Por Marcos Sánchez

La Romana, R.D.- La provincia La Romana tiene un sinfín de peculiaridades, iniciando por el origen de su nombre, su condición de ser la provincia más joven del este, su rápido y a la vez ralentizado avance, su inusual actividad económica, epicentro gastronómico de «El Tapao'» y los «Huevos Burgers» (idea traída por un Yumero) la irrupción de «Villa Panty» más un bastante largo etcétera.

En esta oportunidad, el enfoque estará centrado en cómo se orientaba a una persona indicándole una dirección en el casco urbano de La Romana en la década de 1980, partiendo desde El Barrio Lela como punto de referencia.

Debido al sostenido auge que emanaba el primer parque industrial de Zona Franca en La Romana, la actividad económica era una que abarcaba múltiples áreas.

El empleado de Zona Franca, tildado popularmente «zonero», gozaba de tener efectivo todos los viernes porque el pago laboral en dicho lugar, así lo estipulaba.

Eso motorizaba medios de transportación: buses de pasajeros (grandes y minivanes), carro público y motoconchos, éstos últimos surgen después que veían motoristas llevar múltiples cantinas de comida (un enorme porcentaje desde el Comedor Fela, que quedaba entre un tramo de la Ferretería Hilari Mayol y la estación de combustible de dicha empresa en la calle Fray Juan de Utrera.

Eso provocaba que prácticamente todos allí dispusieran de dinero para el fin de semana y eso se traducía en guardar una parte para «bajarse unas cuantas frías» o el clásico «clavo para el romo». El caso era tan peculiar, que no podría haber dinero para comer, pero siempre para beber (alcohol).

La cosa no quedaba ahí:

•Parte de ese dinero también se reservaba para ir de fiesta en cualquiera de las múltiples opciones de entretenimiento que ofertaba el casco urbano.

•Jamás (en caso que fuera fin de mes) se dejaba de hacer la compra de la casa, pago de alquiler o «dejarle un menudo a la mujer».

¿Y si por casualidad se acababa el dinero?

Bueno, tampoco habría problema alguno: ¡Los prestamistas estaban desde el lunes disponibles! (porque el viernes era día de pago) y también los cambiacheques.

Dicho todo esto, entremos en contexto con el núcleo de este artículo: Cómo se daban direcciones en los 80 para llegar a un lugar.

La parte céntrica de La Romana era una dotada de infinidad de negocios y en el caso del área circundante al Parque Juan Pablo Duarte (llamado coloquialmente «Parque Central»), era bastante singular.

La migración árabe en República Dominicana se remonta a principios del siglo XX, cuando muchos llegaron huyendo de situaciones de conflicto y precariedad económica en el Medio Oriente, especialmente del Líbano.

Muchos de estos inmigrantes se establecieron en el país y construyeron una comunidad económica que prácticamente definía la actividad del lugar donde se asentaban. La Romana no era la excepción.

Circundante al Parque Juan Pablo Duarte existían negocios de expendio de bebidas y diversión colectiva, mayormente de orígenes árabes, en este caso, palestinos. A esos negocios se le sumaban un original abanico de propuestas: habían tiendas de calzado, textil y hasta repuestos de motocicletas.

Por supuesto, dominicanos también tenían presencia, aunque no tan variada, al igual que de origen español e italiano.

Cuando usted «estaba en buena«, llevaba a su novia a la Heladería Capri o a la Shish Kabab (restaurante). Ir allí era sinónimo de bolsillos saludables, ya que se ofertaba mucha calidad.

Como los celulares era un tema de ciencia ficción en los 80, usted tenía que recurrir a los teléfonos públicos (accionados con monedas para su respectivo funcionamiento) y entonces dar instrucciones de cómo llegar al lugar que uno se encontraba.

La discoteca Abraxas llevaba la voz cantante en materia de nightclub ya que su famosa pista (con luces que emulaban a la de la película Fiebre del Sábado por la Noche) hacía sentir a los clientes como si estuvieran en Nueva York. Al lado estaba la pizzería y restaurant El Piki, que fungía como una alternativa según el bolsillo o plan orquestado.

«Si las cosas se daban a más» respecto a su fémina acompañante, entonces una vez arribado el acuerdo se informaba al grupo que había una retirada debido a un «viaje a la CDE» (y no era precisamente la Corporación Dominicana de Electricidad) sino Cabañas del Este, localizadas en la antigua carretera La Romana-San Pedro de Macorís (hoy Avenida Prof. Juan Bosch).

Si la disponibilidad de recursos aún era más sólida, entonces «esa movida» era para «donde Jeremías» (haciendo alusión al propietario de las Cabañas Turísticas Tío Tom) ubicadas más allá de la CDE.

La Romana recibía visitas de gente de toda la región este y más allá. El romanense de ese entonces conocía los nombres del mayor porcentaje de calles del casco urbano. No obstante, es costumbre en la cultura de dar indicaciones de sentido, que el dominicano apenas memoriza el nombre real de una calle y de hacerlo, quien recibe las indicaciones solicita que le precise «un lugar de referencia» vía la expresión «por donde queda…» y así llega al lugar con impresionante precisión tal cual reloj suizo.

«Te espero en La Janet» era la expresión por defecto al momento de encontrarse con alguien si el plan era ir al este (Papagayo, Preccona o Las Piedras) o al oeste (adentrarse en Villa Verde).

Si se bajaba por el Centro Médico Oriental (usado también como referencia inmediata «a media esquina de La Janet«) para ir al Cine Papagayo, era imperativo referir «Frente a Milton» (en referencia al negocio Milton Súper Frías) y «En La Rotonda» si se dirigía al negocio homónimo y/o área cercana en la Avenida Padre Abreu.

Bajando la avenida Santa Rosa de Lima, quedada la Pizzería Mía que por casualidad de alguien perderse, le decían «antes de la bomba de Geraldo» (alusivo a la estación de combustible ubicada en la intersección Santa Rosa de Lima con Teniente Amado García, que actualmente aún está allí).

Curiosamente, si alguien buscaba la tienda más famosa de venta de alimentos para aves, abonos, pesticidas y demás, la gente decía «Eso es donde Eurípides -muchos expresaban urípide- que queda al lado de la bomba de Geraldo».

«Te espero en la esquina de Teleran». Era exactamente en la esquina de la calle Francisco Castillo Marquez con Gregorio Luperón. «Teleran» era la sigla de Telefónica Rancier, la primera empresa privada de esa índole que existió en La Romana.

En otro de tantos ejemplos, siendo usted pasajero de carro público (popularmente concho» o «carrito público». Eso de «Taxi», la manera correcta, era irónicamente reservado para un servicio privado), si usted iba para el parque y tenía que bajar en dirección a la calle Dr. Gonzalvo, le decía al chófer: «Déjeme en la esquina de La Colorá» (alusivo al color de pelo de la señora árabe propietaria de un negocio en dicha área).

Pasaba igual con:

«Donde los Pablo«, «en la esquina de Hilari», «Dale para Caribe 102, donde quedaba La Cristiana«, «Me quedo en El Control«, «Donde Felín, frente al Chileno cerca de Paíno«, «Frente a frente a Los Michelín«, «Te espero en el obelisco, frente a la farmacia Diana«, «Me deja en La Gallera» (de ahí, muchas personas iban a Quisqueya, Los Multis, Villa Nazaret o Villa España).

Por tradición, si el dueño de un establecimiento comercial era popular, siempre se usaría su nombre, apodo o apellido para llegar al lugar.

Incluso, mucha gente se daba por enterada del nombre de pila de alguien, al leerlo en «los recordatorios» (folletos conmemorativos a un fallecido).

El listado es interminable. Quizás usted recuerde otros más y le provoque gratos recuerdos de esa época y entienda mejor por qué en La Romana dar direcciones, va de la mano con un curioso origen.

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