Por Lester McKenzie
La generación actual está expuesta a más veneno, a más carga que la que puede soportar. La ola de violencia que nos arropa sumado a esa niñera electrónica llamada televisión, tablet, celular, como sea, sin dejar pasar por alto el impacto de las redes sociales, son parte de ese bombardeo de cosas muchas de ellas negativas que el niño y los no niños deben hacer frente a diario.
Para que podamos tener, disfrutar de una vida familiar agradable y que los hijos se comporten de manera adecuada, lo cual es posible, es fundamental que se establezcan reglas claras, límites, con relación al comportamiento.
Los de nuestra generación, eran otros tiempos, recordarán que normalmente nuestras madres estaban en casa y eran responsables en un alto porcentaje de ese proceso de formación hogareña, pues a los padres les correspondía estar insertados en el mercado laboral para cubrir las necesidades del hogar.
Era un común denominador que en casa se aprendiera a saludar, a decir buen día, gracias, con permiso, aspectos que ya se dominaban antes de asistir a la escuela y si osábamos faltarle el respeto al profesor o cometer un acto de indisciplina, la reprimenda era de marca mayor, de donde se desprende que la labor del docente estaba más centrada a la formación académica.
Hoy observamos como los docentes deben asumir además de la de profesor, la de entrenador y hasta de padre/madre de sus alumnos, producto, entre otras cosas, de la poca comunicación existente en muchos hogares y que de manera automática se refleja en el plantel escolar.
Los padres son los grandes responsables de que sus hijos se comporten dentro del marco deseado, pero para ello como cabeza en el hogar deben ponerse de acuerdo en la manera en que se van a transmitir los tan necesarios valores y esa tan necesaria formación cristiana y diferenciar con reglas claras lo que es aceptable o no para la familia.
Se debe desarrollar una especie de plan por medio a una comunicación efectiva, clara, de doble vía, que permita estructurar de manera sencilla cuales son las expectativas y cuales los límites a aplicar.
Por naturaleza humana el ser humano es reacio a los cambios y al principio habrá cierta resistencia de parte de los hijos a ese “cambio”, pero una vez sientan, noten, como papá y/o mamá están siendo consecuentes con lo que dicen o hacen, rápidamente se darán cuenta de que esas son las reglas, que hay que cumplirlas y se adaptarán sin mucho esfuerzo.
Los niños no tienen pasado ni futuro por eso gozan del presente, cosa que rara vez ocurre a los adultos. La base de la disciplina con los hijos se fundamenta en una buena y clara comunicación, lo cual se logra en principio haciéndole saber a los infantes nuestras expectativas de su comportamiento tanto dentro como fuera de la casa (plantel escolar incluido), asegurándonos de que hayan comprendido el mensaje y haciéndole saber las consecuencias y los pasos a seguir si ese comportamiento está divorciado con las normas establecidas.
Hoy existe una corriente en la cual el profesor debe tener sumo cuidado al llamar la atención al alumno, y se han dado casos de padres que desautorizan al docente, de mala manera frente al alumno lo cual siendo lógicos no es mas que un grave error de consecuencias impredecibles.
La disciplina positiva y los límites enseñan a los niños a pensar muy bien antes de incurrir en una travesura infantil.
¡Pasemos este Domingo de Resurrección en familia, como debe ser, y tomemos en cuenta que un niño que se le permite ser irrespetuoso con sus propios padres, no respetará a nadie jamás!