Por Profesor Ramón Velez Ortíz

La educación dominicana inicia nuevamente un año escolar donde millones de niños y niñas estarán asistiendo a sus centros de estudios tanto gubernamentales como privados. Con sus altas y bajas, los padres han realizado una serie de de sacrificios económicos para poder enviar a sus hijos a las escuelas.

Recuerdo mis años cuando por vez primera llegué a la hoy escuela Mercedes Laura Aguiar en nuestra ciudad de La Romana al primer curso. Una gigantesca estructura que para la corta edad nuestra nos llenaba de orgullo asistir a esa monumental escuela. Eran los tiempos del gobierno del tirano Rafael L. Trujillo M. donde todos los estudiantes teníamos que ir completando uniformados, parecíamos “guardias en miniatura”, ya que el uniforme era: pantalón y camisa kaki, un gorro también kaki, corbata negra y zapatos bien lustrosos, pues en las filas reglamentarias antes de entrar al salón de clases las maestras hacían una completa revisión de cada uno de nosotros en cuanto el uniforme.

Como estudiantes uno no tenía que cargar con una cantidad de libros y libretas ya que con un horario previamente señalado ya se sabía que asignación o materia íbamos a estudiar ese día. El horario de la tanda de la mañana era de 8:00 a 11:30 y en la tarde de 2:00 a 4:30. En aquel entonces existían como escuelas principales en La Romana la Mercedes Laura Aguiar (nombrada así tras el ajusticiamiento de Trujillo pues el nombre era Grupo Escolar Presidente Trujillo), también la escuela Guatemala localizada donde existió la casa del difunto Toñito Pablo y que actualmente es una oficina bancaria. En estas dos escuelas se llegaba hasta el octavo curso, pues luego se empezaba la educación secundaria en el Liceo Tiburcio Millán López y en cuatro años se graduaba uno de Bachiller.

Tenemos que recordar que en aquel tiempo era obligatorio el hacer fila para entrar a los salones de estudios además de que se interpretaban el himno nacional, además de cantos alusivos a la educación y se izaba la bandera. Eso era a las ocho en punto de la mañana y a la tanda de la tarde le tocaba arriar la bandera nacional. Realmente los estudiantes escogidos para esto se sentían muy orgullosos de poder subir y bajar la bandera. Tenemos que recordar aquellos maestros y maestras ejemplares que dedicaban su juventud para transmitir a la generación que iba subiendo una serie de modales, educación general y respeto a nuestros semejantes, en esos momentos la escuela y el hogar iban de las manos creando una formación que en ese tiempo era rigurosa.

De esa época tenemos que recordar a doña Flora de Alíes que era la directora en la MLA, igualmente Ugolina Mejía de Sánchez, Ernestina Dapena, Nuris Rodríguez, Consuelo Brito Báez, Aurora Altagracia, Ligia Adams, Luisa Lamouth, Carmen Paulino, lo así como otras que se escapan dedicaban la memoria. Realmente era algo especial ser estudiante en aquella época pues verdaderamente se iba a la escuela a estudiar, a poner la mente en uso, pues no existía la computadora, calculadora, teléfono móvil, lo que significaba que la tabla de multiplicar te la tenias que aprender desde la escuela primaria. Los que nacimos en esos años no teníamos enciclopedia, tan solo se dependía del “Almanaque Mundial” que todos los años en enero venía con una nueva edición, hoy en tu celular tienes a “Google” donde te informan de todo y hasta “copy” le puedes dar para tener un material impreso.

Curiosamente me disfruté mis años de estudiante y después de graduarme de Bachiller en el Colegio Santa Rosa de Lima, dediqué 14 años al magisterio tanto en el CSR como en el Colegio Inmaculado Corazón de María. Ha pasado mucho tiempo y ahora en el retiro me disfruto ver cada inicio de año escolar recordando el primer timbre de aquellos centros educativos que forjaron mi vida educativa, como profesional.

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