Redacción Exposición Mediática.- En tiempos donde la escuela corre el riesgo de convertirse en un mero dispensador de contenidos técnicos, la audaz postura del Padre Norberto Rosario, sacerdote rector de la Parroquia San Francisco de Asís en El Factor (provincia María Trinidad Sánchez), emerge como un faro de coherencia y esperanza.
Al exigir un código de vestimenta y aspecto que son rigurosos para la comunidad escolar que él preside, el religioso no solo atiende una cuestión estética: está llamando a rescatar la dignidad, el civismo y el sentido de pertenencia.
En un audiovisual que se ha viralizado rápidamente, el religioso expresa sin tapujos que «No muchachos con pajones, no muchachos con cejas tajeadas, nada de eso, la pelada un poquito más alta que esta (haciendo referencia a su cabello)«, adujo aparte de sentenciar que estará en la puerta de su centro educativo para controlar la entrada y resaltó que la hora de ingreso es a las 7:30 de la mañana, «máxime a las 7:45, el que no esté a las 7:45, chao. Que no venga ningún papá a reclamar después y mucho menos el distrito«.
En éste último menester precisó que participa en el Distrito al que pertenece su centro educativo, por lo que «yo sé lo digo a ellos«.
El firme cura continuó estableciendo que «hay que acabar con el tiempo de los opinadores que no saben de educación ni han pisado un aula, «
porque es demasiado bueno estar opinando cuando usted no sabe lo que significa estar en un aula«.
Citó además que «en las escuelas se vive con estudiantes sin educación e irrespetuosos, porque no reciben educación en sus casas, es muy triste cuando yo tengo que pasar por un aula y ver a un maestro que ya tiene las alas caídas, como dijo Tres Patines, cógelo por cansancio».
Un aspecto determinante fue el de los 70 puntos como promedio estándar:
«No está escrito en ninguna parte, pero hay una consigna que no se le puede poner a ningún estudiante menos de 70. Dígame lo contrario, que hay que ponerle a todos los estudiantes 70, ¿qué significa eso? Que están todos pasados y a un muchacho que se le dice que él va a pasar como quiera, ¿él se va a preocupar por estudiar? nada«.
Vea el audiovisual
Contexto: un vacío cívico en la educación
La preocupación del Padre Rosario no es excepcional, sino compartida por múltiples voces en el país. Desde hace años, expertos, psicólogos y hasta el Ministerio de Educación han advertido sobre el deterioro de valores en las escuelas dominicanas:
El Nuevo Diario señaló que la eliminación de materias como Moral y Cívica ha dejado un vacío educativo, evidenciado en la falta de disciplina y el irrespeto de algunos estudiantes.
La Constitución exige que la escuela sea el seno de la formación en valores patrios, ciudadanos y democráticos (Art. 63.13), pero esa aspiración rara vez se traduce en realidad.
El MINERD ha afirmado oficialmente que la escuela debe educar en valores éticos y morales, aunque la práctica muchas veces se queda en simples discursos.
Este panorama es el que enfrenta el padre Rosario, al buscar establecer normas que evidencien respeto y seriedad en la escuela.
La postura del sacerdote: coherencia, no autoritarismo
Según reportes locales, el sacerdote ha optado por limitar el uso de prendas inadecuadas (como gorras, ropa deportiva no uniforme o provocativa), solicitando que alumnos, padres y docentes se presenten con decoro. No se trata de moralismos extremos, sino de fomentar una presencia digna y acorde con el entorno educativo.
Esta iniciativa no parte de un afán moralista, sino de una visión clara: la escuela es un santuario de formación personal y social, y vestir sin respeto a ese espacio constituye una bofetada simbólica a la comunidad entera.
Por qué su enfoque es acertado
Predica desde la coherencia
El sacerdote encarna el tipo de liderazgo que exige, no impone desagradablemente. Lo suyo es coherente con valores que él mismo enseña y representa, lo que le da legitimidad moral.
Apoya la formación ética que el Estado ha debilitado
Ante la ausencia o laxitud institucional en materia de valores ciudadanas, una postura clara como la del Padre Rosario complementa y hasta suplanta esa carencia.
Fortalece la identidad local y comunitaria
Al reclamar normas mínimas de presentación, se reafirma que la escuela es un espacio de respeto mutuo, de orgullo colectivo, no de permisividad o indiferencia.
Impulsa la corresponsabilidad entre padres, docentes y alumnos
La educación en valores es una labor compartida. El Padre lo reconoce al involucrar activamente a los padres en el cumplimiento del reglamento de vestimenta.
Enseña con firmeza sin caer en condena
Su enfoque disciplinado nunca es excluyente ni autoritario; es un llamado al civismo, no a la represión. Lo suyo no es destruir, sino edificar.
Reflexión final: valores frente a la indiferencia
La educación contemporánea corre el riesgo de ser «eficiente pero hueca». Puede enseñar contenidos, técnicas e incluso habilidades digitales; mas si olvida la formación del carácter, su labor es incompleta. El Padre Rosario lo sabe y actúa desde esa convicción.
Reforzar la formación moral y cívica no significa retroceso. No es nostalgía de viejos tiempos, sino respuesta consciente ante una sociedad confundida que ha permitido que lo trivial reemplace lo trascendente.
La pregunta urgente es esta:
¿Queremos formar campeones de contenidos o ciudadanos capaces de amar, respetar y construir? El Padre Rosario apuesta por lo segundo.
Y en esa apuesta, merece estar respaldado por todos los que aún creemos que la escuela debe ser más que una fábrica de respuestas: debe ser un taller de sentido, carácter y futuro.