Sharon “Rocky” Roggio, cineasta estadounidense, productora y directora del controversial documental «1946: The Mistranslation That Shifted Culture».
Un documental que reabre la controversia.
Redacción Exposición Mediática.- En 2022, la cineasta Sharon “Rocky” Roggio estrenó el documental 1946: The Mistranslation That Shifted Culture. La obra, definida por ella como un testimonio personal y a la vez colectivo, explora la tesis de que una traducción errónea introducida en la Versión Estándar Revisada (RSV) de la Biblia de 1946 habría marcado un punto de inflexión en la manera en que gran parte del cristianismo occidental se aproximó a la homosexualidad.
El documental sostiene que la inclusión de la palabra homosexuals en esta traducción, producto de una interpretación cuestionada del griego antiguo, dio origen a una estigmatización religiosa y cultural de las personas LGBTQ que se consolidó en Estados Unidos y luego se expandió a otras latitudes.
Más allá de la obra cinematográfica, el tema abre un debate mayor: ¿Qué dice realmente la Biblia sobre la homosexualidad? ¿Hasta qué punto la tradición y la traducción han condicionado la lectura de los textos sagrados?
La traducción de 1946 y el peso de una palabra
Antes de 1946, las traducciones bíblicas más influyentes —como la versión King James (1611)— nunca habían incluido el término “homosexual” de manera explícita. Se usaban expresiones como sodomites o referencias más generales a “prácticas impuras”.
Con la RSV de 1946, en 1 Corintios 6:9, se introdujo la palabra homosexuals, al traducir los términos griegos arsenokoitai y malakoi. La decisión, según han señalado investigadores, fue más interpretativa que lingüística, pues no existía una correspondencia directa que justificara esa equivalencia.
Ese cambio semántico, aparentemente menor, tuvo consecuencias sociales y doctrinales profundas: se consolidó la percepción de que la Biblia condenaba explícitamente a las personas homosexuales como tales, más allá de contextos específicos de prácticas sexuales.
Ambigüedades del texto bíblico: Sodoma, Levítico y Pablo
El debate no es nuevo. Las referencias a la homosexualidad en la Biblia siempre han sido escasas y ambiguas, lo que ha permitido múltiples interpretaciones a lo largo de la historia.
• Sodoma y Gomorra (Génesis 19)
La interpretación tradicional sostiene que la destrucción de estas ciudades fue un castigo divino por la homosexualidad de sus habitantes. Sin embargo, un análisis lingüístico y contextual revela otra dimensión: el relato alude más bien a la violencia, la falta de hospitalidad y la intención de humillación sexual como símbolos de corrupción moral. En Ezequiel 16:49, de hecho, se explica que el pecado de Sodoma fue la soberbia, la abundancia de pan y la indiferencia hacia los pobres.
• El Levítico (18:22 y 20:13)
Estos versículos son más explícitos: “No te acostarás con varón como con mujer; es abominación”. Sin embargo, varios biblistas advierten que estas prohibiciones deben entenderse dentro del código de pureza del Israel antiguo, donde también se prohibían alimentos, prácticas rituales y formas de vestir. En otras palabras, eran mandatos culturales y religiosos para distinguir a Israel de sus vecinos, no necesariamente normas universales de moralidad aplicables a todos los tiempos.
• Las cartas de Pablo (1 Corintios 6:9, 1 Timoteo 1:10, Romanos 1:26-27)
Aquí aparece la mayor dificultad. Pablo utiliza términos como malakoi (“afeminados, blandos”) y arsenokoitai (“los que se acuestan con varones”), cuyo significado exacto es objeto de debate. Algunos estudiosos sostienen que se refiere a prácticas sexuales abusivas, como la prostitución masculina o la explotación de jóvenes por adultos. Otros consideran que Pablo condenaba en general las relaciones homoeróticas. La falta de claridad semántica hace que las traducciones posteriores —como la de 1946— hayan pesado más de lo que se cree en fijar una interpretación dominante.
El peso cultural de una traducción
Una de las tesis centrales del documental de Roggio es que la traducción de 1946 no solo influyó en el ámbito teológico, sino que reconfiguró el imaginario cultural de Occidente respecto a la homosexualidad.
La palabra “homosexual”, de hecho, no se acuñó sino hasta finales del siglo XIX. Al incluirla en un texto sagrado, se legitimó una visión en la que la identidad homosexual quedó automáticamente asociada al pecado. La Biblia dejó de hablar de acciones o conductas para referirse, de manera más amplia y esencialista, a personas.
Ese desplazamiento conceptual tuvo efectos duraderos: justificó políticas de exclusión en comunidades religiosas, alimentó prejuicios sociales y contribuyó a la construcción de un discurso donde la fe y la homosexualidad se presentaban como irreconciliables.
Homosexualidad: ¿fallo biológico o variación natural?
Otro aspecto que el debate contemporáneo no puede eludir es el científico-biológico. Quienes interpretan la homosexualidad como un “fallo” apelan a la lógica reproductiva: un hombre y una mujer son naturalmente complementarios. Sin embargo, la biología moderna señala que la sexualidad humana es diversa y compleja, y que las orientaciones sexuales no se reducen a una función reproductiva.
La homosexualidad, lejos de ser un error, se observa en múltiples especies animales y se entiende hoy como una variación natural de la sexualidad. Desde la perspectiva médica y psicológica, no se considera un trastorno ni una desviación.
La tensión surge cuando esta visión científica choca con lecturas literales de textos sagrados. Allí radica gran parte de la controversia: ¿Puede la religión evolucionar en su interpretación del amor y la sexualidad, tal como lo ha hecho en otros temas históricos como la esclavitud o el papel de la mujer?
Entre el texto y la interpretación: el lugar del creyente
La discusión sobre si la Biblia condena o no la homosexualidad nos lleva a un punto clave: los textos no hablan por sí solos, siempre necesitan intérpretes.
La historia del cristianismo muestra que la interpretación de la Biblia ha sido dinámica. Lo que en un tiempo se leyó como justificación de guerras santas, subordinación de la mujer o esclavitud, hoy se interpreta de manera diferente. Lo mismo ocurre con el debate sobre la homosexualidad: el dilema no está solo en el texto, sino en la forma en que las comunidades de fe eligen leerlo.
Reflexión final: fe, lenguaje y dignidad humana
El documental de Sharon Roggio no pretende ser la última palabra en el tema, sino abrir una conversación. Al cuestionar la traducción de 1946, nos recuerda que las palabras importan: pueden condenar, pero también liberar.
La pregunta sobre si la Biblia “fustiga” o no la homosexualidad quizás no tenga una única respuesta, porque depende de tradiciones, lenguas y contextos. Pero sí queda claro que la manera en que interpretamos esos textos tiene consecuencias reales en la vida de millones de personas.
En un mundo donde la ciencia reconoce la diversidad sexual como parte de la naturaleza humana, el reto de la fe es encontrar formas de ser fiel al mensaje esencial de amor, justicia y compasión que atraviesa las Escrituras.
Al final, lo que está en juego no es solo un debate filológico o teológico, sino una cuestión de dignidad y humanidad compartida.
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