Por Lester McKenzie

Ha iniciado el año escolar 2025-2026 cargado de expectativas y las grandes, medianas y pequeñas tiendas han inundado los medios con un bombardeo constante, con toda una gama de ofertas para «garantizar» el éxito del mismo y así poder asegurar su beneficio económico.

Mochilas, uniformes, zapatillas para deporte, zapatos, libros, libretas, lápices, en fin todo tipo de pertrecho para cualquier contingencia escolar son promocionados contrastando con nuestra época en la cual las palabras mochila, tablet, internet, entre otras, no existían y la cantidad de material soporte necesario no era tanta.

La educación de los hijos, su formación académica, no es cosa exclusiva del plantel escolar pues ante todo es visión, tarea y vocación de los padres con una gran ventaja si se sabe asumir esa responsabilidad y se participa de manera activa en el proceso. Si se descuida esta tarea, los celulares, las redes sociales, la TV, las películas, los video-juegos, la calle y las no siempre gratas “ocurrencias» de muchachos ocuparán el vació que los padres no llenan.

Que no sean esos medios los que sirvan de modelo a los hijos alienándolos en lo que a su comportamiento respecta, con lo que tienen que pensar, como actuar y/o divertirse.

La educación es un proceso complejo y el aprendizaje una actividad y un logro difícil que requiere de condiciones previas que en un futuro a corto plazo serán determinantes. No se aprende todo lo que se enseña ni solo lo que se enseña.

Aprender es, en gran parte, un acto voluntario que exige al estudiante grandes dosis de motivación, pues estudiar exige de mucho esfuerzo y luce que hoy día se aplica el mínimo en sentido general.

¿Existirá una receta para el éxito escolar? Creo la lectura es un elemento determinante para aprender y hoy los alumnos leen poco, muy poco, pero además hay muchos que no entienden lo que leen (lectura compresiva) y la ortografía, por lo que se lee en las redes, deja muchísimo que desear, brilla por su ausencia.

El internet es una realidad y hay padres que no lo han asimilado como tal y aquí surge esta herramienta tecnológica como una grieta inquietante en esa necesaria relación entre padres e hijos. Comprendo que muchos padres nacidos en la época análoga no están preparados para esta nueva era tecnológica, pero deben hacer el esfuerzo por ponerse al día por lo menos en lo básico.

Vivimos en una cultura donde los jóvenes, equipados con iPhones, computadoras portátiles, teléfonos inteligentes, dedican largas horas, con la noche incluida, a enviar mensajes de texto, a comunicarse de manera virtual y son menos propensos que nunca a desarrollar la “fluidez silenciosa” que resulta de la interacción personal frente a frente. Los que han nacido en la era digital son expertos en el manejo del teclado, pero cuando se trata de leer, de interpretar el comportamiento del otro, son bastante torpes.

No tengo la menor idea de hasta dónde se llegará por este camino en que transitamos ya que es temprano aún para calcular el efecto de los hábitos digitales y las herramientas cambian tan rápido que la investigación no puede mantenerse al día.

Mi humilde y sincera exhortación es que sin importar la edad, desde el primer día los padres participen de manera más directa, activa, en el proceso formativo de sus hijos lo cual luce va en decadencia.

Mientras a más temprana edad se establece una conexión entre los padres y el proceso educativo de sus hijos a través de los profesores, se crea una base más sólida para el éxito del estudiante.

Los padres deben ser ejemplo de vida para sus hijos, que les enseñen a ser esos hombres y mujeres de bien que vale la pena ser con quienes da gusto encontrarse en la vida.

Saber estar con los hijos es ganar muchos capítulos dentro del proceso de formación académica y tanto maestros como padres deben compartir la responsabilidad de enseñar a los alumnos y trabajar en conjunto para alcanzar los objetivos programados y deseados, tomando muy en cuenta que formación hogareña y formación académica son dos mundos completamente diferentes con responsabilidades muy peculiares.

No hay mejor escuela que un hogar cedente y no hay maestro igual a un padre virtuoso. El hogar inculca valores y normas, mientras que la escuela enseña conocimientos específicos.

¡Hasta una próxima entrega sabatina!

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