Redacción Exposición Mediática.- Pocos nombres evocan con tanta intensidad la era de los descubrimientos, las batallas navales y la expansión imperial como el de Sir Francis Drake. Para los ingleses, fue un héroe nacional; para los españoles, un temido pirata; y para la historia, un personaje ambiguo, audaz e ineludible. Su vida fue una mezcla de navegante, comerciante, corsario, explorador y político. Y sobre todo, de leyenda.
Orígenes humildes, ambiciones oceánicas
Francis Drake nació hacia 1540 en Tavistock, Devon, en el suroeste de Inglaterra, en una familia protestante de clase baja. Su padre, Edmund Drake, era un agricultor que más tarde se convirtió en predicador. Debido a tensiones religiosas, la familia se trasladó a Kent, donde Francis se familiarizó con el mar en los barcos del río Támesis.
Desde joven, Drake mostró aptitudes para la navegación. Fue aprendiz de un capitán mercante y, al heredar una pequeña embarcación, inició sus primeros viajes comerciales. Pero la mera actividad comercial pronto le supo a poco. El mundo del siglo XVI estaba cambiando: se trazaban nuevas rutas, se descubrían continentes, y los imperios pujaban por el dominio marítimo.
El corsario: oro, sangre y gloria
A mediados del siglo XVI, el Imperio Español controlaba vastos territorios en América, cuyas riquezas llegaban en galeones cargados de oro, plata y especias. Para Inglaterra, entonces en conflicto político-religioso con España, estos navíos eran presas codiciadas. Fue en este contexto que Drake se convirtió en corsario, una suerte de pirata con licencia real.
En 1567 participó en expediciones junto a su primo, John Hawkins, en África y el Caribe. Uno de esos viajes, que involucraba la trata de esclavos, terminó trágicamente tras una emboscada española en San Juan de Ulúa. Desde entonces, Drake alimentó un profundo rencor hacia los españoles y juró vengarse.
Sus incursiones en el Caribe durante los años siguientes fueron atrevidas y lucrativas. Atacó puertos como Cartagena, Nombre de Dios y varias ciudades costeras, apoderándose de grandes cantidades de tesoros. A pesar de la brutalidad de sus acciones, fue recibido en Inglaterra como un héroe.
La vuelta al mundo: audacia sin precedentes
En 1577, bajo la bendición secreta de la reina Isabel I, Drake emprendió la que sería su hazaña más emblemática: circunnavegar el globo. Zarpó con cinco barcos y más de 150 hombres. Atravesó el Atlántico, descendió por Sudamérica y pasó por el estrecho de Magallanes, perdiendo varias naves en el proceso.
En el Pacífico, saqueó asentamientos españoles en la costa de Chile y Perú, capturando el galeón Nuestra Señora de la Concepción, cargado de oro, plata y joyas. Navegó hasta California —a la que llamó “Nova Albion”—, cruzó el Pacífico hacia las Molucas, bordeó el Cabo de Buena Esperanza y regresó a Inglaterra en 1580, con sólo una nave: el Golden Hind.
Fue recibido con todos los honores. La Reina lo nombró Sir Francis Drake, y su fama se volvió legendaria. Su expedición, además de enriquecer a la corona, probó que Inglaterra podía desafiar el dominio marítimo de España y Portugal.
Drake y la Armada Invencible
En la década de 1580, las tensiones entre Inglaterra y España escalaron hasta llegar al punto de guerra abierta. Felipe II, rey de España, preparó la famosa Armada Invencible con el fin de invadir Inglaterra. Drake desempeñó un papel crucial en prevenir el ataque.
En 1587, lanzó un audaz asalto al puerto de Cádiz, destruyendo decenas de barcos españoles en lo que llamó “la quema de la barba del rey de España”. Esta ofensiva retrasó un año la partida de la Armada. Luego, en 1588, participó en su derrota definitiva, con maniobras tácticas que aprovecharon los vientos y el fuego para dispersar la flota enemiga.
Decadencia, derrota y muerte
Los últimos años de Drake no estuvieron a la altura de su fama anterior. En 1589, lideró junto a Hawkins la llamada “Contra Armada”, una expedición fallida a Lisboa. Sus incursiones posteriores en el Caribe también fracasaron. En 1596, enfermo de disentería, murió frente a las costas de Portobelo, Panamá, a bordo de su navío. Fue sepultado en el mar, en un ataúd de plomo.
Un legado discutido y fascinante
Francis Drake fue un hombre de su tiempo: ambicioso, religioso, audaz y violento. Su figura ha generado debates durante siglos. Para Inglaterra, fue un explorador brillante, un estratega militar y un defensor del protestantismo. Para los pueblos indígenas, africanos esclavizados y las víctimas de sus ataques en América, fue sinónimo de terror y saqueo.
Hoy, su nombre está en estatuas, calles, barcos y libros. La historia lo reconoce como el primer inglés en circunnavegar el mundo, como pieza clave en la defensa de Inglaterra frente a la Armada Española, y como uno de los grandes protagonistas de la expansión europea.
Pero más allá de los títulos, Drake encarna el espíritu de una era: la del Renacimiento tardío, con sus luces de descubrimiento y sus sombras de conquista.
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