Por Rebeca Henríquez
En todo el mundo existen niños que se quedan sin hogar y se ven obligados a buscarse la vida en la calle por numerosas razones, principalmente a causa de la pobreza, la guerra, haber sufrido previamente violencia, abusos, explotación y desesperación.
Una vez en la calle, los niños quedan cada vez más sumidos en nuevos y sucesivos ciclos de pobreza, delincuencia, maltrato y abandono.
Los niños sin hogar no solo están más expuestos a posibles riesgos de salud cuando viven en la calle, sino que además suelen ser objetivo de grupos delictivos debido a su situación de vulnerabilidad y desprotección. Todos los niños tienen derecho a un nivel de vida adecuado y a ser protegidos de tener una vida peligrosa en la calle.
El Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas define a los niños sin hogar como: «(a) niños que dependen de la calle para vivir y/o trabajar, ya sea solos, con amigos o con su familia; y (b) una amplia población de niños que tienen conexiones fuertes con espacios públicos y para los cuales la calle tiene un papel crucial en su día a día e identidad.
Esta amplia población incluye a los niños que periódicamente, aunque no siempre, viven y/o trabajan en la calle y a los que no viven o trabajan en la calle, pero sí acompañan regularmente a sus compañeros, hermanos o familia en la calle». (Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, 2017).
Aunque en el derecho internacional no hay una definición estricta de lo que es el sinhogarismo diferentes organismos internacionales, incluyendo el Instituto del Sinhogarismo Global, las Naciones Unidas y la Federación Europea de Organizaciones Nacionales que trabajan con Personas sin Hogar (FEANTSA) entienden que el término incluye a: «Las personas que viven en la calle, en espacios abiertos o coches; las personas que viven en alojamientos temporales de emergencia, refugios para mujeres, campamentos u otros alojamientos temporales para desplazados internos, refugiados o migrantes; y las personas que viven en viviendas inseguras e inadecuadas, como los residentes de asentamientos irregulares». (ACNUDH, 2021).
El caso en República Dominicana
En nuestra sociedad, hay una realidad desgarradora que no podemos ignorar: los niños vulnerables que viven en la calle. Estos pequeños, a menudo huérfanos de amor y protección, se ven obligados a enfrentar un mundo cruel e indiferente. Es imperativo que tomemos acción y busquemos rescatar a estos niños, brindándoles la oportunidad de acceder a una educación y un futuro mejor.
La educación es un derecho fundamental que debe ser garantizado para todos los niños, sin excepción. Sin embargo, muchos de estos pequeños no tienen la posibilidad de asistir a la escuela, ya que sus días están marcados por la lucha por sobrevivir. Se deben construir centros en distintas provincias donde puedan ser acogidos, alimentados y educados. Estos espacios deben ser seguros y cálidos, donde cada niño pueda sentirse protegido y valorado.
Además de ofrecer educación, estos centros deben ser lugares donde se respeten y promuevan los derechos de los niños. Es esencial crear un ambiente que fomente su desarrollo integral, donde se les enseñe no solo contenidos académicos, sino también valores como el respeto, la empatía y la solidaridad.
Invertir en el bienestar de estos niños es invertir en el futuro de nuestra sociedad. Al proporcionarles las herramientas necesarias para crecer y desarrollarse, estamos construyendo una comunidad más fuerte y justa. Cada niño rescatado es una vida transformada, una historia de esperanza que puede inspirar a otros.
No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras hay niños en nuestras calles que necesitan ayuda. Es momento de actuar con urgencia y compasión. Rescatemos a nuestros niños vulnerables y brindémosles la oportunidad que merecen: una vida digna llena de amor, aprendizaje y protección.
La autora es la actual Presidenta Nacional Fundacion Derechos Humanos Global.