Respecto al debate de modificar los nombres de varias calles y avenidas de La Romana

 

Por Carlos M. Fatule

He seguido con atención el debate en torno a las vistas públicas donde se propone modificar los nombres de varias calles y avenidas de nuestra ciudad. Más allá de las buenas intenciones, considero necesario abordar este tema con una mirada más amplia y responsable.

Cambiar nombres con décadas de uso, que forman parte de la identidad colectiva y del sistema catastral, genera confusión y erosiona una memoria urbana que debería preservarse.

La Ley 368-22 de Ordenamiento Territorial y su Reglamento (Decreto 396-25) establecen la obligación de los municipios de formular y poner en marcha sus Planes Municipales de Ordenamiento Territorial (PMOT).

Estos planes deben garantizar que la planificación urbana incorpore los servicios de salud, seguridad, recolección de residuos e inspección municipal, junto con proyecciones de expansión a 5, 10, 15 y 20 años.

Si se cumpliera con ese mandato legal, muchas decisiones sobre denominación de vías o ampliación de avenidas tendrían una base técnica y participativa, y no dependerían de criterios improvisados.

Antes de renombrar calles históricas, sería más prudente elaborar un inventario actualizado de las nuevas vías y expansiones urbanas en La Romana, Villa Hermosa, Caleta y Cumayasa.

Muchas de esas vías aún se identifican con nombres populares y/o alfanuméricos, y merecen planificación, no cambios simbólicos.

La carretera vieja, por ejemplo, podría transformarse en una avenida estructural de interconexión con ciclovía y senderos peatonales, ayudando además a descongestionar y enfriar la Avenida Profesor Juan Bosch, actualmente la única vía expedita este-oeste de la provincia.

Del mismo modo, la carretera a Caleta tiene condiciones ideales para convertirse en un boulevard urbano con ciclovía y pasarela peatonal, aprovechando su valor paisajístico y turístico.

También sería estratégico crear una avenida marginal paralela a la Autovía del Este, desde el paso a desnivel hasta la vía del estadio de béisbol de Villa Hermosa y el mercado municipal, cerrando así un circuito vial que, junto con la expansión de la avenida de la Zona Franca, permitiría conectar Villa Hermosa con La Romana por el norte, reduciendo el flujo concentrado en la Juan Bosch y la Padre Abreu.

Esa sola intervención aliviaría la movilidad y abriría espacio a un crecimiento urbano más ordenado.

Lamento no haberme enterado de ese evento, porque habría sido una buena oportunidad para plantear estas ideas desde una visión técnica y constructiva.

Legislar y administrar una ciudad no es solo rendir homenajes.

Es tiempo de tomar más en serio qué ciudad queremos, proyectamos y le dejaremos a las nuevas generaciones.

Hay mucho por planificar, y poco tiempo que perder. La provincia adolece de un plan regulador, y este pudiera ser el momento para iniciarlo.

¡Ya la ley lo exige!

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