Anglicismos en tiempos de ocupación: El legado lingüístico de las intervenciones de EE.UU. en República Dominicana

 

Redacción Exposición Mediática.- Las huellas que dejan las intervenciones militares trascienden los terrenos del conflicto. En el caso de República Dominicana, las dos ocupaciones estadounidenses del siglo XX —la de 1916 y la de 1965— no solo afectaron su soberanía, su política o su economía, sino también aspectos más sutiles y duraderos, como el lenguaje cotidiano.

En ambas ocasiones, la presencia militar de Estados Unidos trajo consigo una serie de términos anglosajones que se integraron al habla dominicana, en muchos casos de forma natural y duradera.

La primera intervención: 1916–1924

En 1916, ante la inestabilidad política y los problemas con el pago de deudas internacionales, Estados Unidos ocupó República Dominicana e instaló un gobierno militar que duraría hasta 1924. Durante ese período, se introdujo un sistema administrativo, educativo y de infraestructura que imitaba el modelo estadounidense.

Algunos anglicismos comunes de esta época incluyen:

Ticket: Usado para referirse al boleto o pase de entrada, especialmente en transporte o espectáculos.

Picó (del inglés pick-up): Inicialmente usado para referirse a camiones livianos, el término se adaptó rápidamente a la vida rural y urbana.

Lonche (de lunch): Aunque ya existía la palabra «almuerzo», “lonche” fue adoptada especialmente en contextos laborales e informales.

Chíker (del inglés cheekers, una pronunciación deformada de checkers): Juego de mesa popularizado por los marines estadounidenses.

La influencia del contacto directo entre los marines estadounidenses y la población local facilitó la adopción de estos vocablos, que se mezclaron con el español sin mayor resistencia. Muchos se adaptaron fonética y morfológicamente al español dominicano.

La segunda intervención: 1965

En abril de 1965, tras el estallido de la guerra civil dominicana, Estados Unidos volvió a intervenir militarmente con el pretexto de evitar una supuesta expansión comunista en el Caribe. Esta segunda ocupación fue más breve, pero se dio en un contexto mediático y tecnológico mucho más desarrollado.

Durante esta etapa, la presencia militar coincidió con una expansión del consumo cultural: radio, televisión, cine, música y productos importados desde EE.UU. Todo esto reforzó la penetración del inglés en la vida cotidiana.

Términos que ganaron terreno durante esta etapa incluyen:

Boom: Para referirse a un auge repentino, sobre todo en economía o moda.

Relax: Como sinónimo de tranquilidad o descanso.

Shopping: Aunque ya existían palabras como “compras” o “tiendas”, el término se popularizó con la aparición de centros comerciales al estilo estadounidense.

Party: Usado sobre todo por los jóvenes para describir fiestas de estilo moderno o con música internacional.

File: Usado en oficinas o ambientes técnicos para referirse a archivos.

Locker: Adoptado en instituciones educativas o deportivas, en lugar de “casillero”.

Parking: Sustituyó en muchos contextos la palabra “estacionamiento”.

Yipeta (de jeep): Aunque popularizado más tarde, su origen se remonta a vehículos militares usados durante y después de la ocupación.

Durante la intervención de 1965, además, se potenció el aprendizaje del inglés como segunda lengua, especialmente en sectores militares, comerciales y turísticos. Las escuelas bilingües y el acceso a medios extranjeros acentuaron esta tendencia.

El idioma como campo de batalla cultural

A diferencia de otras formas de imposición cultural, los anglicismos no fueron impuestos mediante decreto ni legislación.

Su adopción fue más bien el resultado del contacto directo, de la convivencia forzada y de la admiración —o necesidad— que muchos sectores sintieron hacia el modelo estadounidense.

El lenguaje, como reflejo de la realidad social, sirvió para absorber aquello que llegaba con la ocupación: estructuras, objetos, alimentos, vestimentas, entretenimiento, pero también formas de pensamiento.

De ahí que palabras como chance (oportunidad), break (descanso), o incluso crazy (loco), también hayan entrado en el argot dominicano en contextos informales o coloquiales.

¿Influencia o dependencia?

El debate entre enriquecimiento lingüístico y pérdida de identidad sigue vigente. Si bien muchos anglicismos cumplen una función comunicativa válida —al nombrar cosas nuevas o adaptarse a contextos modernos—, otros desplazan sin necesidad vocablos ya existentes en español.

Académicos y lingüistas advierten que si bien la lengua está en constante evolución, es necesario fortalecer la enseñanza del español formal y crítico para evitar que los préstamos lingüísticos vacíen el idioma de su riqueza y expresividad.

Epílogo: Una memoria viva en las palabras

Hoy, un siglo después de la primera intervención y más de medio siglo de la segunda, las huellas lingüísticas de aquellas ocupaciones siguen vivas.

Cada vez que un dominicano dice “lonche”, “ticket”, “shopping” o “party”, evoca —sin saberlo— episodios complejos de su historia nacional. En las palabras también se libra la batalla por la identidad.

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