó su intención de «visitar» la parte oriental de la isla ante el deseo manifiesto de una parte importante de la población de acercarse a su país. La segunda etapa de nuestra independencia de España en 1821, había arrastrado errores estratégicos que debilitaron la lucha y a Núñez de Cáceres no le quedó más remedio que aceptar la invasión pacifica de los militares haitianos, quienes entraron a la ciudad de Santo Domingo el 9 de febrero de 1822, iniciándose el periodo que se conoce en nuestra historia como la «Dominación Haitiana».

Por tanto, cuando culmina la tercera etapa -y la más importante- del largo proceso de independencia nacional, el 27 de febrero de 1844, los conjurados hablaban claramente de «Separación de Haití» (así consta en varios documentos como el manifiesto o declaración del 16 de enero de 1844) y no de independencia propiamente, porque reconocían los abortados y efímeros acontecimientos de noviembre-diciembre de 1821, como el punto de inicio y de apoyo de su propia conspiración 22 años después.

Por último, el proceso de la guerra de restauración de la independencia nacional que inició con fuerza el 16 de agosto de 1863 y que perduró hasta el 3 de marzo de 1865 con motivo de la infausta anexión a España promovida por el Gral. Pedro Santana a partir del 18 de marzo de 1861, quiso restituir al país a su estado de libertad absoluta posterior al 27 de febrero de 1844, constituyendo sin dudas, la cuarta y última etapa de un proceso libertario e independentista largo, complejo y difícil que abarcó un periodo de lucha por la liberación nacional de unos 61 años aproximadamente.

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