Redacción Exposición Mediática.- En la historia de la humanidad, pocos símbolos han experimentado una transformación tan drástica y contradictoria como la suástica, también conocida como esvástica.
Lo que comenzó como un signo de prosperidad, de buena fortuna y de vinculación con lo divino, terminó convertido —por circunstancias políticas e ideológicas del siglo XX— en el emblema por excelencia del horror, el antisemitismo y el Holocausto.
Hoy, esa dualidad vuelve a escena en un terreno impensado: el universo de los videojuegos, a raíz de la controversia en torno a Fortnite y el personaje Peacemaker.
Un signo ancestral con múltiples significados
La suástica tiene una antigüedad que supera los 5,000 años. Ha sido documentada en piezas arqueológicas en Asia, Europa y América. En culturas como la hindú, budista y jainista, representa al sol, la vida, la eternidad, la armonía cósmica y la buena fortuna.
Para los hindúes, es común verla pintada en las puertas de los hogares y templos como signo de bendición. En el budismo, simboliza los pies de Buda y la rueda del dharma. En la cosmovisión jainista, refiere a los cuatro estados de existencia: cielo, humanidad, animalidad y mundo subterráneo. En todas esas manifestaciones, la suástica es luminosa, positiva y vinculada con la idea de trascendencia.
La apropiación nazi
El giro dramático de su historia ocurrió en 1920, cuando Adolf Hitler y el Partido Nacionalsocialista Alemán adoptaron la suástica como emblema oficial. Su forma, orientada en ángulo recto y en color negro sobre fondo blanco y rojo, fue concebida como una representación de la “raza aria” y del proyecto expansionista y excluyente del Tercer Reich.
Con el ascenso del nazismo, la suástica dejó de ser un signo espiritual y milenario para transformarse, en Occidente, en el emblema del totalitarismo, la persecución y el genocidio. Tras la Segunda Guerra Mundial y las atrocidades del Holocausto, la asociación del símbolo con la violencia extrema quedó definitivamente marcada en la memoria colectiva de Europa y gran parte del mundo.
La controversia actual: Fortnite, Peacemaker y la memoria histórica
En las últimas semanas, usuarios de Fortnite expresaron su molestia al ver al personaje Peacemaker —interpretado en cine y televisión por John Cena— realizando un baile dentro del juego que, según algunos jugadores, evocaba una gestualidad vinculada a la esvástica nazi. Las quejas se multiplicaron en redes sociales, acusando al videojuego de frivolizar con un signo cargado de dolor histórico.
Sin embargo, la polémica abre un debate mayor: ¿hasta qué punto se está descontextualizando la percepción pública del símbolo? ¿No se supone que la esvástica tenía un origen milenario y positivo antes de ser resignificada en el siglo XX? ¿Qué lugar ocupa hoy esa ambigüedad en la cultura global?
Entre el desconocimiento y la sensibilidad histórica
El caso de Fortnite evidencia dos realidades contrapuestas: por un lado, una generación joven que desconoce la profundidad histórica de la suástica y la reduce a su vínculo con el nazismo; por otro, la necesidad de sensibilidad cultural frente a un símbolo que, aunque ancestral, quedó irremediablemente marcado por la tragedia del Holocausto.
Aquí surge la tensión central: ¿se puede rescatar el significado original de la suástica en un mundo donde su apropiación por los nazis sigue siendo una herida abierta? Algunos académicos sostienen que, en contextos religiosos o culturales de Asia, el símbolo debe seguir usándose sin culpa, preservando su autenticidad. Pero en Occidente, la memoria histórica ha sepultado ese sentido bajo el peso del genocidio.
La cultura pop como terreno de disputa
El episodio con Peacemaker en Fortnite no es más que otro capítulo dentro de la larga lista de malentendidos culturales en la era digital. La cultura pop —series, videojuegos, cómics, memes— es un campo donde lo simbólico se fragmenta y se reinterpreta constantemente. Pero no todos los símbolos soportan esa relativización.
La suástica es un ejemplo paradigmático: allí donde en Asia aún significa prosperidad, en Europa y América sigue despertando rechazo visceral. Pretender que un baile, un gesto o una figura de ficción la use inocentemente es desconocer la potencia emocional que conserva en millones de personas.
Síntesis
La controversia nos recuerda que los símbolos no existen en el vacío: están cargados de historias, heridas y memorias colectivas. La suástica —antes luz solar y buen augurio— fue despojada de su esencia original al ser convertida en estandarte del odio nazi. Esa marca, aunque injusta frente a sus orígenes, resulta imposible de borrar para la conciencia occidental contemporánea.
El debate sobre su uso en Fortnite no es un simple asunto de entretenimiento digital. Es una advertencia sobre cómo el desconocimiento histórico y la frivolización cultural pueden reabrir heridas, incluso cuando se trate de un gesto aparentemente inocente dentro de un videojuego.
La lección es clara: la responsabilidad de la memoria no se limita a los libros de historia ni a los museos. También alcanza a los universos virtuales, a los íconos de la cultura pop y a las plataformas donde millones de jóvenes aprenden, juegan y reproducen significados.
La suástica seguirá siendo un símbolo con dos rostros irreconciliables, y nuestra tarea como sociedad es recordar siempre de qué lado de la historia nos corresponde estar.