Por Pbro. Felipe de Jesús Colón Padilla

El itinerario del plan de pastoral nos presenta, para este mes de julio, la virtud cardinal de la fortaleza.

La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma.

Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas (Nro. 1803 CEC).

Cuatro virtudes desempeñan un papel fundamental. Por eso se las llama “cardinales”; todas las demás se agrupan en torno a ellas. Estas son la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza.

“¿Amas la justicia? Las virtudes son el fruto de sus esfuerzos, pues ella enseña la templanza y la prudencia, la justicia y la fortaleza” (Sb 8, 7). Bajo otros nombres, estas virtudes son alabadas en numerosos pasajes de la Escritura (Nro. 1805).

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que, La fortaleza es la virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Reafirma la resolución de resistir a las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral.

La virtud de la fortaleza hace capaz de vencer el temor, incluso a la muerte, y de hacer frente a las pruebas y a las persecuciones. Capacita para ir hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida por defender una causa justa (Nro.1808).

La más combativa de las virtudes, la que nos ayuda a dar fruto en la vida: es la fortaleza, la tercera virtud cardinal después de la prudencia y la justicia, la cuarta es la templanza.

La Fortaleza es la virtud que nos da la fuerza y la constancia para hacer el bien, especialmente ante las dificultades, los peligros, las tentaciones o la adversidad. No se trata simplemente de ser físicamente fuerte o valiente en un sentido superficial, sino de una fortaleza moral y espiritual.

Frente al dominio del miedo: La fortaleza nos ayuda a moderar el miedo. No significa no tener miedo, sino no dejarse paralizar por él. De repente somos amenazados por agentes externos, la virtud de la fortaleza es el escudo interior para vencer.

También implica la capacidad de resistir la ira o la frustración descontrolada, permitiendo que la razón y la voluntad guíen nuestras acciones, incluso en momentos de tensión. Es de mal gusto que la furia de la ira iracunda nos domine.

La Perseverancia en hacer el bien: Es la virtud que nos permite mantenernos firmes en nuestros propósitos de hacer el bien y vivir de acuerdo con la voluntad de Dios, a pesar de los obstáculos, el sufrimiento, la persecución o la tentación. Es la capacidad de seguir adelante cuando las cosas se ponen difíciles. Evitando la venganza.

Valor y Firmeza: Implica tener el coraje de defender la verdad, la justicia y los principios morales, incluso cuando hacerlo es impopular o implica un riesgo personal. Es la firmeza en las convicciones y la audacia para actuar conforme a ellas.

Actuar con prudencia y justicia en todo cuanto hagamos: La fortaleza no actúa sola. Está intrínsecamente ligada a la prudencia (la virtud que nos ayuda a discernir el bien y los medios para alcanzarlo) y la justicia (la virtud que nos inclina a dar a cada uno lo que le corresponde).

La fortaleza nos da la fuerza para llevar a la práctica lo que la prudencia nos dicta y lo que la justicia exige.

Sin prudencia, la fortaleza podría degenerar en temeridad; sin justicia, podría usarse para fines egoístas. Pidamos el don de la Fortaleza, al Señor.

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