Santiago Apóstol, El Mayor: Guía espiritual de la Arquidiócesis de Santiago

 

Por Pbro. Felipe de Jesús Colón Padilla

La Arquidiócesis de Santiago de los Caballeros clausura hoy viernes 25 de julio sus Fiestas Patronales, en honor a su patrón, Santiago Apóstol, El Mayor.

El Comité Permanente de Fiestas Patronales, de la Iglesia Catedral, ha organizado unas fiestas participativa y creativa. Este año el lema reza así: “Celebremos nuestra cultura con el corazón lleno de esperanza ”, cada celebración de la eucaristía gira en torno a un tema, que además de resaltar la palabra de Dios, aborda también temas de carácter cultural, educativo y formativo.

Resulta insuficiente quedarnos en el aspecto celebrativo de las Fiestas, que cada año adquieren un peldaño más de esplendor, si no ahondamos sobre las virtudes del patrón de la Arquidiócesis de Santiago de los Caballeros y del primer Santiago de América.

Santiago Apóstol, El Mayor, hijo de Zebedeo y Salomé. Santiago es hermano de Juan, y ambos fueron testigos, junto con Pedro, de momentos muy especiales de la vida terrena de Jesús: entre ellos la Transfiguración, en el monte Tabor, y la agonía de Jesús en el huerto de Getsemaní. A él y a su hermano -por su carácter impetuoso y fogoso- Jesús los llamaba «hijos del trueno». (Mc. 3, 17-18; Mt 10, 2-3).

Ambos eran muy inquietos, y de velocidad mental. En una ocasión él pidió, a través de su madre, sentarse con su hermano junto al Maestro en su reino, algo que no fue concedido, pues sentarse a la derecha o izquierda depende de su Padre que está en el cielo.

Se puede estar al lado del Maestro como una pieza decorativa. No por estar al lado de Jesús, necesariamente se está cooperando en la construcción del reino de Dios; en otras palabras, se gana ese puesto con la práctica de las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad.

Las obras apostólicas, en el cristiano reflejan, el talente de fe que alberga su interior, y no se puede ser un auténtico apóstol, si no se posee un corazón lleno amor, que devuelva la esperanza a mucha gente desesperanzada, a consecuencia del atropello a sus derechos y reclamos legítimos.

Detengámonos sobre dos hechos que marcaron la vida de nuestro patrón, Santiago Apóstol, El Mayor. Primero, aquella escena de la Transfiguración del Señor, en el monte Tabor, junto a Pedro y Juan.

Ellos cayeron de bruces al suelo, pues, aquel hecho inaudito, le impactó enormemente, experimentaron la gloria del Señor, constituyó, para Santiago Apóstol, según el papa emérito, Benedicto XVI, una ocasión de maduración en la fe.

Este episodio, no se puede separar, del segundo, la escena de Jesús orando y gimiendo en el huerto de Getsemaní.

Lo que se aproximaba, humanamente, desbordaba su fortaleza física, pues allí, el Hijo de Dios, visualizó, lo que ya todos conocemos: apresamiento, golpes, burlas, latigazos, sufrimiento, y finalmente la muerte humillante en la cruz.

Mientras que en el monte Tabor, Jesús, experimentó, junto a los tres apóstoles, la gloria del Señor; en el monte Calvario o Gólgota, experimentó humillación feroz y brutal; mientras que en el monte Tabor, los apóstoles contemplaron a un Jesús fuerte e iluminado; en el monte Gólgota vieron a un Jesús experimentar debilidad y oscuridad.

Aprendamos de las virtudes que adornaron a Santiago Apóstol, El Mayor, quien impulsado por el Espíritu Santo, salió de su terruño a tierras europeas, se desplazó a España, para comunicar allí, la Buena Nueva.

No llevaba muchas cosas, sino su sombrero de alas anchas, bastón o báculo, la concha (vieira), su mochila o zurrón, la cruz y el guaje o cabacin para transportar agua.

De regreso en Jerusalén, según los Hechos de los Apóstoles, Herodes Agripa lo mandó ejecutar a espada (Hech. 12, 1-2); esto ocurrió alrededor del año 42 ó 44, en las cercanías de la fiesta de Pascua.

La Liturgia de su fiesta resalta esa condición de primer apóstol mártir. El primero de los apóstoles que bebió el cáliz de Cristo (cfr. Mc. 10, 35-40). Según la tradición, su cuerpo fue trasladado a la ciudad de Santiago de Compostela, España.

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