Hoy, 29 de septiembre, República Dominicana celebra a San Miguel Arcángel, el protector de la Iglesia, guardián de las almas y símbolo eterno de lucha y esperanza.
Redacción Exposición Mediática.- La liturgia católica marca en el calendario el 29 de septiembre como día de los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Sin embargo, en muchos países y de manera especial en República Dominicana, es San Miguel quien acapara el fervor popular y la devoción multitudinaria.
Hoy, como cada año, las campanas, procesiones y oraciones elevan la figura de este ser celestial al rango de símbolo espiritual y cultural. Pero ¿qué significa realmente San Miguel Arcángel para la Iglesia, para la tradición y para los dominicanos?
El príncipe de la milicia celestial
San Miguel Arcángel ocupa un lugar singular en la jerarquía angélica: es considerado el “Príncipe de la Milicia Celestial”, comandante de los ejércitos de Dios en la eterna batalla contra el mal. Su nombre mismo es una pregunta que encierra un desafío: Mika-El, traducido como “¿Quién como Dios?”.
Esta expresión no es un simple título; es una declaración de poder y de humildad a la vez, recordándole al universo que ninguna criatura puede compararse con el Creador.
En el imaginario cristiano, Miguel aparece revestido de armadura, empuñando la espada o lanza con la que hiere al dragón —símbolo de Lucifer, el ángel caído—. Su iconografía trasciende siglos y fronteras, pero siempre resalta la misma idea: la victoria del bien sobre el mal, el triunfo de la luz sobre las tinieblas.
Más que un símbolo: un protector
La tradición católica atribuye a San Miguel un rol fundamental: defensor de la Iglesia y guía de las almas hacia la vida eterna. No es casualidad que en numerosas oraciones se invoque su protección frente a los ataques del enemigo espiritual.
La célebre Oración a San Miguel, compuesta en 1886 por el papa León XIII, lo coloca como escudo de la humanidad contra la maldad y la injusticia.
Pero más allá de los muros eclesiales, el arcángel se ha convertido en un protector de pueblos, ciudades y naciones. En Roma, por ejemplo, se alza la estatua del ángel guerrero en lo alto del Castillo de Sant’Angelo, símbolo de la defensa de la fe en momentos críticos de la historia.
San Miguel en la tradición dominicana
En República Dominicana, la devoción a San Miguel Arcángel se mezcla con expresiones culturales y populares que amplifican su significado. No solo se le venera en templos y parroquias, también es una figura central en festividades locales y en el sincretismo religioso afroantillano.
En barrios, campos y ciudades, se le invoca como protector de los hogares, de la comunidad y del país. Para muchos dominicanos, San Miguel no es un ser lejano, abstracto o puramente teológico: es un aliado espiritual cercano, un guardián al que se le confían las batallas diarias de la vida.
La música, la danza y la imaginería popular lo incorporan en formas que trascienden la liturgia. Vestido de rojo en las tradiciones folclóricas, Miguel aparece como figura de fuerza, justicia y equilibrio, presente tanto en la religiosidad popular como en la oficialidad católica.
La vigencia de un arquetipo universal
Aunque hablamos de un arcángel en el marco de la fe cristiana, lo cierto es que San Miguel es también un arquetipo universal: el del guerrero de la luz. En un mundo saturado de crisis —guerras, injusticias sociales, violencia, desigualdades— la figura de un ser que encarna la lucha incansable contra el mal adquiere una relevancia renovada.
Invocar a San Miguel hoy no es solo repetir una tradición, es también reconocer la necesidad de defender valores esenciales: la verdad, la justicia, la solidaridad, la empatía. De algún modo, el arcángel se convierte en un recordatorio de que no basta con resistir el mal, sino que hay que enfrentarlo activamente.
San Miguel y la espiritualidad contemporánea
La celebración de San Miguel en República Dominicana este día abre una ventana para reflexionar sobre el lugar de lo espiritual en un tiempo marcado por la inmediatez digital y el vértigo de la modernidad. Mientras muchos reducen la religiosidad a un rito o costumbre heredada, el mensaje de Miguel interpela con una sencillez profunda: la vida es una batalla moral y espiritual constante.
No se trata solo de “creer” o de “rezar”, sino de encarnar en lo cotidiano los valores que Miguel representa: valentía, lealtad, defensa de los débiles, rechazo al mal en todas sus formas. De ahí que su invocación no quede en lo litúrgico, sino que inspire a comunidades enteras a organizarse, a cuidar a los más vulnerables, a resistir la injusticia.
La paradoja del ángel guerrero
Resulta fascinante que la figura de Miguel combine dos dimensiones aparentemente opuestas: la espiritualidad pura y la fuerza bélica. Pero esa paradoja encierra un mensaje clave: el verdadero combate no es físico, sino moral. La espada que empuña no es un arma de destrucción, sino el símbolo de la verdad que corta la mentira, de la justicia que derrota la opresión.
Así, cada creyente, cada comunidad, cada sociedad que lo invoca está llamada a convertirse en soldado de causas nobles, no con violencia, sino con firmeza en los principios.
Una fiesta para el presente y el futuro
Hoy, en República Dominicana, la celebración de San Miguel Arcángel no es un simple vestigio del pasado, sino un acontecimiento vivo que une tradición, fe y cultura. Es la oportunidad de reconocer que en medio de los desafíos nacionales —económicos, sociales, políticos— se necesita la inspiración de un protector que recuerda que la luz siempre puede imponerse a la oscuridad.
El reto está en traducir la devoción en acción: que la fe en San Miguel inspire a construir un país más justo, solidario y humano.
Síntesis
San Miguel Arcángel, “¿Quién como Dios?”, sigue siendo una pregunta abierta. Cada vez que lo celebramos, la respuesta no es teórica, sino existencial: se responde con la vida misma.
Para los dominicanos que hoy encienden velas, elevan cánticos o simplemente meditan en silencio, Miguel no es un recuerdo del pasado, sino una fuerza presente. Una presencia que recuerda que, por más grandes que sean los dragones del mundo moderno, siempre habrá un guerrero celestial dispuesto a guiarnos hacia la victoria del bien sobre el mal.