Por Alfrin Mercedes (vía El Portal News RD)

El 30 de junio, conmemoramos el natalicio de Juan Bosch, uno de los dominicanos más íntegros y luminosos que ha dado esta tierra. No escribo estas líneas como historiador ni como político, sino como joven que ha aprendido a admirarlo desde la distancia del tiempo, pero con la cercanía del ejemplo.
Hablar de Juan Bosch es hablar de compromiso. Fue un hombre que no solo pensó en su país, sino que luchó por él desde la trinchera de las ideas, de la literatura y de la política limpia. En tiempos donde sobran los discursos vacíos y faltan las convicciones firmes, su vida nos recuerda que es posible hacer política con decencia.

Nacido en La Vega en 1909, Bosch no solo fue un narrador brillante —capaz de retratar con sensibilidad la realidad del campesino y el alma dominicana—, sino también un luchador incansable contra la dictadura de Trujillo. Mientras muchos guardaban silencio por miedo o conveniencia, él prefirió el exilio antes que arrodillarse.

Fue el primer presidente electo democráticamente tras la tiranía, y en apenas siete meses sentó las bases de un país nuevo: impulsó una constitución progresista, enfrentó los privilegios y desafió el poder de unos pocos. Por eso lo derrocaron. No robó, no mató, no persiguió. Simplemente gobernó con dignidad, y eso fue suficiente para incomodar a quienes temen a la justicia.

Pero no se rindió. Años más tarde fundó el PLD, con la esperanza de formar una nueva generación de políticos que entendieran la política como un servicio, no como un negocio. Y aunque muchas veces perdió en las urnas, nunca perdió la coherencia.

Admiro de él su firmeza. Su humildad. Su fe en la educación, en las instituciones, en el pueblo. En lo personal, leer sus cuentos y sus discursos me ha enseñado más sobre la historia y los valores de mi país que muchos libros de texto. Juan Bosch no fue perfecto —nadie lo es—, pero su legado sigue siendo faro en medio de la niebla.

Más que celebrarlo, debemos comprometernos a recordarlo con acciones: siendo honestos, pensando en el bien común, y no cediendo nunca ante la corrupción ni la indiferencia. La República Dominicana necesita más Juan Bosch, más profesores de la democracia, más líderes que hablen claro y vivan mejor aún.

Gracias, Don Juan, por haber existido.

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