Por Manuel Castillo
Después de décadas de distancia y silencio entre compueblanos que hoy se abrazan tras más de cuarenta años sin verse. Esa realidad humana, hecha de memoria, lágrimas y alegría compartida, merece respeto, escucha y acompañamiento, no descalificaciones ligeras ni prejuicios sobre quienes se reúnen allí con espíritu de comunidad y amor por su ciudad.
Sobre las declaraciones del magistrado
Resulta profundamente doloroso que se etiquete el parque como espacio exclusivo de bebedores, orgías y drogadicción, más aún cuando no se ha compartido el esfuerzo de conocer de cerca lo que allí ocurre los domingos: reencuentros, conversaciones sanas, propuestas, sueños por La Romana.
Un juicio así, emitido desde la distancia, hiere a gente honesta, trabajadora y orgullosa de su terruño, y oscurece una de las pocas iniciativas espontáneas que hoy están devolviendo tejido social a la ciudad.
Aclaración sobre los grupos y su propósito
Se ha querido asociar a ciertos grupos nacidos alrededor de estas reuniones con el simple acto de “beber”, como si su razón de ser fuera el desorden y no el encuentro. Sin embargo, desde dentro se sabe que muchos se unieron movidos por un propósito distinto: aportar al desarrollo de La Romana, tender puentes, generar proyectos y servicio comunitario, y cuando ese norte se desvió, surgió la necesidad de reorganizarse.
De esa búsqueda nace “Romanenses Somos Todos Uno”, como intento genuino de enfocar la energía en el servicio, el desarrollo, la identidad y la unidad de un pueblo que merece algo más que rivalidades de ego.
Propuesta de los “rincones”
Responder con altura a la ofensa es convertir el parque en un pequeño mapa vivo de la riqueza romanense, a través de espacios temáticos:
– El rincón de la aldea y de la alianza juvenil, como semillero de liderazgo, diálogo intergeneracional y formación en valores.
– El rincón del ayuntamiento, para que la autoridad municipal escuche, informe y se acerque a la gente más allá de lo protocolar.
-El rincón de Avelino Stanley, de Luisa María y de Juan Inirio, como homenaje a la palabra, la historia y la creación literaria nacida de este suelo.
– El rincón del tabaco, de las artes, del locutor, donde se exalten oficios, talentos, memoria cultural, voces radiales y artísticas como las de José Alberto Marte, Frank Robinson y tantos más.
Cada rincón sería una respuesta silenciosa y contundente a la visión reducida del parque: allí no habría espacio para el odio ni para la etiqueta fácil, sino para la cultura, la educación informal, la memoria y el orgullo romanense.
Mensaje conciliador y llamado a unidad
Este ensayo nace no para abrir una nueva herida, sino para sanar las que ya existen. La Romana no necesita más bandos, más “yo fui el autor” ni más guerras de ego; necesita manos que sirvan, voces que escuchen y corazones dispuestos a ceder protagonismo por el bien común. A quien se atribuya méritos ajenos sin haber trabajado, la vida misma le dará el olvido; a quien sirve en silencio, la ciudad le guardará gratitud aunque no se pronuncie su nombre.
Que el magistrado, las autoridades, los grupos organizados, los viejos amigos reencontrados y la juventud que se asoma al parque entiendan algo sencillo: este pueblo solo saldrá adelante si se reconoce en el otro, si convierte la crítica en oportunidad, y la diferencia en diálogo.
Que el Parque Duarte sea, desde hoy, el escenario donde La Romana aprenda a decir, con verdad y sin resentimiento: seguimos, seguimos, seguimos… pero seguimos juntos.
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