A Peña Guaba Se Le Fue La Guagua: Cuando la desconexión institucional se disfraza de mensaje navideño

José Francisco Peña Guaba. Diplomático, consultor y político dominicano y actual incumbente del Gabinete de Política Social.

Redacción Exposición Mediática.- En medio del escándalo que sacude al Seguro Nacional de Salud (SeNaSa), el director del Gabinete de Política Social optó por brindar con vino ante las cámaras. El gesto, lejos de ser inocente, expuso una peligrosa fractura entre el poder y la realidad social que dice administrar.

A José Francisco Peña Guaba se le fue la guagua. Y no por accidente, sino por convicción, torpeza comunicacional o, peor aún, por una alarmante incapacidad de leer el país que pisa.

Mientras miles de dominicanos observaban con indignación cómo el escándalo de SeNaSa escalaba en denuncias, cuestionamientos y angustia colectiva —especialmente entre los sectores más vulnerables—, el director del Gabinete de Política Social decidió aparecer en un audiovisual navideño, copa de vino en mano, proyectando una atmósfera de calma, celebración y despreocupación.

No era el momento. No era el mensaje. Y definitivamente, no era el funcionario indicado para hacerlo.

El problema no fue el vino, es el símbolo

Conviene dejar algo claro desde el inicio: la indignación no se origina en una copa de vino ni en una festividad. El rechazo nace del simbolismo. En política, los símbolos pesan tanto como las acciones. Y en este caso, el símbolo fue devastador.

Un alto funcionario responsable de articular políticas sociales —justamente en un contexto donde el sistema de salud pública enfrenta serios cuestionamientos— apareció ante la opinión pública en una escena que muchos interpretaron como burlesca, extemporánea y profundamente desconectada del dolor social.

El mensaje implícito fue demoledor: mientras el país se indigna, el poder brinda.

Timing político: una lección que Peña Guaba no aprendió

La comunicación institucional no se mide solo por lo que se dice, sino por cuándo se dice. En ese punto, Peña Guaba falló de forma estrepitosa.

El escándalo de SeNaSa no es una anécdota menor. Se trata de una crisis que toca fibras sensibles: acceso a la salud, uso de fondos públicos, confianza en el Estado y protección de los más vulnerables. En ese contexto, cualquier gesto que no transmita sobriedad, empatía y responsabilidad está condenado al rechazo.

El audiovisual navideño no solo fue un error de forma; fue un error político de fondo.

Redes sociales: el veredicto fue inmediato

La respuesta ciudadana no tardó. Las redes sociales se inundaron de críticas, muchas de ellas provenientes no solo de opositores, sino de comunicadores, profesionales y ciudadanos sin afiliación partidaria evidente.

Las palabras más repetidas fueron claras: “falta de sensibilidad”, “muy mal gusto”, “burla”, “desconexión”. El repudio fue tal que el propio Peña Guaba optó por borrar el material de sus plataformas digitales, una acción que, lejos de mitigar el daño, reforzó la percepción de improvisación y falta de autocrítica.

Eliminar el video no borró el mensaje. Lo confirmó.

Un patrón que se repite

Este episodio no ocurre en el vacío. Se suma a una serie de actuaciones públicas que han generado cuestionamientos sobre el criterio con el que Peña Guaba maneja iniciativas sensibles, especialmente aquellas relacionadas con ayudas sociales y bonos.

Para amplios sectores de la opinión pública, el problema no es solo un video navideño mal calculado, sino una forma de ejercer la función pública que trivializa la pobreza, politiza la asistencia y subestima la inteligencia del ciudadano.

Cuando los errores se repiten, dejan de ser errores y pasan a ser estilo.

El costo institucional

Más allá del impacto personal sobre Peña Guaba, el daño mayor es institucional. Cada episodio de este tipo erosiona la credibilidad del Gobierno en su conjunto y debilita los discursos oficiales sobre transparencia, sensibilidad social y compromiso con los más necesitados.

En un país donde la desconfianza hacia la clase política es estructural, escenas como esta alimentan el cinismo ciudadano y refuerzan la narrativa de que existe una élite gobernante ajena a la realidad cotidiana de la mayoría.

El silencio como respuesta

Hasta ahora, no ha existido una disculpa pública clara ni un reconocimiento explícito del error. El silencio, en política, también comunica. Y en este caso comunica indiferencia.

Reconocer un error no debilita; humaniza. Persistir en la omisión, en cambio, consolida la percepción de arrogancia y desconexión.

Síntesis: cuando el poder pierde el pulso del país

A Peña Guaba se le fue la guagua porque olvidó una regla básica de la función pública: quien administra lo social no puede actuar como si viviera al margen del malestar social.

Este episodio debería servir como advertencia, no solo para él, sino para toda la estructura de poder: en tiempos de crisis, la sobriedad no es opcional; la empatía no es decorativa; y la comunicación no es un juego de redes.

Cuando el poder brinda mientras el pueblo reclama, el problema no es el brindis. Es el divorcio con la realidad.

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