Por Amín Cruz
Estados Unidos enfrenta un escenario fiscal sin precedentes: la deuda nacional bruta ha superado ya los 37 billones de dólares, según el más reciente informe del Departamento del Tesoro publicado este martes. Esta cifra récord refleja el acelerado crecimiento del endeudamiento del país, que se ha adelantado varios años a las proyecciones previas a la pandemia.
Especialistas advierten que, de mantenerse las actuales políticas económicas impulsadas por el presidente Donald Trump, la deuda podría rebasar los 40 billones de dólares en el corto plazo. El incremento se produce en un contexto marcado por tensiones internas y externas, políticas de aranceles, bloqueos comerciales, deportaciones masivas de trabajadores agrícolas e industriales, y una creciente presión sobre los contribuyentes.
Aunque el crecimiento de la deuda se disparó con la pandemia de COVID-19, diversos analistas señalan que el actual rumbo económico responde también a decisiones políticas recientes. Entre ellas, destacan la reducción de impuestos y el aumento del gasto público aprobados este año, medidas que —según la Oficina de Presupuesto del Congreso— añadirán 4,1 billones de dólares adicionales a la deuda en la próxima década.
El panorama se complica por la persistencia de conflictos internacionales que absorben grandes recursos del presupuesto federal, como las tensiones y enfrentamientos en Israel, Ucrania, Irán, Rusia medio oriente, guerras, armas, deportaciones, bloqueos etc., así como el gasto en armamento y operaciones militares sin soluciones armoniosa de paz.
Michael Peterson, presidente y director general de la Fundación Peter G. Peterson, advirtió que el creciente endeudamiento “ejerce presión al alza sobre las tasas de interés, añade costos para todos y reduce la inversión privada”. Además, explicó que la deuda “desplaza prioridades presupuestarias esenciales y crea un ciclo perjudicial: más deuda, mayores pagos de intereses y aún más deuda”.
En la misma línea, Wendy Edelberg, investigadora sénior en Estudios Económicos de la Institución Brookings, recordó que el Congreso es responsable de establecer las políticas fiscales y de gasto. “La legislación fiscal aprobada por los republicanos significa que seguiremos pidiendo prestado masivamente durante 2026, 2027 y en adelante”, subrayó.
El ritmo del endeudamiento resulta alarmante: Estados Unidos alcanzó los 34 billones de dólares en enero de 2024, 35 billones en julio y 36 billones en noviembre del mismo año. Ahora, cada cinco meses se suma un billón de dólares a la deuda nacional, el doble de la tasa promedio registrada en los últimos 25 años. El Comité Económico Conjunto estima que, al ritmo de crecimiento actual, se añadiría otro billón de dólares a la deuda en aproximadamente 173 días.
Este indicativo de Trump y los legisladores nos ponen en una situación difícil, porque podría haber una reforma fiscal en el Congreso y nos tomen de sorpresa como están las cosas, pasan sin pena ni gloria, dado que el partido Demócrata está con los brazos cruzados ante esta cruzada nacional de atropello de Trump.
Este fenómeno no solo afecta a la economía estadounidense, sino que genera un efecto dominó a nivel mundial, impactando especialmente a los países dependientes de la potencia norteamericana. Cuando hay aumentos en EE. UU., el mundo entero siente la repercusión y comienzan aumentar, sin embargo, pocos gobiernos, periódicos, periodistas, organizaciones e instituciones se pronuncian al respecto.
Durante su campaña electoral, Donald Trump acusó repetidamente al presidente Joe Biden de perjudicar la economía y prometió que, de ser reelegido, resolvería los problemas financieros del país. Sin embargo, tras más de siete meses en el cargo, crece el escepticismo entre amplios sectores de la ciudadanía sobre la eficacia de su gestión económica.
Con una deuda en ascenso acelerado, tensiones internacionales y políticas internas polarizadas, Estados Unidos se encamina hacia un escenario de incertidumbre fiscal que podría repercutir no solo en sus ciudadanos, sino en la economía global.