Redacción Exposición Mediática, La Romana, R.D.- Inspirado en una publicación autoría del veterano periodista seibano Florentino Durán, la cual detallaba la venta de chimichurris dominicanos en el CitiField de los Metros de Nueva York, nos invadió la nostalgia respecto a la llegada de ese plato de comida rápida a La Romana.
Antes del detalle, se hace imperativo destacar unas precisiones: El término chimichurri es en sí, una salsa de consistencia líquida, muy condimentada y cuyos ingredientes fundamentales son perejil, orégano, ajo, vinagre, aceite, ají molido y un poco de sal.
Es originaria y consumida en Argentina y otros países de América. Por lo regular es picante y se utiliza para acompañar las carnes asadas, los choripanes o para marinar en éste pescados y aves. Además se usa como aderezo de ensaladas.
Esta salsa tiene la cualidad de realzar el sabor de la carne y se considera que ha contribuido a la fama internacional del asado Argentino.
Entonces, ya citado ésto no se debe confundir lo que en la cultura gastronómica dominicana llamamos chimichurri con la ya explicada salsa.
Ya que mencinamos a la Argentina, se hace imperativo hacer mención del ciudadano de esa nación suramericana llamado Juan Abrales, quien en la década de 1970, arribó a la capital del país y en breve tiempo se convirtió en el propietario de los restaurantes Asadero Los Argentinos, ShortHorn y Muelle 47.
En un momento determinado, instaló un carrito de comida rápida en una calle de Santo Domingo con la idea era vender choripanes (que para ese entonces era algo novedoso), y a éstos los aderezaba con la famosa salsa argentina «chimichurri».
Eventualmente los clientes pedían «un chimichurri» o «un chimi» y así se quedó hasta nuestros días, dándole el nombre al popular plato dominicano.
El chimichurri básicamente es una carne en base a tiras de carne de cerdo, res o pollo y su modalidad tal cual lo conocemos hoy en día, está basada generalmente en pan de agua junto a la clásica carne roja y rebanadas de tomate y repollo.
Sumado a eso, el aderezo dual es mayonesa y kétchup. Ya en la actualidad, esos ingredientes varían según nuevas opciones que le han anexado a la popular hamburguesa callejera dominicana.
¿Cómo llegó el chimichurri a La Romana?
Aunque duró una estadía breve, el primer concepto de food truck en La Romana, fue instalado en un local de esquina justo en la intersección de la Trinitaria con Eugenio A. Miranda (próximo a la Iglesia Santa Rosa de Lima).
Allí operaba el novedoso food truck justo al lado de un comercio de ciudadanos chinos, estos últimos ubicados en la Eugenio A. Miranda.
La persona que lo atendía, quien además lo manejaba, lo atendía y hacía ella misma sus propias compras, se llamaba Ceres Giraldi Mejía, conocida popularmente como Poupeé, quien a su vez, tenía otro food truck en el área contigua a la vía de acceso hacia la Discoteca Génesis en Altos de Chavón.
Tras su retirada de La Romana, Poupeé le cedió el negocio a alguien más y así, en 1980 se introdujo el Chimichurri en La Romana y luego al Este del país. Esa persona en cuestión se llama Víctor Hugo Álvarez Pacheco.
Hugo, es un dominicano oriundo de La Vega, quien llegó a La Romana a través de sus hermanos paternos Frank y Boanergues Álvarez (ambos fallecidos), y que en ese entonces contrajo matrimonio con la española Marisol Martínez Domínguez, hermana de Eduardo Martínez, éste último, esposo de Poupeé y súper popular en la ciudad gracias al legado que dejó su galería de arte en la Eugenio A. Miranda esquina Francisco del Castillo Marques.

Hugo y Eduardo se asociaron cuando el primero de ambos, vio que en Santo Domingo era un negocio lucrativo.
Fue en esas circunstancias que llegó a La Romana el chimichurri como oferta culinaria urbana, toda vez que Hugo Álvarez visualizó una oportunidad de progreso más allá de sus funciones como empleado de Casa de Campo y eventualmente del desaparecido Supermercado Romana (ubicado en aquel entonces donde actualmente está Plaza Lama).
Decidido a cristalizar su visión no sólo en La Romana, sino en todo el Este del país, se embarcó en el inicio del proyecto y con cálculos de ventas de 20 unidades diarias, entendió que podía subsistir y por ende, mantener a su familia.
Hizo un viaje (en motocicleta) de exploración junto a su esposa de ese entonces, al área del malecón de Santo Domingo, para observar el funcionamiento de los múltiples lugares de expendio de chimichurris y ver cómo se preparaban, dónde adquirían las salchichas y de paso, contratar a alguien que quisiera enseñarles la preparación de la salsa chimichurris, una vez accediera irse a trabajar con ellos.
Producto de la sociedad con su fallecido cuñado, adquirió una antigua van Ford (acreditada en RD$300.00 pesos), a los fines de modificarla con características propias de un camión cafetería o food truck.
Los inicios del negocio, que tenía ubicación próximo al desaparecido Cine Colón, en la calle Trinitaria del Parque Juan Pablo Duarte, fue con un precio de 95 centavos la unidad y la venta de chimichurri se tradujo inmediatamente en un éxito instantáneo ya que transcurridas dos horas del primer día de apertura, la existencia se había agotado.
Al día siguiente, Hugo partió hacia Santo Domingo para comprar un quintal de carne (cerca de 400 unidades) y éstas corrieron la misma suerte que en la apertura y se agotaron en un día.
Hugo volvería a Santo Domingo a la desaparecida carnicería de elite La Simpatía, localizada en la José Contreras esquina Abraham Lincoln, donde solía abastecerse de la apetitosa carne.
En ese viaje, la compra fue de 5 quintales (unas 2,0000 unidades) y anexó al camión un congelador.
Las interminables filas de clientes en búsqueda de un chimichurri, provocó tal furor que Hugo tuvo que implementar un sistema de reservas por anotación en libreta.
Eventualmente el negocio llegaría a Higüey, provincia La Altagracia y tras ésto, Hugo instauró la venta de Hot Dogs en carritos, así «Jaleo«, primer concepto de cafetería con variedad de 15 sándwiches, 22 tipos de jugos diversos, cercano al Edificio Báez.
Luego llegó la también exitosa Cafetería La Candela (que tuvo contiguo el más elegante piano bar, D’Hugo Café).
Tras su divorcio y después de haber instalado un negocio en Altos de Chavón, Hugo se retiró por un tiempo a Santo Domingo y después regresaría a su región natal, en donde actualmente radica: en una montaña de Jarabacoa, donde posee un hotel-restaurant familiar de 11 habitaciones con piscina, parqueo y depuradas atenciones.
Mirar atrás embarga a uno de nostalgia y un tanto de tristeza al recordar tantas gratas memorias que fueron traídas y compartidas con nuestros lectores, gracias a la mención de un sándwich o hamburguesa callejera dominicana que llegó a la Flor del Este de la mano de un cibaeño de Concepción de La Vega, a quien muchos aún le recordamos, como «Hugo Candela«.