Por Miguel Ángel Cid Cid
cidbelie29@gmail.com

Para muchos ser gobernador en su provincia significa un logro importante para su ascenso político. En caso de ser elegido para presidir el gobierno del país, quiere decir que alcanzó la punta del iceberg. Pero las lisonjas nunca superan la humillación sufrida.

En la entrega anterior se resaltó: “Ser gobernadora se reduce a defender la gestión del Presidente de turno”. Se dijo, además, que: “…para muchos ser gobernadora es un cargo de poca monta”.

Pero, aunque lo anterior es cierto, también es cierto que las gobernadoras reciben un mandato sagrado. Les corresponde, no sólo representar al Presidente en las provincias sino al conjunto del Poder Ejecutivo.

Sin embargo, esta entrega pretende profundizar sobre el quehacer de los gobernadores en términos generales. Es decir, poner en contexto la función esencial que debe asumir un gobernador a nivel global.

O sea, aquí se hablará —en lo adelante— de los presidentes de la República, de los gobernadores estatales en los países federados, etc. Y en especial, al hablar de gobernadores se referirá a los mandatarios europeos. Los mismos que podan su jardín para mostrar una cara falsa.

Todos, sin excepción, entran en la categoría de gobernadores. Para describirlos, me agarraré de una rama del ornamento poético de Nicolás Guillén (1902-1989) poeta, político y periodista cubano.

Veamos que dice el poema “Gobernador” de Guillén al describir a ese personaje endiosado por muchos y por ellos mismos.

Gobernador

Cuando hayas enseñado tu perro
a abalanzarse sobre un negro
y arrancarle el hígado de un bocado,
cuando también tú sepas
por lo menos ladrar y menear el rabo,
alégrate, ya puedes
¡oh blanco! ser gobernador de tu Estado.

Los hechos ocurridos con varios gobernantes, le dan la razón a Nicolás Guillén, digno exponente de la poesía negra. Se recrea a continuación, alguna que otra leyenda urbana que todavía resuenan.

La Séptima Flota Naval de Estados Unidos se apostó en 1978 en las proximidades de las costas dominicanas. Listos para invadir. El Partido Revolucionario Dominicano (PRD) había ganado las elecciones del mismo año. Parecía evidente que Joaquín Balaguer estaba negado a entregar el mando.

Debido a los hechos se tejió una leyenda urbana que asegura que un coronel gringo visitó a Balaguer y le dijo: “O porta bien o porta avión”. Entonces el presidente entendió las claves del mensaje. Hizo el traspaso de mando.

Recuerdan los cables virtuales de “WikiLeaks”, filtrados por Julian Paul Assange, a través del sitio “web https://wikileaks.org” Esos cables filtrados hoy son difíciles de descargar, parece que lo borraron. Pero uno de ellos daba fe sobre un hecho en el primer periodo de gobierno del Dr. Leonel Fernández Reyna, expresidente de la República.

El cable decía que presuntamente el presidente Fernández designó un jefe de la policía en 1996, como parte del equipo de gobierno. Acto seguido, recibió una llamada de la Embajada estadounidense para invitarlo a desistir del supuesto nombramiento. Con el rabo entre las piernas, el jefe fue sustituido.

Fresquecito está en la memoria colectiva la llamada de Mike Pompeo a Danilo Medina. Entonces Michael Richard «Mike» Pompeo, fungía como secretario de Estado de los Estados Unidos en el primer mandato de Donald Trump y Medina era el presidente dominicano.

Parece que ni siquiera los miembros del Comité Político peledeista saben a ciencia cierta cuál fue el móvil de la llamada. Pero los mentideros políticos aseguran que Pompeo ordenó al gobernante olvidarse de la reforma constitucional prevista para su reelección en la presidencia.

Al Presidente actual, Luis Rodolfo Abinader Corona, lo tienen echándole comida al perro para que mantenga la fuerza en la mordida. Listo para “chubarle” los perros a todos los vecinos cercanos que se atrevan a rebelarse contra el amo imperial. Nunca el país había sido tan entreguista.

En suma, la pifia sobre las aguas subterráneas es un cachú. Queda claro que Nicolás Guillén no se equivocó. Porque Balaguer, Leonel, Danilo y Abinader aprendieron la lección completa. Peor Hipólito Mejía que no aprendió ni tan siquiera a “ladrar y menear el rabo”. No pudo repetir.

Loading