Por Juan Julio Báez Contreras

El boss, siempre hablaba con orgullo de que fue uno de los primeros egresados de la escuela de locución Otto Rivera. Un lugar de donde han salido la mayoría de los maestros del arte del buen hablar que tanto ayer como hoy se constituyeron en grandes pilares de la comunicación en nuestra nación, cuyas capacidades innatas fueron perfeccionadas en ese recinto.

Mi padre perteneció a una de las primeras promociones de egresados de esa institución. Como discípulo aventajado de don Otto Rivera, mi padre durante una buena parte de su vida hizo la transición de discípulo a maestro y también fue docente en la escuela de locución que lo formó.

A diferencia mía, que aunque siempre quise ser locutor, mi ingreso a trabajar en la radio, no tuvo nada que ver con el deseo ardiente que había en mi corazón de ser locutor como mi padre. Sino que por unas circunstancias especiales que se dieron, cuando cursaba el tercer año de bachillerato, faltando apenas unos tres meses para yo cumplir los 16 años, empecé a trabajar como musicalizador en la emisora de radio, FM 107. 5 Stereo, propiedad de don Frank Micheli, por sugerencias específicas, hechas por mi santa madre, doña Yrma Contreras, quien cuando sugería algo, usted sabía que era una orden directa que había recibido, la cual ella de manera diplomática la disfrazada de sugerencia. Y definitivamente lo que ella sugería, no admitía ningún tipo de reconsideración, porque sencillamente había que cumplporque había que cumplir.

Al nosotros vivir a dos esquinas del parque Duarte y el colegio donde estudiaba quedaba también bastante cerca de dicho lugar, cuando salíamos a las seis de la tarde del colegio Episcopal Todos los Santos, tenía la autorización de doña Yrma Contreras, de quedarme hasta las 7:30 u 8:00 de la noche con mis compañeros de estudios matando horas en el parque. Uno de esos días en los que estábamos allí reunidos, algo en mi interior me dijo vete para tu casa e inmediatamente con la protesta de mis amigos, que decían quédate un rato más, todavía está muy temprano, te vas más tarde. Le hice caso omiso y me fui. no había yo, aún salido del parque, cuando una patrulla de la Policía Nacional, se le tiró a un grupo de jóvenes de otro colegio que al igual que nosotros iban al parque a conversar entre ellos. Era una patrulla que había recibido la denuncia de que unos jóvenes en el parque se reunían a fumar marihuana, cosa que no era cierta, pero primero los revisaron a ellos y posteriormente, requisaron a mis compañeros del colegio, a los cuales dejaron ir, pues efectivamente ni nuestros vecinos, ni ellos, tenían nada sospechoso.

No se como, pero mi madre, a la que en asuntos investigativos, Sherlock Holmes le quedaba chiquito, se enteró de esa noticia y con la excusa de que el año escolar estaba finalizando y tenía que enfocarme más en mis estudios, a lo que casi me río, pues siempre fui uno de los mejores estudiantes del colegio y fruto de mis excelentes calificaciones, estudiaba becado, pero como el puño de mi madre pegaba más duro que el del gran boxeador panameño Mano de Piedra Durán, por razones obvias, decidí ahorrarme el comentario, ya que la prudencia me indicaba que si respondía mi anatomía iba a recibir el castigo de mi insolencia. “Ah, también hablé con mi compadre Padua, para que desde mañana, cuando salgas del colegio, te vayas directamente a la emisora a practicar y a que te enseñe el oficio de locutor, ya estás grande y debes comenzar a trabajar”.

Tres meses después de esa conversación, el 18 de agosto del año 1983, hice mi debut oficial como disc jockey de La 107.

Había un comercial grabado por mi gran amigo y mentor en esos primeros años de trabajo, un extraordinario locutor nativo de la provincia de El Seybo, don Víctor Ramón Rosa, que decía: “En La 107 musicaliza Juan Julio Báez “.

Mientras eso pasaba en La Romana, en la escuela de locución Otto Rivera, mi padre se encontraba dando clases y con el aula llena de aspirantes a locutores, generalmente comenzaba sus clases, pidiendo un voluntario, al que dedocráticamente el tenía que elegir, pues era tanto el temor que inspiraba con ese vozarrón que tenía, que nadie en su sano juicio osaba ofrecerse voluntariamente. Así, que el luego de auscultar toda el aula, seleccionaba meticulosamente a su primera víctima, que sin saberlo, ni mucho menos imaginárselo, iba a ir directamente al paredón:
“A ver, usted, si el de la camisa roja, póngase de pies y de un paso al frente. Imagínese que usted es el maestro de ceremonias del presidente de la República y le toca presentarlo desde el salón las Cariatides del Palacio Nacional, a través de una cadena de radio y televisión con alcance nacional, cuya emisora matriz lo será Radio Televisión Dominicana, canales 4,5 y 12, como usted lo haría? Comience”. La mayoría de las veces con la mente completamente en blanco, el aspirante a locutor le decía: “Podría por favor repetírmelo profesor, porque no escuché correctamente. El salón de quien? “. Lo que provocaba la hilaridad de los demás y que el maestro con ceño fruncido dijera: “Un buen locutor debe saber escuchar y tener pupitre. La azotea bien amueblada. Lo que quiere decir que tiene que tener cultura general. Un léxico bastante amplio, que le permita poder hablar de diferentes topicos con propiedad y decir la misma cosa de diferentes maneras para cautivar a su público “.

Durante las próximas semanas cogiendo clases aquí conmigo ustedes van a aprender eso. A soltar el miedo escénico. A poder hablar en público sin miedo y con una gran propiedad. Y claro que aprendían, porque con mi padre se aprendía porque se aprendía, aunque sus métodos no fueran los más convencionales.

Mis hijos, que eran locos con su abuelo, un día le dijeron que querían aprender a hablar correctamente y para ello necesitaban un curso de locución. El accedió a enseñarles. Mis hijas Julianis y Yanira Emperatriz, agregaron a un grupo de cinco o seis de sus amigos para que cogieran el curso. Quedando de que los sábados de 4:00 a 6:00 de la tarde, irían a su apartamento a recibir las clases. El primer sábado, un jovencito llegó a las 4:02 y quedó expulsado del grupo. Lo mismo ocurría, con las clases que durante los últimos veinte años, estuvo impartiendo mediante módulos en el salón de actos del Ayuntamiento Municipal de La Romana, donde las clases se impartían los domingos a las 9:00 de la mañana, todo el que le llegaba a las 9:01 quedaba automáticamente expulsado de la clase. Porque con justa razón les decía a los aspirantes a narradores deportivos, si el juego está pautado para comenzar a las 7:00 de la noche, los árbitros van a comenzar el juego, estando o no estando ustedes. Porque eso la puntualidad tiene que ser su marca distintiva. En un partido que me toca narrar, yo llego cuatro y cinco horas antes. Es como ustedes tienen que hacerlo.

El señor Jorge Sturla, vice presidente del equipo de Los Toros del Este, mientras estábamos velando a mi padre en la funeraria, me comentó la siguiente anécdota que le ocurrió con el boss, en su primer año de trabajo con el equipo. Resulta que a instancias de don Fausto Severino, quien a la sazón era el encargado de comercializar la cadena de Los Toros del Este, solicitó una reunión con todos los integrantes de la misma, con el objetivo de enfatizar sobre la importancia de llegar temprano y de que leyeran los comerciales en las entradas en las que estaban pautados. Al preguntar si estaban todos, Sturla nota que hacia falta mi padre y dice yo lo vi en la cabina de transmisión déjeme ir a buscarlo. Lo cual efectivamente hizo, cuando le pregunta: “Don Juan, lo vine a buscar usted no va para la reunión, le pregunto. La respuesta de mi padre fue: “Ustedes me van a decir a mí, que tengo que venir temprano, cuando yo llego cuatro y cinco horas antes de comenzar el partido. Hágame el favor váyase de aquí y cuando salga ciérrame la puerta “. Estupefacto, el pobre Sturla, salió de la cabina y abandonó la cabina. Al llegar donde estábamos nosotros y observar su cara que era todo un poema y al ver que el boss no venía con el, todos estallamos de la risa al imaginarnos la reprimenda con la cual mi padre le había respondido. Así de sencillo era mi querido padre.

 

Nota: Este extracto corresponde a una serie anecdotaria publicada originalmente en Facebook,, original de Juan Julio Báez Contreras en memoria de su fallecido padre. Esta reproducción de la misma en Exposición Mediática, cuenta con su aprobación.

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