Por Lester Mckenzie
La opinión generalizada de muchos norteamericanos, así como de observadores y diplomáticos extranjeros en la capital dominicana era de que en ese movimiento iniciado el 24 de Abril, pudieron haber desempeñado un papel importante los grupos comunistas y castristas, ayudando a los constitucionalistas a reagrupar sus fuerzas.
No hay pruebas de esto, pero los que creen alegan que probablemente los comunistas eran los únicos que contaban con una organización suficiente para dirigir el reagrupamiento de los revelados.
La información enviada a Washington por la Embajada hablaba de la existencia de “izquierdistas o comunistas” en el mando de éstos o en sus puestos de control.
Pero en aquellos momentos ni la Embajada ni la CIA pudieron citar nombres de ninguno de ellos.
Se tenía la certeza de que activistas del Partido Socialista Popular (PSP), del Movimiento Popular Dominicano (MPD) y del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, todos de línea izquierdista, se habían infiltrado en el movimiento constitucionalista desde sus inicios.
En la mañana del miércoles 28 de abril los constitucionalistas estaban luchando y mostrando cierto éxito. Habían convertido en su principal baluarte el centro comercial de Santo Domingo y el laberinto de callejuelas estrechas de la parte antigua de la ciudad conocido como Ciudad Nueva.
Habiendo controlado la situación en su zona, éstos estaban organizando mandos, sin embargo y contrario a los informes enviados por la Embajada a Washington no se trataba de juntas de acción de tipo comunista, sino más bien de grupos militares de defensa.
El grupo de San Isidro decidió establecer una Junta Militar eligiendo como presidente a un oficial de la Aviación Militar, Pedro Bartolomé Benoit, el coronel Enrique Apolinario Casado Saladin, representaba al Ejercito Nacional y el capitán de navío Olgo Manuel Santana Carrasco a la Marina de Guerra.

Este grupo funcionaba en la Base Aérea de San Isidro pero no tenía ningún poder sobre la capital dominicana y es de suponer que tampoco sobre el resto del país, pero tenían la ventaja de que para EUA y su Embajada era un organismo con el cual Washington podía tratar de alguna forma y comenzaron a actuar como si el grupo de San Isidro fuese un gobierno real y éstos comenzaron a radiar órdenes y amenazas contra los constitucionalistas a través de Radio San Isidro asegurando que si no se rendían serian aplastados.
Sin embargo, ellos tampoco estaban en posición de destruir a sus contrincantes que habían tomado la ofensiva. Secretamente y con desesperación, la Junta de San Isidro solicitaba a la Embajada equipos de transmisión y ayuda.
El embajador William T. Bennett consciente de que sus protegidos se encontraban perdiendo la partida, calegrafió al Departamento de Estado a la 1:48 de la tarde que el problema de Wessin “era crítico”.
Dijo a Wahington que “esta gente se está enfrentando con fuerzas de izquierda” y se preguntaba “cuál sería el efecto sobre la moral de las fuerzas aéreas y de las otras si EUA negaba la ayuda solicitada”.
Poco después Bennett enviaba otro mensaje urgente en el que decía con toda claridad que no solo consideraba la rebelión a favor de Bosch como un movimiento comunista, sino que ahora pensaba en la conveniencia de una intervención militar inmediata de los Estados Unidos.
Mientras, los helicópteros de la Infantería de Marina habían empezado a trasladar 405 soldados desde el el U.S.S. Boxer que estaba en las aguas del Mar Caribe frente a la costa capitaleña al campo de polo del Hotel Embajador.
A las 7:30 pm Bennett envío un telegrama en el que decía que “vidas norteamericanas están en peligro” y transmitía el mensaje verbal del coronel Benoit: “La situación empeora rápidamente. Pido respuesta urgente a mi petición oficial de ayuda».
No bien comenzaba la noche de aquel inolvidable miércoles 28 de abril cuando llegó la orden oficial de desembarco al puente de mando del buque Wood County, el cual se encontraba en las costas de Puerto Rico y era el mayor de su clase construido hasta esa fecha, a través del siguiente mensaje: ”Acérquense a la costa. Listos para desembarcar”.
El temor de «otra Cuba» había sido el motivo principal de las reacciones de la Administración del Pte. Lyndon B. Johnson ante la revuelta en Republica Dominicana.
¡Hasta una próxima entrega!