Por Marcos Sánchez
Compartiendo con un amigo de larga data, nos dirigíamos a lavar su vehículo y de paso, ponernos al día respecto a nuestras actividades y evaluar algunos aspectos existenciales.
Al llegar al lugar, un joven en sus treinta iniciados, logra divisarme y vociferó a todo pulmón «¡Hey Profesor! ¡Appointment in Samarra compadre! jajajaja», al ponerse de pie y salir de un área destinada al esparcimiento de los clientes, en lo que el vehículo es atendido.
La euforia del joven era tácita ya que en sus años de adolescencia, fue mi alumno de inglés y su actitud era bastante volátil en clases, por lo que con frecuencia era llamado ante la dirección del instituto.
El amigo que me acompañaba reaccionó curioso y antes que el joven me abordara expresó «¿Y qué rayos fue eso de Gama, qué? La juventud de ahora está más loca que en nuestros tiempos». Sonreí y le dije que le explicaría más adelante.
Se acerca el joven y saluda con mucho entusiasmo, emulando lo propio hacia el amigo nuestro.
-«¡Profesor, pero usted está tal cual lo dejé en La Nueva Era! ¿Y cómo es que usted lo hace?»
-«Gracias mi hijo. Me ves con agrado, pero ha pasado ya mucho tiempo y estoy mucho más adulto que cuando fuiste mi estudiante en el instituto», le referí
-«¡Yo lo veo igualito! Desde que usted se desmontó del carro en que llegó, me dije, pero ven acá, ése es el profesor de inglés»
-«Buena memoria. Tú luces más desarrollado. Todo un hombre ya. Has de doblarte la edad de cuando estabas en clases«, le respondo.
-«Sí, ya tengo 30 años, Teacher. Me casé, tengo dos hijos y vivo con mi esposa en Estados Unidos. Vinimos de vacaciones y visitar la familia. Usted sabe. Bueno, me agradó verle después de tantos años y me retiro, ya la doña me está llamando. ¡Un placer y gracias por lo de Samarra!»
Se retira hacia su vehículo y sale del lugar. Me dispuse junto al amigo a entrar al lobby de espera, mientras lavaban el carro del amigo.
Ya sentados me dice: «Óyeme, pero tú le diste clases a mucha gente en ese instituto. Ese muchacho se acordó de tí inmediatamente»
-«Y gracias a Dios que de grato recuerdo. Hay que tener tacto para corregir estudiantes. Nunca olvidan nada, sea positivo o negativo. Quedan marcados»
-«Así es, pero ¿A qué se refería con lo de Gomorra?»
-«Jajajaja ¡Samarra!»
-«Eso mismo jejejeje ¿Qué es eso?»
-«Él se refería a una exposición que le asigné sobre un cuento titulado ‘Cita en Samarra’, en inglés Appointment in Samarra, el cual realmente es una referencia al relato de un autor llamado William Somerset Maugham
de un antiguo cuento mesopotámico, que aparece como un epígrafe de la primera novela del escritor estadounidense John O’Hara»
-«En mi vida había escuchado tal cosa. No soy de mucho leer libros y esas cosas. Entonces ¿Tuvo él que narrar esa novela?»
-«En cierta forma explicar el contexto de la historia y era todo en inglés. Quería darle una lección de vida ya que todo para él era chercha y conocía su potencial. Como le gustaba atraer la atención en el aula, le brindé la oportunidad, sin él saberlo, de presentarse en una exposición ante 20 compañeros. Era examen final. Si reprobaba, sería su última oportunidad como estudiante allí»
-«Bueno, al juzgar por cómo te saludó, está claro que pasó la prueba, no sólo estudiantil, sino de vida»
-«Sí y me alegra haberle impactado en esa manera. ¡Bueno! ¡Vamos a ponernos al día! ¡Dímelo todo!»
-«No, no, espérate papá. Usted me va a decir qué rayos es o era Samarra. O sea, ¿De qué trata ese asunto? Me he quedado curioso»
-«Jajajaja, el relato fundamentalmente trata de lo inevitable en la vida. Sobre cosas que son impostergables. La muerte, en este caso, un factor inevitable»
-«OK, OK, ¡Aún no me dices quién rayos era la jeva ésa!»
-«Jajajaja ¡Samarra, era un lugar, no una mujer! Te cuento. La Muerte, que era el personaje principal del relato narra el evento
Había un comerciante en Bagdad que envió a su sirviente al mercado a comprar provisiones y al poco rato el sirviente regresó, blanco y tembloroso, y le dijo: Maestro, justo ahora que estaba en la plaza, fui empujado por una mujer entre la multitud y cuando me volví, vi que era la Muerte la que me empujaba. Ella me miró e hizo un gesto amenazador; Ahora, présteme su caballo y me alejaré de esta ciudad y evitaré mi destino. Iré a Samarra y allí la Muerte no me encontrará.
El mercader le prestó su caballo, y el criado montó en él, le clavó las espuelas en los flancos y tan rápido como el caballo podía galopar se fue.
Entonces el comerciante bajó al mercado y vio de pie a la Muerte entre la multitud y se dirigió hacia ésta y le preguntó: ¿Por qué le hiciste un gesto amenazador a mi criado cuando lo viste esta mañana?
La Muerte le respondió: No fue un gesto amenazador, fue sólo un sobresalto de sorpresa. Me quedé asombrada al verlo en Bagdad, porque tenía una cita con él esta noche en Samarra»
-«¡Ay mi madre! ¡O sea, que como quiera el tipo moriría!»
-«¡Correcto! Y la metáfora respecto al estudiante era que inevitablemente tendría que exponer o se iba del instituto. Eso le hizo reflexionar y conoció el valor de la responsabilidad más allá de su adolescencia»
-«Así es mi hermano. Te felicito por eso. ¡Ahora mira ese congelador allá y dime si el destino de esas frías tendrán la misma suerte que el criado en Samarra!»
-«Jajajaja ¡Sin duda!»
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