Redacción Exposición Mediática.- La Pequeña Lulú (Little Lulu en inglés) es un personaje de cómic y dibujos animados estadounidense, creado en 1935 por la caricaturista Marjorie Henderson Buell (conocida como «Marge»).
El personaje, cuyo nombre original es Lulu Moppet, protagoniza historias de aventuras e ingenio, generalmente con su grupo de amigos, y ha sido adaptada a diversas series animadas y cortos cinematográficos a lo largo de su historia.
Se le considera un icono de las historietas y ha sido reconocida como una de las primeras figuras femeninas en desafiar las convenciones de género en los cómics.
Cuando una niña se volvió espejo de una generación
En la historia de la cultura popular, hay personajes que parecen haber nacido con una capacidad singular para trascender el papel y la tinta, para salirse de los márgenes de una viñeta y anidar en la imaginación colectiva. La Pequeña Lulú, o simplemente Little Lulu, es uno de ellos.
Su figura —una niña de vestido rojo, cabello negro recogido en un peinado inconfundible y un moño que se convirtió en sello identitario— comenzó como un trazo humorístico en los años 30 y terminó convertida en un referente global.
En ella confluyen la picardía infantil, la rebeldía frente a las normas de género de su época y la capacidad de una creación aparentemente simple de encarnar complejas transformaciones sociales.
Revisitarla hoy no es un ejercicio de nostalgia, sino una ventana para comprender cómo un personaje femenino de apariencia ingenua supo cuestionar, a su manera, los estereotipos dominantes del siglo XX.
El nacimiento de una irreverencia (1935)
En 1935, la revista The Saturday Evening Post encargó a la caricaturista Marjorie Henderson Buell (1904-1993), conocida profesionalmente como Marge, una viñeta para su portada.
El resultado fue la primera aparición de Little Lulu: una niña traviesa que, vestida con un atuendo rojo, se atrevía a reemplazar a los angelicales niños que solían poblar las portadas de la publicación.
El debut no pasó desapercibido. Lulu, lejos de encarnar la dulzura pasiva que se esperaba de las niñas, fue dibujada como un personaje inquieto, capaz de romper convenciones.
Aquello que parecía un simple recurso humorístico era en realidad una ruptura simbólica. En pleno corazón de la Gran Depresión, cuando Estados Unidos buscaba íconos de esperanza y moral familiar, Lulú se presentó como una niña que no pedía permiso para existir.
De viñeta a universo narrativo
El paso de Lulu de las portadas a las historietas regulares marcó un cambio decisivo. En 1945, ya bajo el sello de Dell Comics, Little Lulu se convirtió en serie fija. Fue entonces cuando se consolidó el universo que la acompañaría: Tubby Tompkins, Annie Inch, Iggy, Willie, Alvin… un conjunto de personajes que orbitaban alrededor de Lulú y que, en sus interacciones, reflejaban la cotidianidad infantil de los suburbios estadounidenses.
Las historias eran sencillas en apariencia: juegos, discusiones, conspiraciones infantiles, rivalidades de género. Pero detrás de cada travesura había un subtexto más complejo: Lulú cuestionaba la autoridad, defendía su autonomía y demostraba una inteligencia estratégica que superaba a sus pares masculinos. No era la niña dócil; era la niña que imponía agenda.
Género y rebeldía en clave de humor
Uno de los aspectos más fascinantes de la Pequeña Lulú es cómo, sin proponérselo de manera explícita, se convirtió en una figura de resistencia cultural frente al sexismo de su tiempo. Mientras los cómics y caricaturas de mediados de siglo solían reforzar estereotipos de género, Lulu se plantaba con una seguridad desarmante.
El club de solo niños, liderado por Tubby y en el que no se admitían chicas, era constantemente infiltrado o derrotado por Lulú y Annie. Esa dinámica repetida funcionaba como una metáfora ligera pero efectiva del lugar que las mujeres buscaban conquistar en la sociedad estadounidense de posguerra.
Los adultos podían ver humor en la persistencia de Lulu, pero los niños y niñas de la época encontraban en ella una validación: era posible que una chica enfrentara y venciera al dominio masculino en el terreno del juego, del ingenio y de la palabra.
Lulú como espejo de cambios sociales (años 40–60)
La segunda mitad del siglo XX fue un tiempo de convulsión: desde la consolidación del sueño americano en los suburbios hasta los inicios de la segunda ola del feminismo. En ese contexto, Lulu fue un personaje que acompañó silenciosamente, sin discursos panfletarios, una transformación cultural.
En Latinoamérica, particularmente, la Pequeña Lulú se convirtió en un símbolo de infancia traviesa. Sus cómics circularon en español con gran éxito desde la década del 50, y en países como México, Argentina, Brasil y República Dominicana, fue parte del paisaje editorial de kioscos y librerías.

La adaptación a la televisión en los años 70 y posteriores consolidó esa presencia. A diferencia de otras caricaturas que pronto quedaron anticuadas, Lulu parecía adaptarse bien a los tiempos, sin dejar de ser anclaje de la inocencia y a la vez de la rebeldía.
Un lenguaje universal
El secreto de la longevidad de Lulu radica en su lenguaje universal: no dependía de referencias locales, sino de experiencias comunes a la niñez en cualquier parte del mundo.
¿Quién no ha intentado desafiar reglas impuestas? ¿Quién no ha vivido el enfrentamiento entre grupos de niños y niñas? ¿Quién no ha buscado, como Lulu, hacerse escuchar en un entorno que muchas veces minimizaba su voz?
Esta capacidad de resonar más allá del contexto cultural norteamericano hizo que la Pequeña Lulú pudiera ser exportada y apropiada con facilidad.
No era un personaje que necesitara traducciones profundas; su humor y picardía eran inmediatos.
Lecturas críticas: ¿subversión o domesticación?
A la hora de analizarla críticamente, surgen preguntas ineludibles: ¿Lulu fue realmente un personaje subversivo o terminó siendo domesticada por la lógica editorial?
Por un lado, su existencia misma era disruptiva: una niña independiente en el corazón de una cultura que prefería ver a las mujeres en roles secundarios. Pero, por otro, las historias rara vez rompían de forma radical con el statu quo: el mundo de Lulu seguía siendo un suburbio seguro, los adultos eran figuras presentes aunque borrosas, y la rebeldía infantil encontraba límites.
La tensión entre estas dos lecturas es lo que hace fascinante su estudio. Lulu fue, al mismo tiempo, resistencia simbólica y producto del sistema.
Testimonios y memoria cultural
Quien creció leyendo a Lulu en los años 50 la recuerda como una compañera de juegos en papel. Quien la conoció en los 70 a través de la televisión, como una caricatura ligera que llenaba tardes de ocio. En entrevistas y recopilaciones de testimonios, no son pocos los adultos que recuerdan haber encontrado en ella un modelo distinto, una niña que no se resignaba a “jugar callada”.
Incluso en la cultura pop contemporánea, la Pequeña Lulú ha aparecido en referencias musicales, en reinterpretaciones artísticas y en homenajes nostálgicos. Su moño rojo se volvió icono reconocible, como las orejas de Mickey o la capa de Superman, aunque desde un registro mucho más modesto y cotidiano.
Permanencia y resignificación en el siglo XXI
Hoy, cuando la industria del entretenimiento vive de remakes y relecturas, la Pequeña Lulú sigue flotando en el imaginario, aunque con menor presencia activa en medios masivos. Las reediciones de cómics, la circulación digital y el coleccionismo retro mantienen su vigencia.
En clave contemporánea, Lulu puede leerse como antecedente de personajes femeninos fuertes en la cultura de masas. Sin su irreverencia pionera, quizá sería difícil pensar en la llegada de protagonistas femeninas con voz propia en series y películas posteriores.
Una niña que nunca creció
En el fondo, lo que hace única a la Pequeña Lulú es su condición de eterna niña. Mientras nosotros, sus lectores, envejecemos, ella permanece traviesa, desafiante, incapaz de aceptar un “no” como respuesta definitiva.
Tal vez por eso sigue siendo entrañable: porque nos recuerda que la infancia no es solo dulzura pasiva, sino también curiosidad, rebeldía, experimentación. Y en un mundo que muchas veces exige obediencia y conformismo, Lulu nos invita a mantener encendida la chispa de la irreverencia.
Su moño rojo no es solo un accesorio: es una bandera.
Fuentes consultadas
•Buell, Marjorie Henderson. Little Lulu (The Saturday Evening Post, 1935).
•Yoe, Craig. The Little Lulu Storybook Treasury. Dark Horse Comics, 2017.
•Heer, Jeet. “Marge’s Little Lulu and the Feminist Subtext of Mid-Century Comics.” Comics Journal.
•Sabin, Roger. Comics, Comix & Graphic Novels: A History of Comic Art. Phaidon, 1996.
•Entrevistas y notas de coleccionistas en portales especializados: Comic Book Historians, Lambiek Comiclopedia.
•Archivos de adaptaciones televisivas: ABC Saturday Morning Cartoons (1970s).
•Publicaciones latinoamericanas de Editorial Novaro (México) y EBAL (Brasil).
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