Trump: Aranceles Muros Silenciosos para el Turismo Internacional

 

Por Antonio Corcino

2025 no ha comenzado con calma, sino con estruendo. El regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos ha desatado una oleada de decisiones que, lejos de apaciguar el panorama global, han encendido nuevas tensiones en el tablero económico internacional.

Como un tambor que marca el ritmo de una tormenta inminente, las nuevas barreras arancelarias contra socios estratégicos como China, México y Canadá resuenan más allá de los fríos gráficos de importación y exportación.

Son políticas que, como el boomerang lanzado al azar, regresan con fuerza, impactando sectores vitales como el turismo —una industria que en 2024 sostuvo el 9.1% del PIB mundial y que para EE. UU. representó, en 2023, el 22% de sus exportaciones de servicios, 7% del total y 3,03% del PIB.

Sin embargo, ahora enfrenta un horizonte de incertidumbre, sacudido por los vientos de una geopolítica impredecible. ¿Estamos al borde de una nueva tormenta perfecta? Todo indica que el cielo ya comenzó a oscurecerse.

El turismo como termómetro económico

El turismo internacional es al comercio global, lo que un termómetro es a la fiebre: un indicador temprano de desequilibrios mayores. Las políticas agresivas de Trump en 2025 han disparado la temperatura. La caída del 11.6 % en las llegadas internacionales en marzo sugiere una reacción en cadena provocada por las restricciones migratorias, los discursos incendiarios y la imposición de nuevos aranceles.

Aranceles como muro invisible

Así como se construye un muro físico en la frontera sur, las tarifas aduaneras actúan como barreras invisibles que desalientan el libre flujo de bienes, personas y experiencias. El caso de Canadá es ejemplar: la amenaza de “anexión económica” y los aranceles provocaron un boicot que redujo el turismo canadiense en un 40 %. No es solo política comercial; es diplomacia fallida con efectos turísticos.

Nacionalismo económico: ¿a costa del turismo?

Las banderas del nacionalismo económico ondean alto bajo al presidente Trump, pero al costo de cerrar las ventanas al mundo. La retórica del “America First” podría terminar en un “Tourism Last” cuando se restringe la entrada a viajeros de regiones determinantes y se minan relaciones diplomáticas esenciales para la movilidad internacional. El turismo receptor se convierte, irónicamente, en víctima de su propia defensa nacional.

Impacto directo: cifras y consecuencias

En solo un mes, la industria turística estadounidense ha perdido 18 mil millones de dólares por la caída del turismo internacional. Lugares icónicos como Disney World han tenido que reaccionar con promociones de hasta 50 % para contrarrestar el desplome. La política económica, en este caso, se vuelve contraproducente, pues ahuyenta al visitante que antes era atraído por el «sueño americano».

Turismo de negocios: un puente roto

El turismo de negocios ha sufrido un golpe silencioso pero letal. Las tensiones comerciales y los vetos migratorios complican la organización de eventos internacionales. El turismo corporativo, una de las joyas de la economía de servicios, se ve limitado por la percepción de un país hostil, caro y políticamente volátil. Las ferias y congresos podrían migrar a Europa o Asia, donde reina mayor estabilidad.

La paradoja del dólar fuerte

Si bien la fortaleza del dólar debería incentivar el turismo emisor, el contexto no coopera. Los aranceles elevan los costos de bienes turísticos en EE. UU., desde alimentos hasta tecnología, haciendo menos atractiva la experiencia incluso para el propio ciudadano estadounidense. El encarecimiento de servicios turísticos también pone en jaque a las aerolíneas, tours operadores y cadenas hoteleras.

El turismo como un espejo roto

El turismo es también un reflejo del país: sus valores, su hospitalidad, su estabilidad. Hoy, EE. UU. proyecta un espejo roto: fragmentado por disputas diplomáticas, distorsionado por discursos excluyentes y empañado por políticas contradictorias. ¿Quién quiere visitar un país que se ve a sí mismo con sospecha y al mundo con desconfianza?

Los efectos laborales del repliegue

Los daños no se limitan a cifras macroeconómicas. La pérdida de empleos es real: hasta 14,000 plazas podrían desaparecer solo por la caída del turismo canadiense. Estados fronterizos como Nueva York y Michigan son los más afectados, demostrando que las decisiones comerciales de alto nivel tienen impactos cotidianos que golpean a trabajadores y pequeñas empresas.

Industria aérea: cadena rota por aranceles

Las aerolíneas estadounidenses no están exentas del caos. Los nuevos aranceles afectan las cadenas de suministro globales, demorando la entrega de aeronaves, cancelando rutas importantes como los vuelos hacia Ibiza. El cielo, antes un espacio de conexión global, se vuelve más tormentoso bajo las políticas de Trump. Esto se traduce en una aviación comercial que paga el precio de las guerras arancelarias y a su vez en el valor de los pasajes aéreos.

Diplomacia turística: oportunidad perdida

El turismo no solo es un motor económico, sino una herramienta de diplomacia suave. Cada visitante es un embajador potencial, una experiencia individual que se traduce como una oportunidad de generar confianza.

En ese sentido, bajo el mandato de Trump, EE. UU. ha optado por cerrar esas puertas. Proyectar la imagen de esa nación más que como un destino abierto, innovador y seguro, desvanecerla entre discursos agresivos y medidas restrictivas.

Dicho así, la guerra arancelaria y las políticas migratorias impulsadas por el presidente Donald Trump reflejan un enfoque del mundo centrado en el aislamiento. Pero el turismo necesita apertura, movilidad y confianza.

La caída del 11.6 % en llegadas internacionales no es solo un dato: es el síntoma de un país que, al cerrar sus fronteras comerciales, también lacera su imagen como anfitrión del mundo.

De modo que revertir esta tendencia es un reto posible, matizado con más puentes y menos muros.

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