Por Lester McKenzie

Una gran proporción de hombres y mujeres de países desarrollados parecen haber cambiado la especie “homo sapiens” por “homo consumens” y contagiado a muchos residentes en países tercer mundistas.

Desde la infancia se viene bombardeando a esta generación moldeándolos como consumidores por una efectiva publicidad que ya es como el aire que respiramos. Una vez formado ese “homo consumens”, el y ella influirán en la economía creando y justificando necesidades, a veces no perentorias, cada vez mayores.

Lo superfluo se torna conveniente, lo conveniente se hace necesario y lo necesario se convierte en indispensable.

Hoy en día el sistema económico pone en las manos de las personas todo tipo de bienes y productos para el consumo, desde lo más básico, como alimentos o prendas de vestir, hasta lo más extraño, como la corbata con sorbete integrado por si te da sed en el trabajo, o la puerta que se convierte en una mesa de ping-pong.

Se crea la sociedad de consumo con valores, actitudes y leyes propias y es que el consumismo hoy dia domina la mente y los corazones de millones de personas, sustituyendo la religión, la política y los mas grave hasta la familia y ese consumo compulsivo de bienes es la causa principal. El mundo tecnológico permite producir mas de lo que demandamos y ofertar mas de lo que necesitamos.

En esta sociedad “libertad” quiere decir uso ilimitado de bienes, servicios y $$$$$, y “desarrollo” significa tener mas, industrialización, aumento de ingresos per cápita.

La información, de acuerdo con este esquema, es libre cuando viene de determinada dirección y empuja a determinadas metas; y el fin de todo ello es abrir o ampliar mercados, aumentar beneficios.

La falta de identidad de las personas al no conocer los limites de sus necesidades esenciales es notoria y factores influyentes como la imitación de personajes de TV u otros medios, que generan un ídolo que se sigue han sido responsables hasta de tragedias en el seno familiar.

Dichos ídolos inducen a los faltos de identidad a consumir ciertos productos innecesarios teniendo como consecuencia la generación de necesidades infinitas que no pueden suplirse, lo cual incide en la no felicidad.

Esto se refleja directamente en dos ambientes: En el ámbito familiar pues al caer en el consumismo aumentamos nuestros gastos de forma innecesaria comprando cosas que pudiéramos evitar o adquiriendo productos cuya publicidad promete milagros, productos de vida útil baja o sustitutos de otros naturales y en el personal, donde diversas opciones consumistas son menos saludables.

Por ejemplo, existe la facilidad de hacerse un jugo de naranja en la casa y en lugar de ello se prefiere comprar uno empaquetado que además de contener conservantes, viene con envases que acaban en la basura inorgánica.

La vida acelerada que caracteriza al consumismo hoy día, está basada en la velocidad que entraña la necesidad de alcanzar las oportunidades que se presentan en el momento y que anuncian el peligro de desaparecer al instante.

¡A disfrutar del primer domingo de Septiembre, en familia, como debe ser y a seguir cuidándonos!

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