Del Góspel al Rap: La herencia olvidada de “Noah” (The Jubalaires, 1946)

Los originales The Jubalaires: de izquierda a derecha Orville Brooks, Theodore (Teddy) Brooks, Caleb Ginyard y George McFadden.

Redacción Exposición Mediática.- La música popular está llena de relatos invisibles, canciones que se convierten en semillas de lo que décadas después germina como una revolución cultural.

Una de esas piezas enigmáticas, que muchos aún consideran un simple canto góspel con tintes folclóricos, es “Noah”, grabada en 1946 por el grupo vocal afroamericano The Jubalaires.

Sin embargo, escuchada con atención, esa interpretación revela un ritmo cadencioso y una declamación hablada que, para varios investigadores, anticipa —aunque de forma intuitiva y no consciente— lo que años después se conocería como rap.

Pero ¿cómo un tema religioso de mediados de los 40, interpretado en plena era del swing y el góspel armónico, puede tener relación con el rap callejero surgido en los barrios del Bronx en los años 70?

La respuesta se encuentra en la larga tradición afroamericana de la oralidad rítmica, una práctica que, como río subterráneo, atravesó los campos de algodón, las iglesias, los guetos urbanos y finalmente desembocó en la cultura hip hop.

Los Jubalaires y el origen de “Noah”

The Jubalaires eran un cuarteto góspel conocido por su maestría vocal y su innovación en la narración cantada.

A diferencia de muchos de sus contemporáneos, ellos jugaban con la métrica y con la alternancia entre canto y recitación, en un estilo que recordaba a los pregoneros, a los sermones hablados en las iglesias negras y al “call and response” (llamado y respuesta).

La canción “Noah” no es un canto tradicional en el sentido estricto, sino un relato dramatizado de la historia bíblica del Arca de Noé.

Sin embargo, lo más llamativo es el delivery: las palabras se escupen en un flujo rítmico constante, donde la melodía queda en un segundo plano y lo importante es la cadencia verbal.

Quien lo escucha hoy, inevitablemente piensa en un proto-rap, un esbozo lejano de lo que vendría después.

No se trata de un rap en el sentido moderno —no hay beats electrónicos, ni scratching, ni bajos marcados—, pero sí hay una estructura cercana a la declamación rítmica que define la esencia del rap. De ahí que muchos melómanos, críticos e historiadores lo mencionen como “el abuelo perdido” del género.

Del púlpito al Bronx: continuidad cultural

Para comprender la importancia de “Noah” hay que situarlo en una genealogía más amplia. La música afroamericana siempre ha sido más que música: ha sido vehículo de resistencia, crónica oral y espacio de identidad colectiva.

En la época de la esclavitud, los work songs y spirituals servían para coordinar el trabajo forzado y transmitir mensajes encubiertos.

En las iglesias negras, los pastores predicaban con un estilo rítmico y casi hipnótico, conocido como sermonic chant, que mezclaba palabra hablada y cadencia musical.

En las calles, los pregoneros y toasts (poesía oral humorística o picaresca) mantenían viva la tradición narrativa.

Lo que hacen The Jubalaires con “Noah” no es inventar algo de la nada, sino dar forma grabada a un estilo ancestral de narración rítmica, uno que viaja desde África hasta los guetos urbanos del siglo XX.

Así, cuando en 1979 el mundo conoció oficialmente el rap con “Rapper’s Delight” de The Sugarhill Gang, lo que realmente se estaba escuchando no era un fenómeno nuevo, sino la cristalización de décadas —incluso siglos— de oralidad negra.

“King Tim III” y “Rapper’s Delight”: el falso inicio

Aquí es importante introducir un debate crucial: ¿cuál fue el verdadero inicio del rap comercial?

El tema “King Tim III (Personality Jock)” del grupo Fatback, lanzado en marzo de 1979, suele considerarse el primer sencillo de rap grabado y distribuido en vinilo. El tema nació como un experimento: una banda funk invitó a un MC (Tim Washington) para improvisar versos sobre una base rítmica.

Sin embargo, la canción que realmente dio el salto a la fama mundial fue “Rapper’s Delight”, lanzada en septiembre de ese mismo año por The Sugarhill Gang.

Con un bajo robado de Good Times de Chic y versos pegajosos, se convirtió en el primer hit masivo del rap, abriendo la puerta de la industria a un género que hasta entonces vivía en fiestas callejeras.

En ese sentido, 1979 es el año fundacional del rap en su fase comercial. Pero, si rastreamos las raíces estilísticas, “Noah” de The Jubalaires —grabada tres décadas antes— deja en evidencia que el flujo verbal rítmico ya estaba presente en la música afroamericana.

El análisis crítico: ¿Es “Noah” un rap?

Aquí surge la pregunta central: ¿podemos llamar “rap” a lo que hicieron The Jubalaires en 1946?

A favor de esa idea:

• La cadencia hablada sigue un patrón rítmico muy cercano al flow del rap.

• La narración oral prima sobre la melodía.

• Existe un énfasis en la repetición y en la musicalidad de la palabra.

En contra de esa idea:

No había beat independiente; el ritmo provenía del mismo fraseo vocal.

No existía la conciencia cultural del rap como género (ni DJing, ni graffiti, ni breakdance: los otros pilares del hip hop).

Era un producto religioso dentro del góspel, no un acto callejero de protesta ni entretenimiento juvenil.

Lo más justo, entonces, es afirmar que “Noah” no es rap en sentido estricto, pero sí un antecedente proto-rap, una muestra de cómo la oralidad rítmica afroamericana se infiltraba en diferentes expresiones antes de cristalizar como género independiente.

La ciencia cultural detrás del flow

Desde el punto de vista de la musicología y la antropología cultural, el rap no nació en 1979: se trata de la evolución contemporánea de un continuum oral.

Los estudios sobre prosodia muestran que el cerebro humano reconoce patrones de repetición y cadencia incluso en el habla. En el caso de las comunidades afroamericanas, esta cadencia se reforzó con tradiciones africanas donde la música y la palabra nunca estuvieron separadas.

Así, el rap puede entenderse como la ciencia de la palabra rítmica. En ese laboratorio invisible, canciones como “Noah” funcionan como experimentos previos que, sin proponérselo, sentaron las bases de un género que hoy es la música más influyente del planeta.

Reflexión: Una historia circular

La historia de “Noah” nos recuerda que nada nace de la nada. El rap, que hoy domina la industria global, no apareció de repente en un barrio del Bronx; fue el fruto de siglos de resistencia oral, de canciones de trabajo, sermones, pregones y relatos cantados.

The Jubalaires quizá nunca imaginaron que su versión de la historia de Noé sería recordada, no como un simple himno religioso, sino como un eslabón perdido en la cadena que conecta a los esclavos africanos con Tupac Shakur, Jay-Z o Kendrick Lamar.

En última instancia, escuchar “Noah” junto a “Rapper’s Delight” o “King Tim III” no es un ejercicio de nostalgia, sino un acto de arqueología cultural: reconocer que la música es una memoria viva, y que en cada verso rapeado late la voz de quienes, hace décadas o siglos, ya habían encontrado en el ritmo hablado una forma de sobrevivir, contar historias y dejar huella.

Loading