Por Lester McKenzie
El caso del Residencial Naco Dorado IV donde Juan Andrés Pumarol Fernández, de 30 años de edad atacó con dos cuchillos a varias personas, su padre incluido, en el cual perdió la vida una de las víctimas nos ha conmocionado.
Pumarol Fernández fue arrestado poco después del suceso y previo a ello se desplazó piso por piso dentro del edificio tocando las puertas de los apartamentos y apuñalando a quienes le abrían.
Fue diagnosticado con esquizofrenia paranoide desde los 10 años y esta enfermedad no tiene una causa única y definitiva considerándose que es el resultado de una combinación compleja de factores genéticos, biológicos y ambientales. Juan Andrés está bajo tratamiento.
Desde hace un tiempo y después de la pandemia se ha incrementado, un porcentaje de la población a nivel mundial tiene serios problemas de salud mental, nuestro país no es la excepción y no se nota que se estén haciendo esfuerzos por enfrentar esta preocupante y cruda realidad.
Notamos como muchas personas de todas las edades tanto hombres como mujeres a diario se ocupan de asistir a gimnasios, clases de yoga, zumba, caminar, montar bicicleta, en fin, hacer algún tipo de ejercicio físico con el firme propósito de estar y sentirse en la mejor forma corporal posible, pero se hace poco ejercicio de mentalización para reducir el cúmulo de preocupaciones y lograr conseguir esa libertad interior tan necesaria en busca de una vida mas relajada y gozosa.
No es necesario competir en unos Juegos Olímpicos para ganar una Medalla de Oro; la podemos ganar en la carrera más importante, la carrera de tu vida, “y la vida no se detiene, prosigue su agitado curso”, decía Manuel Antonio Rodríguez, Rodriguito, en su siempre recordado programa de radio “El Suceso de Hoy”, pero tomemos en cuenta que las épocas son diferentes, que el cambio es inevitable y solo logramos estabilidad cuando sepamos adaptarnos a lo nuevo.
Nuestros valores son, en buena medida, el resultado de las creencias del ambiente en que vivimos.
Durante los últimos años los cambios sufridos por esta sociedad han sido tremendamente profundos y sobre todo rápidos, muy rápidos, demasiado rápidos diría yo, tanto así que los soportes sobre los que se asienta se están tambaleando.
Los seres humanos vamos interiorizando los valores morales en el núcleo familiar y de ahí aprendemos el respeto, la tolerancia, la honestidad, la generosidad, la responsabilidad, la lealtad y la perseverancia, entre otros.
A medida que maduramos comenzamos a asumir los valores sociales, y a pensar en el respeto a nuestros semejantes, la cooperación, la comprensión, la vocación de servicio, etc.
El entorno familiar y de los amigos, la educación escolar y la formación hogareña, así como las experiencias profesionales ejercen una influencia definitiva sobre nuestro comportamiento y aspiraciones.
Pero finalmente somos nosotros quienes decidimos las preferencias y señalamos las metas de nuestro desarrollo como personas.
El trabajo está relacionado estrechamente con nuestra propia estima hasta el punto de que llegamos a sentirnos culpables cuando nos falta el mismo.
Nuestros actos están unidos a nosotros como el fósforo a su luz, nos consumen, pero producen y reflejan nuestro esplendor.
Sin embargo, actualmente parece que este proceso se ha paralizado, ha dejado de funcionar.
Nos encontramos con que estos valores han dejado de apreciarse, que ya no se tienen en cuenta y, por tanto, poco o nada influyen en las relaciones sociales.
Vivimos, sin duda, una crisis de valores que genera una crisis social que cual boomerang se revierte hacia nosotros de manera estrepitosa reflejándose en actitudes como la violencia, la inseguridad y la falta de respeto a nuestros semejantes, a todo.
Abre tus brazos al cambio, pero no dejes escapar tus valores porque definen realmente quien eres.
A compartir este radiante domingo en familia, como debe ser y disfrutemos de una semana llena de posibilidades infinitas para que podamos seguir persiguiendo nuestros sueños.