Por Juan Julio Báez Contreras

Uno de los momentos más felices en la vida de mi padre, fue cuando nació mi hermana Florencia Cristina. No se si fue porque ella nació cuando ya el pasaba de las cuatro décadas o si fue que la tuvo, cuando su condición económica había cambiado sustancialmente y le podía dar todos los lujos que ella se merecía, de los cuales por razones obvias, ni mis demás hermanas, ni yo, disfrutamos. Lo cierto era, que con mi hermanita Flori, como todos les decimos, el amor de mi padre por ella se elevó a la décima potencia, era algo sencillamente de locura. Que ninguno de nosotros lográbamos entender. A Flori, no se le podía mirar, ni se le podía ni siquiera con el pétalo de una rosa. No se podía hablar duro cuando ella estaba dormida. No se le podía hacer nada, sin la previa autorización del boss, ya que si ella lloraba, el se enojaba y buscaba la manera de calmarla.

En esos primeros años de la vida de Flori, a diferencia de nosotros, mi padre trataba de pasar el mayor tiempo posible con ella. La mimaba, la cuidaba. Recuerdo que para su primer cumpleaños, le hizo una fiesta de apaga y vámonos, que todos disfrutamos grandemente.

Para él, fue un golpe muy fuerte, cuando a la madre de Flori, doña Milagros, le salieron los papeles de residencia, incluyendo a la benjamina de la familia, Florencia Cristina, que se fue a residir a la ciudad de Nueva York, cuando tenía unos cinco o seis años de edad. Al crecer por allá, perdimos contacto directo con ella. Pero mi padre viajaba varias veces al año a Nueva York y al regresar no desaprovechaba la oportunidad para hablar de los logros académicos y el desarrollo que Florencia Cristina iba realizando. Sus nombres provenían de una hermana de su madre llamada Florencia y de su abuela materna que se llamaba Cristina.

Como es natural, durante muchos años, existió por parte nuestra un celo terrible con Flori. Porque para el boss, primero Flori, luego Flori y después Flori. Cuando ella nació, mi padre tenía una cama de agua. Que para mí, disculpen mi ignorancia es la cosa más horrible e incómoda que existe para uno dormir. Pues en vez de un colchón normal, lo que hay debajo es mucha agua. Imagínense, que cada vez que uno se mueve en la cama, el cuerpo se hunde y usted escucha el sonido del agua al moverse de un lado para otro, lo que en mi caso particular, no me dejaba dormir en paz. Las veces en las cuales me tocó dormir en ella, la pasaba siempre en vela, sin poder descansar.

El boss nos refería, cuando Flori aún vivía en República Dominicana, lo siguiente: “Si yo me muero, como eres el mayor, debes encargarte, que ni Yossi, ni Manuela (mis otras dos hermanas) se queden con la cama de agua, porque esa cama de agua es de Florencia Cristina “. Yo me quedaba mirándolo, como queriéndole decir: “En serio. A mi ni siquiera me agrada esa cama de agua”. Pero, por el gran respeto que siempre le tuve a mi padre, obviamente no le decía lo que yo pensaba.

Honestamente, no se que pasó con la dichosa cama de agua, pues cuando mi padre se fue a vivir a Estados Unidos, ya mi hermana Flori, tenía unos años residiendo en Nueva York. La cama de agua se desapareció. No se si la regalo. Si la vendió o a quien se la cedió. Pero ciertamente nunca supe el destino de la famosa cama de agua.

El boss, por vía de mi abuela paterna, doña Hilda Cedeño, obtuvo sus papeles y se hizo ciudadano estadounidense. Y se fue a residir un tiempo a Estados Unidos. En esos años de estancia por allá, al inicio de la década del 2000, fueron sin lugar a dudas desde el punto de vista profesional, sus mejores años. Ya que primero día tras día estaba produciendo programa de radio desde el Yankees Stadium y luego, vía su amigo y compañero de oficio, J.P. Villaman, recibió la invitación para que formara parte del elenco de transmisión de la cadena en español de los Medias Rojas de Boston. Así que se mudó de Nueva York, para Boston. Allí comenzó a vivir los mejores momentos de su larga y dilatada carrera, de más de 60 años frente a un micrófono como locutor profesional.

Dado la gran “humildad”, que le adornaba, a todo el que le conocía y al que no, le mencionaba hasta la saciedad, que el era narrador de la cadena en español de los Medias Rojas de Boston. Donde también narraba J.P. Villaman y el destacado ex lanzador profesional cubano Luis Tiant, era el comentarista de esa transmisión.

En una ocasión el boss, vino al país con uno de los altos ejecutivos de los Medias Rojas de Boston. Un hombre sumamente rico. Al cual invité a comer, pero en vez de llevarlo a uno de los restaurantes más famosos de Casa de Campo, a los cuales por su estirpe el debería estar acostumbrado, decidí llevarlo a un lugar que nunca olvidaría. Uno sin muchos lujos, pero con un sazón que sería inolvidable para el. Así que junto con mi padre, lo llevé al restaurante A y M, de Boca de Yuma, propiedad de Abel y Miriam, a comer pescado frito. El cual por estar recién sacado del agua y sazonado con sal, ajo y orégano, le daba un sabor inigualable. Ese señor se comió dos pescados, varias arepitas de maíz que en ese lugar la cocinan deliciosas, algunos tostones de plátano verde y sólo atinaba a decir: Good fish.

Mi padre meses después siempre me decía, que ese señor le expresaba que tenían que volver a República Dominicana a degustar nuevamente ese rico pescado.

Imagínense ustedes todo ese glamour que representa estar en las Ligas Mayores. El boss, siempre decía: “En las Grandes desde el que limpia el club house, hasta el recoge bate, son grandes ligas”. Queriendo decir con ello, que hay un código de ética, de conducta, de comportamiento que todo el que está alrededor de un conjunto de liga grande, debe tomar en consideración, ya que cada persona que trabaja ahí, es un embajador de las Grandes Ligas y por lo tanto debe comportarse, como se espera de alguien que está en las Ligas Mayores.

Durante esos años que estuvo trabajando para los Medias Rojas de Boston, viajaba en el mismo avión en el cual iban los ejecutivos y los jugadores. Me comentaba que había un código de conducta, que se aplicaba rigurosamente. Los ejecutivos iban en la primera parte del avión. Los jugadores en el centro y los periodistas en la parte de atrás. Tenían terminantemente prohibido, acercarse a un jugador y hablar con ellos a menos que ese jugador le hablara a ellos primero. Las estrellas principales de ese entonces, lo eran Manny Ramírez y Pedro Martínez. Con el Manny, el llegó a tener una bonita relación de amistad. En una ocasión estando volando en el avión, Manny le dijo que fuera adonde él estaba y hablándole, señaló a Pedro, que le tocaba lanzar ese día, para que estés pendiente, hoy voy a dar dos jonrones para ayudar a Pedro Martínez a ganar el partido. Y efectivamente así lo hizo. En su primer turno, el Manny dio un palo tan grande que aún andan buscando la pelota. Al hacer recorrido por las bases y llegar al home, Manny levantó las manos, señalando al lugar donde sabía que estaba la cabina de transmisión, desde la cual mi padre trabajaba y le hizo la señal del número uno, con uno de sus dedos. En el segundo turno, engarzó un envío que puso la bola a viajar a la distancia, dando su segundo cuadrangular del día. Al anotar, hizo lo mismo que en su turno anterior, con la diferencia que en vez de poner el uno con sus dedos, le enseñó dos dedos, para que mi padre supiera que había cumplido con lo prometido. Los siguientes dos turnos, Manny Ramírez, se poncho. Porque su meta de ese día era dar dos cuadrangulares. Porque así era el Manny. Por su parte, Pedro el Grande, tuvo su habitual salida de calidad y logró ganar el partido fácilmente.

Por su parte, los logros de mi hermana Flori eran notables. Se graduó con honores en el bachillerato. Ingresó a la universidad de Fordham. Mi padre no se cansaba de repetírnoslo cada día. Flori va muy bien en la universidad. Luego llegó la graduación de ella. Comenzó a trabajar en una buena empresa y cuando compró su propio apartamento en Nueva York. El boss, solía decírselo a todo el que pudiera. “Mi hija Flori, compró un apartamento en NY. Es una privilegiada, porque muy pocos hispanos, pueden tener una casa propia en Estados Unidos, ella ha logrado hacer realidad el sueño americano“.

Lo grande del caso, es que mientras por este lado, siempre estuvimos celosos por el amor extraordinario que mi padre derrochaba por mi hermanita menor. En los días en los cuales ella estuvo aquí recientemente, tuvimos tiempo para compartir con ella y conversar ampliamente y en cada una de esas conversaciones, ella me decía: “Yo era un cuadro pegado en la pared. Porque papi no se cansaba de mencionar, Juan Julio hizo tal cosa. Juan Julio hizo aquello. Juan Julio hizo lo otro. Y yo por dentro de mi decía es que yo no existo. Estoy pegada en la pared “. Lo dijo de una manera tan graciosa, que lo que provocaba en mis hijos que también estaban ahí escuchándola y en mi, era una gran carcajada.

Y luego Flori seguía agregando: “Lo grande del caso, era, que no sólo para mi padre, tú eras lo máximo, sino que mi madre Milagros, si te veía por televisión narrando o leía algo tuyo, se la pasaba diciendo lo mismo, mira lo que hizo tu hermano, mira lo bien que está Juan Julio. A lo que yo, al sentirme como un cuadro pegado en la pared, le decía, recuerda que tu hija soy yo y no Juan Julio”.

Al final nos dimos cuenta que los celos que yo sentía por ella y ella por mi, eran unos celos infundados, pues el boss, simplemente expresaba en demasía el amor que siempre sintió por cada uno de nosotros sus hijos, de los cuales, siempre decía cuando lo entrevistaban y le preguntaban la razón de porque motivo no tenía carro, el respondía: “Claro que si, yo tengo cuatro Mercedes Benz; que son cuatro hijos profesionales, a los cuales pude enviarlos a estudiar la universidad “.

 

Nota: Este extracto corresponde a una serie anecdotaria publicada originalmente en Facebook, original de Juan Julio Báez Contreras en memoria de su fallecido padre. Esta reproducción de la misma en Exposición Mediática, cuenta con su aprobación.

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