Por Juan Julio Báez Contreras

“Nosotros llegamos a la casa de Juan Báez y en menos de media hora estamos comiendo, no sé por qué razón tú te dilatas tanto cocinando”. Solía decirle mi gran amigo Joselo a su esposa. Ya que durante varios meses, habíamos estado viajando desde La Romana a la capital, haciendo las diligencias de lugar propias de las aspiraciones que tanto el, como Frank Martínez, tenían para alcanzar una diputación y la senaduría de la provincia de La Romana, algo que nunca el Partido Reformista Social Cristiano, el del Gallo colorado, había logrado en esa ciudad.

Probablemente eso ocurrió a mediados del año 1993 o principios del 1994, época en la cual, Joselo Vásquez, Frank Martínez y Luis Montás Julián, andábamos para arriba y para abajo haciendo política en búsqueda de hacer realidad los sueños de ambos que parecían casi imposible de lograr. El pequeño apartamento de mi padre, se convirtió en el centro de operaciones nuestra en la capital. Juan Báez, al ser sumamente conocido y conocer a las principales figuras que hacían programas de opinión, era quien utilizaba su influencia, para que tanto Frank, como Joselo fueran invitados a programas como La Revista 110 de Julito Hazim o al Gobierno de La Mañana, que dirigía don Alvarito Arvelo, quien fuera por varias temporadas, comentarista deportivo de una cadena de béisbol de Grandes Ligas, cuyo narrador lo era mi padre. Por ese motivo, ambos mantuvieron a lo largo de toda la vida una gran amistad. Por si todo eso fuera poco, el boss, también solía cocinar para nosotros y ciertamente lo hacía rápido y bueno. Se deleitaba en hacerlo.

El vivía en un apartamento estudio de una sola habitación, que quedaba ubicado en el Condominio Santurce en el sector de Gascue en Santo Domingo. Mientras comíamos sentado en la alfombra que cubría el piso de la sala, solía como siempre, darnos muy buenos consejos. Cuando nadie creía, que se podía ganar una diputación, ni mucho menos la senaduría, el con una seguridad pasmosa, nos decía: “No tengo ninguna duda, de que pronto ustedes lograrán sus objetivos, Joselo será diputado y Frank será senador; si se mantienen unidos, los cuatro serán los dueños de La Romana, por los próximos 40 años”.

Con el paso de los meses, en plena campaña electoral, fuimos mi padre y yo, un día de visita a la casa de mi gran amigo Joselo Vázquez, al entrar a la sala, Joselo dice en voz alta: “Juan Báez, bienvenido a mi hogar “. Al escuchar ese nombre, la esposa de Joselo, doña Ligia María Álvarez de Vásquez, salió a saludarlo y le dijo:”Ah, pero al fin conozco, al famoso Juan Báez, mi esposo habla muchísimo de usted, de que usted cocina buenísimo y que lo hace en media hora, quiero que me dé la técnica”.

A lo que mi padre bien horondo, le dijo “que mujer que habla bonito, es un placer conocerla, con mucho gusto le enseñaré. “
Lo que provocó la risa de todos nosotros.

Como parte de esa campaña, con mucha frecuencia hacíamos reuniones en la casa del Ingeniero Carlos Morales Troncoso, quien a la sazón era vicepresidente de la República Dominicana. Don Carlos fue un gran seguidor de los deportes. Fue figura fundamental, desde su posición de presidente del grupo empresarial Central Romana Corp. para que nuestra ciudad tuviera un equipo de béisbol profesional, los Azucareros Toros del Este. Aparte de la pelota, también era un fanático apasionado del boxeo y de las carreras de caballos, llegando a tener una crianza extraordinaria de caballos de carrera, que eran descendientes de equinos padrotes campeones del Kentucky Derby. Del boxeo, que era la mayor pasión de mi padre y de don Carlos también, cuando llevaba al boss a la Casa Oficial, como se llamaba la residencia del ingeniero Morales; después me daba mucho apuro, pues don Carlos y el, se enfrascaban a conversar del boxeo y duraban un buen rato conversando de ello, con la mirada adusta de Joselo, quien me hacía señas para que interviniera y cortara la conversación, entre mi padre y don Carlos, pues habíamos ido a una reunión política y no a escuchar historias de los grandes boxeadores que ambos habían visto pelear. Recuerdo que en una peña de esas, el ingeniero Morales, le refirió a mi padre, que viviendo el en Puerto Rico, siendo un mozalbete, la señora que ayudaba a sus padres a criarlos, era la madre de Félix Amado Gómez, mejor conocido como Kid Dinamita y que ahí había surgido su pasión por el boxeo. Recuerdo que en una ocasión había una importante pelea por el título mundial de un boxeador dominicano, que era el combate estelar de la noche, la cual se celebró cerca de las 11:30 PM, por teléfono don Carlos y yo, nos pasamos comentando la misma. Yo acostado en mi cama viéndola por televisión y el haciendo lo propio. Mi esposa que le encanta dormir, me dijo: “Pero y por qué ustedes dos no se juntaron en algún sitio para ver ese combate y nos tienen sin dormir a doña Luisa (la esposa de don Carlos) y a mi, con esa bulla que están haciendo “.

A finales de noviembre del 1993, nos reunimos a desayunar con don Carlos y sus asesores políticos en Higueral. También andaba mi padre, porque la mayoría de las veces solíamos estar juntos. Nos mostró las últimas encuestas que había realizado y daban como resultados que el Partido Reformista y sus candidatos estaban muy arriba. Que los numeritos que marcaba Joselo, eran tan buenos que se podía esperar una gran sorpresa. Esas encuestas se las llevó don Carlos al presidente, el Dr. Joaquín Balaguer, quien se entusiasmó tanto con la idea de ganar en La Romana, que visitó en más de siete ocasiones nuestra ciudad, siempre llevando consigo a Minu Torres, una joven nativa, que se convirtió en la gran estrella de ese certamen político.

Las elecciones del año 1994, fueron un éxito. A nivel de La Romana, por primera vez en la historia, los reformistas, habían arrasado. Ganamos la senaduría, la primera diputación y la alcaldía, con don Miguel Seijas Herrero, como sindico y la mayoría de los regidores. Tal cual, como mi padre había pronosticado, mucho antes de que se hicieran las encuestas; Joselo Vásquez, ganó como diputado y fueron tantos los votos que obtuvo, que esa fue la única vez en la historia, que los votos de un diputado, hicieron posible que ganara el Dr. Frank Martínez la senaduría.

El Dr. Luis Montás fue nombrado Gobernador de la provincia de La Romana y yo fui ascendido de puesto en el Ministerio Público, como Abogado Ayudante del Procurador Fiscal. Durante algunos meses estuvimos unidos, luego por esas veleidades propias de la naturaleza humana, en vez de mantenernos unidos como mi padre nos había exhortado, nos dividimos. Luis por un lado, Frank por otro y Joselo y yo permanecimos unidos. En el próximo certamen electoral, por las rivalidades políticas y la división interna, ocurrió lo que tenía que pasar, una casa dividida no permanecerá, señalan las Escrituras y efectivamente así pasó; tanto Joselo, como Frank, perdieron las elecciones. Y en el ínterin jugando con un arma de fuego, de manera accidental el Dr. Luis Montás, se dio un disparo sin querer y perdió la vida. Por mi parte yo presenté mi renuncia a mi puesto en la fiscalía a principios del mes de febrero del año 1996 y comencé mi propio despacho de abogados; así que lo que debió durar unos cuarenta años, apenas duró cuatro años.

Como cocinero el boss, era muy bueno. Lo sabía y hacía ostentación de ello. Le encantaba cocinar para los demás. También señalaba, que a su casa no entraba todo el mundo. Que era una gran distinción que alguien fuera invitado a comer ahí. Figuras de periodistas destacados, como Rolando Guante, Leo Corporan, Americo Celado, Johnny Trujillo, Mario Emilio Guerrero, Osvaldo Rodríguez Suncar, Horacio Bakemon Rodríguez, Ildefonso Ureña, Enrique Rojas, Alfonso Muñoz Cordero, entre otros, eran invitados habituales a disfrutar de un buen corte de carne hecho a la parrilla con un vino, preferiblemente Cabernet Sauvignon. En ocasiones cocinaba un sancocho que en principio solo se veía verde. Recuerdo que siendo mi hermana Manuela y yo, dos muchachos, el nos hizo uno un día. Al verle el aspecto verdusco, mientras se cocía, empezamos a decir que eso no iba a quedar bueno, que el no sabía cocinar, a lo que sonriente nos decía: “Ah, la ignorancia que es atrevida, esperen y verán “. Cuando el olor a bueno, inundó nuestros sentidos y comenzamos a comer, resultó todo lo contrario a lo que esperábamos. Estaba delicioso. Ese ha sido unos de los sancochos más ricos que nos hemos comido en nuestras vidas. Del mismo modo, solía hacer un pollo entero, a fuego lento con Coca Cola, que le quedaba tan bueno, que daba la hora, como decimos los dominicanos cuando una comida queda espectacular. Ni hablar de una yuca con mantequilla y cebolla blanca, que se podía comer sola, que el preparaba; o de sus famosas pechugas en salsa blanca y pimienta, que eran una delicia. Creo que aparte de la voz y de la pasión por la narración del béisbol, también heredé esa pasión por la cocina y hubo un tiempo en los cuales durante varios años, casi todos los fines de semana, solía hacer unos grandes banquetes en mi casa, a los cuales invitaba a más de treinta personas a comer en mi hogar comida gourmet, hecha personalmente por mi, para el deleite de todos ellos. La comida generalmente era acompañada de un rico helado, que el mismo hacía de manera manual. Compraba par de zapotes y con un molenillo el lo mezclaba, con un poco de leche evaporada y otro poco de leche condensada. Mientras seguía moviéndolo en la estufa encendida a fuego lento. Lo dejaba reposar y luego lo ponía en el congelador y le quedaba sencillamente espectacular. Si no hubiera sido un destacado narrador tanto del boxeo, como del beisbol, el boss perfectamente hubiera podido vivir de la cocina. Pues el sazón de mi padre, era otra fragancia, como el mismo de manera muy poco humilde lo decía: “Eso lo cociné yo. Por lo tanto eso quedó muy bueno, porque lo hice yo”. Así de sencillo era mi padre, marca país.

 

Nota: Este extracto corresponde a una serie anecdotaria publicada originalmente en Facebook, original de Juan Julio Báez Contreras en memoria de su fallecido padre. Esta reproducción de la misma en Exposición Mediática, cuenta con su aprobación.

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