Por Antonio Corcino

La industria turística del Caribe, como otros sectores, enfrenta varios desafíos que trascienden la rentabilidad económica, el compromiso de mantener buena relación con su entorno social.

Destinos estratégicos como la República Dominicana, donde la inversión tiene que ir más allá de los empleos y la generación de riquezas.

Los resorts no solo deben atraer turistas y generar ingresos, sino que también es necesario que realicen actos de prosperidad compartida que contribuyan con el desarrollo humano, la sostenibilidad ambiental y la inclusión social de las comunidades que los acogen.

En ese contexto, la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) ya no es un tema secundario; se convirtió en un pilar para la perduración de la inversión, llevar a cabo acciones que impacten de manera positiva y duradera a las personas.

Asonahores y su apuesta inclusiva

Es una buena noticia el hecho de que la Asociación de Hoteles y Turismo de la República Dominicana (Asonahores) esté impulsando programas como CEDI Mujer, Campo Conecta y el Programa de Inclusión Laboral. Que dentro de su compromiso esté buscando integrar a mujeres, jóvenes, agricultores y personas con discapacidad en la cadena de valor turística.

Ahora bien, realidades como las que se viven en el distrito municipal turístico Verón–Punta Cana, donde conviven hoteles de lujo con comunidades sin manejo responsable de aguas negras, infraestructuras básicas, calles deterioradas y polvorientas y falta de servicios básicos, no estén compartiendo parte de sus beneficios en acciones de RSE. Realizando más actos de filantropía que se conviertan en deberes que transforman y permanecen.

Ejemplos de compromiso local

Como ejemplo, es oportuno citar al Grupo Puntacana, que desde el 2014, a través de su Fundación, ha desarrollado más de 30 infraestructuras comunitarias (parques, canchas, centros sociales) que impactan a más de 100,000 personas en La Altagracia, además de programas de salud, educación, deportes y medioambiente.

Igual actitud responsable y ejemplar lo es el Consorcio Energético Punta Cana–Macao (CEPM) y su filial CEB: combinan excelencia en el servicio eléctrico con un Programa de Gestión Social que mejora la calidad de vida en las comunidades de su concesión, y de ese modo, aseguran un suministro energético óptimo, determinante para el desarrollo económico sostenible.

Sostenibilidad como estrategia empresarial

El turista de hoy prefiere empresas con compromiso ambiental y social real. De ahí que la Organización Mundial de Periodismo Turístico (OMPT) se sume al reclamo universal de impulsar políticas que promuevan —el consumo responsable, movilidad sostenible, reducción de plásticos y apoyo al comercio local— obras que abonan para ser referentes éticos para todo el sector.

Más allá de la imagen: inversión social real

Esta actividad considerada como RSE en turismo no puede reducirse a donaciones o campañas de mercadeo-RRPP. Como financiación traducida en programas educativos (útiles escolares), culturales, ambientales y de infraestructura comunitaria que dejen un impacto tangible y perdurable.

Por ejemplo, los resorts acogidos por La Altagracia generan ingresos millonarios; destinar una fracción a proyectos sociales no solo sería modelo de esta práctica mundial, sino que representa inversión estratégica para afianzar su reputación, la competitividad y la sostenibilidad del destino.

Para dejar en el ámbito empresarial, es el hecho siguiente: el verdadero éxito del turismo no se mide únicamente en indicadores socioeconómicos, sino en obras positivas que beneficien a las personas, el medioambiente y al entorno social. Verón–Punta Cana, La Altagracia, tiene paradigmas de RSE integral, constante y comunitaria, que cada día transforman el esplendor turístico de esta comunidad; comparten sus ganancias en valores compartidos.

Loading