NASA y los Teólogos del Cosmos: Cuando la Fe se Encuentra con lo Desconocido

 

Redacción Exposición Mediática.- En 2021, en medio del ruido del confinamiento, la carrera por las vacunas y el regreso progresivo de la “normalidad”, una noticia apenas cruzó tímidamente el radar mediático: la NASA buscaba la colaboración de teólogos para reflexionar sobre una posibilidad que, aunque aún suene a ciencia ficción, cada vez resulta más plausible.

La pregunta que detonaba este encuentro era sencilla en apariencia, pero gigantesca en sus implicaciones: ¿qué pasaría con la religión, con la fe, con nuestra visión de lo sagrado, si la humanidad confirmara la existencia de vida extraterrestre?

La agencia espacial recurrió al Centro de Investigación Teológica de Princeton (CTI), invitando a unos 24 expertos en teología, filosofía y religión. Su tarea no era descubrir planetas, ni descifrar señales, ni construir telescopios: su misión era más delicada y tal vez más arriesgada.

Debían tratar de entender cómo reaccionarían los distintos credos del mundo si, de pronto, la confirmación de que no estamos solos se hiciera innegable.

El eco histórico de la gran pregunta

La inquietud no es nueva. Desde hace siglos, pensadores religiosos han especulado con la idea de “otros mundos habitados”.

En el siglo XVII, el jesuita Athanasius Kircher se preguntaba si Dios habría repetido la creación en distintos rincones del cosmos. Giordano Bruno, por su parte, fue condenado a la hoguera en 1600, en parte por sostener que el universo estaba lleno de innumerables soles y planetas habitados. La relación entre lo celestial y lo terrenal nunca ha sido inocente.

Hoy, con telescopios capaces de escrutar miles de exoplanetas y con sondas que exploran océanos ocultos bajo el hielo de lunas como Europa o Encélado, aquella especulación filosófica se aproxima, peligrosamente, a convertirse en posibilidad empírica.

Religión y ciencia en un mismo cuarto

La reunión promovida por la NASA revela algo que durante décadas parecía improbable: la ciencia y la religión, dos ámbitos históricamente confrontados, sentándose a dialogar, no para convencer al otro, sino para prepararse juntos ante lo desconocido.

Según trascendió, los teólogos convocados incluían expertos en cristianismo, judaísmo, islam y otras tradiciones. El objetivo era cartografiar el posible impacto en comunidades creyentes:

• ¿Se tambalearían las doctrinas que colocan al ser humano como centro de la creación?

• ¿Se interpretaría el hallazgo como una ampliación del plan divino?

• ¿O como un reto que exige reinterpretar los textos sagrados?

Uno de los participantes, Andrew Davison, teólogo de la Universidad de Cambridge, señaló en un informe que para muchas religiones no sería un golpe fatal, sino un desafío de adaptación. “El descubrimiento de vida extraterrestre puede que no sea teológicamente devastador”, apuntó. Más bien, podría abrir un horizonte para repensar conceptos como creación, redención y trascendencia.

La pregunta incómoda: ¿y si ya pasó?

La discreción con la que se manejó este encuentro abre otro flanco de especulación. ¿Por qué apenas se habló del tema? ¿Por qué no hubo un informe público, detallado, del resultado de esas discusiones? La cultura de transparencia que se espera de una agencia científica como la NASA parece haber chocado con la prudencia política y social.

¿Será que aún no estamos listos para escuchar las conclusiones? ¿O, más provocador todavía, será que ya existen datos que hacen urgente preparar psicológicamente a la humanidad?

Un espejo de nuestras fragilidades

Más allá de teorías conspirativas, lo cierto es que este episodio muestra cómo las sociedades modernas siguen reconociendo la centralidad de la religión en la vida de millones de personas.

Por más secular que parezca la cultura, ante una noticia cósmica de tal magnitud, las preguntas no serían sólo científicas, sino espirituales, filosóficas, existenciales.

Porque si mañana se anunciara que en algún lugar lejano late otra chispa de vida, la primera reacción no sería construir cohetes, sino repensar lo que significa ser humano.

Reflexión

En el silencio de ese encuentro en Princeton resuena la paradoja: la ciencia busca certezas, la religión busca sentido.

Y ambas, en este tema, parecen necesitarse mutuamente. Quizá esa sea la lección más valiosa: que cuando el misterio se asoma, ninguna disciplina puede reclamar para sí sola el monopolio de las respuestas.

Lo que ocurra en el futuro —si llega el día en que la humanidad deje de preguntarse “¿estamos solos?” y pase a preguntarse “¿cómo convivimos con lo otro?”— dependerá tanto de telescopios y sondas como de sermones, ritos y plegarias.

Y quizá, en esa convergencia, la humanidad esté ensayando el mayor de los descubrimientos: el de su propia capacidad para unir lo disperso, lo científico y lo espiritual, ante lo insondable del cosmos.

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